Crocodile

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El engaño.
Crocodile x OC.
AU.

Sí, era cierto. Él era de los mejores guerreros y con mayor agilidad y destreza a la hora de entrar en batalla. Pero había un problema.

—Zenn, eres una mujer.

—¿Qué? —El guerrero giró su rostro hacia aquel hombre enorme de facciones rígidas y exigentes—. Yo soy un hombre. ¿Cómo osas denigrarme de esa forma y desconfiar de mí?

—Pues demuéstrame que no lo eres. Ahora mismo.

No tenía forma de escapar de aquella conversación. Al fin y al cabo a uno de sus superiores no se le podía negar nada. Aun así, notó su vacilación y cómo dirigía su mirada a los alrededores. A pesar de llevar puesto el yelmo, sus ojos negros seguían siendo lo suficientemente visibles para comprender lo aterrados que se mostraban. El viento removía las cortinas de la tienda de campaña y Zenn se retorcía ante cualquier ruido.

—Aquí no hay nadie más, así que no deberías tener ese problema de pudor que siempre esgrimes a la hora de desvestirse y bañarse. Date prisa.

—Vale, sí; soy una mujer —Aquella voz baja y grave que él conocía bien desapareció al instante para dejar presencia a un tono cantarín y agresivo—. ¿Te sientes satisfecho por descubrirlo?

—No.

Aquella respuesta rotunda aturdió a aquella joven espartana que ya no sabía si enfadarse y matarlo o salir corriendo para trazar un plan de fuga y no ser ejecutada.

—Preferiría que fueses un hombre, si soy sincero. Siempre es buena tu ayuda en la guerra con esos atenienses... —Alargó su mano derecha y le arrancó el yelmo a su compañera. Este cayó al suelo y rodó hasta colocarse al límite de la tienda, dejándose reflejar los rayos de sol sobre él y fundiéndose con el oro hasta derretirse en el propio suelo de tierra. El cabello gris y plateado brotó allí donde desapareció la armadura, dejándose caer hasta por debajo de sus orejas. Tenía un aspecto rudo y las cicatrices y las marcas de guerra cuadriculaban más su figura. Realmente era fácil confundirla con un hombre afeminado ya que sus rasgos tampoco eran exagerados. Él solo pudo darse cuenta al contemplarla quitando las vendas que apretaban sus pechos, húmedas de sangre ajena y propia. No parecía un método demasiado sano para su cuerpo a la hora de pasar desapercibida.

—Déjame seguir luchando, por favor. No me interesa quedarme en casa siempre, cuidando la población si vosotros no estáis. Solo quiero vivir grandes aventuras, proteger mi polis como una espartana que soy y, en definitiva, quiero recibir el mismo trato que un hombre y poder decidir por mí misma.

A pesar de lo firme y tajante de sus palabras, el miedo seguía presente. ¿Cómo no sentirlo tras demandar algo tan absurdo y lejano como las costas de Creta?—. No has nacido en la época adecuada, Zenn. Nunca conseguirás nada de lo que te propones.

—¿Y qué más puedo hacer que negarme a aceptarlo?

El silencio se instaló entre ambos y creyó que ella se rendiría de una vez. Mas solo recuperaba fuerzas y voluntad para seguir intentándolo con todas las posibilidades que estuviesen en su mano.

—¿Qué te crees que haces, Zenn?

—Supongo que no aceptarás ninguna súplica solo por lástima. Y... quizá me hicieses más caso si tú también recibes una compensación por ese riesgo —Aquella mujer de hierro y sangre se había pegado a su cuerpo y enterrado una mano entre sus ropas para agarrar su miembro—. Venga, Crocodile...; sé que lo estás deseando.

—¡Sucia puta descarada! —De un empujón la mujer salió despedida hacia el suelo. No podía controlar su propia furia; aquello había sido sobrepasarse, y por mucho. Notó su respiración acelerada, cómo algunos mechones negros se desprendían de su coleta y bailaban al ritmo de la ira contenida en su mandíbula. Zenn lo observaba con pánico y arrastrándose hacia atrás en aquel cubículo—. Y yo que me había tomado las molestias de mantener esta conversación en privado para que nadie más de esta división pudiese saberlo... Ni siquiera mereces el que te siga hablando ahora mismo, ramera, pero te dejaré bien claro lo que pensaba hacer —Crocodile se agachó a la altura de la joven, que se había congelado en su lugar en cuanto regresó su voz fría, ronca y devastadora—. Iba a convertirte en mi escudera, Zenn. Iba a permitirte seguir luchando mientras durase la guerra con Atenas y proteger tu identidad. Solo por este viaje, por esta última vez, te permitiría salir del gineceo y acabar lo que habías empezado. Pero ahora ya no mereces nada. Ni siquiera te vuelvas a atrever a pronunciar mi nombre si no quieres que te atraviese la lengua con tu espada, ¿lo has entendido?

El cabello plateado se enredó en las pestañas largas y húmedas que protegían sus ojos llorosos. Ella sabía que había cometido un gran error al ponerlo al nivel de cualquier griego común, como si no hubiese una relación de confianza con él y una vía diplomática en desarrollo—. ¡Lo siento! Lo siento mucho...Yo... no debí...

—Ahora ya no puedes solucionar nada —le espetó antes de erguirse de nuevo y pasear por la tienda, ida y vuelta encadenándose—. Solo eres una molestia, un gran dolor de cabeza inútil y sin futuro. No me hagas perder más el tiempo contigo y márchate. Necesito serenarme para planear con claridad —Ante sus continuos tartamudeos, Zenn prefirió callar y asentir para no irritarlo más, dejándolo solo con sus pensamientos.

La mejor parte de aquel asunto era la existente atracción hacia aquella mujer que siempre había sentido. Incluso cuando creía que era un hombre. Controló sus deseos de forma irreprochable, pero en unos segundos todo su cuerpo se había paralizado y observado expectante la dureza y precisión de aquellos dedos subiendo por sus piernas hasta conseguir quebrar su límite. No podía mirarse a la cara de solo pensar en haberse sentido dominado por otra persona.

—Zenn, ¿puedes dejar de alterarme de esta forma...?

Con aquella conversación y aquel acto la situación se había trastocado. Ahora ya no podía prometer que era inmune a sus encantos.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora