Kiku

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Sus manos.
Kiku x OC.
AU contemporáneo.


Lo peor de los grandes proyectos de la universidad a veces no era el proceso de redacción o investigación, sino la propia búsqueda bibliográfica que arrastraba a los estudiantes de recepción a la mesa, una vez tras otra, cargando lotes de libros pesados y que, con suerte, tendrían quince páginas de información aprovechable.

Aquella mañana, Kiku recordó por qué nunca había ido sola a recoger los libros para todo su grupo de estudio. El peso y el grosor de los tomos le dificultaba bajar las escaleras, por lo que, como un cruel presagio, contempló cómo la torre se derrumbaba entre sus brazos. Alcanzó a atrapar algunos, pero el estrépito que provocó llamó la atención de algunos de los estudiantes madrugadores. La mujer apretó los gruesos y rojos labios, queriendo contener una réplica a aquellas miradas asesinas que no parecían comprender que no lo había hecho a propósito.

Pero, por suerte, no todos eran igual de irritables. Un joven, al pie de las escaleras, avanzó en su dirección y, sin intercambiar palabra, se agachó y recogió junto a ella aquellos libros que se habían derramado por los escalones. Recordaba haberlo visto antes por allí, siempre con aquella mueca seria y fría que lo hacía ver tan inabordable que incluso intimidaba. Solo lo había visto, en aquellas pausas entre hora y hora de estudio en las que se entretenía intentando averiguar qué estudiaba cada uno de los que poblaban la zona de estudio, con una persona, y se parecía tanto a él -a excepción de tener el cabello rojizo y él de un azul oscuro- que no dudaba que eran familia. A pesar de su aura intimidante, había resultado ser más amable que el resto de los presentes.

-Muchas gracias... -susurró, intentando no alzar la voz en mitad de la biblioteca. Aquellos ojos dorados y firmes se clavaron en los suyos, negros y curiosos, durante unos segundos, pero rápidamente asintió y, tras llegar ambos a la planta inferior, cada uno tomaría su camino.

Kiku no pudo evitar fijarse en sus manos cuando le entregó el último libro. Eran grandes, gruesas y fuertes, llenas de venas marcadas que se perdían más allá de la manga de su camisa de cuadros azules y blancos. El tacto, en aquel pequeño roce de intercambio de peso y responsabilidades, había sido seco, quizá calloso. Y no le encajaba con un hombre que parecía tan caballeroso.

Ni siquiera sabía su nombre, pero la curiosidad por saber más de él ya lo había atado a su destino.

Como aún era temprano, se propuso estudiar durante algunas horas, pero después de un par ya se sintió fatigada y exhausta; no había comido casi nada en el desayuno, solamente las sobras de la cena del día anterior. A Kiku se le ocurrió que, ya que se encontraba fuera de casa, podría acercarse a alguna tienda y comprar algo de carne para preparar una buena comida que pusiese felices a su madre y a su hermano. Bien sabía que ella merecía una alegría como aquella con lo enferma que se sentía últimamente...

Y por lo tanto guardó en una bolsa como bien pudo los libros de la biblioteca y emprendió la marcha al exterior. Nunca había buscado una carnicería por la zona, así que debería fiarse del instinto de sus piernas al recorrer aquella ciudad adoquinada. Como hacía una mañana refrescante, con el cielo despejado y una ligera brisa como escudo del calor que brotaba de los rayos de sol, el trayecto era gratificante. Si obviaba el peso sobre sus hombros, claro.

Cuando por fin encontró una, observó desde la cristalera cuáles eran los precios habituales del local. Entre la lista infinita de carteles escritos con una letra preciosísima, apenas se podía distinguir el interior del local, pero aquella cabellera azul le era inconfundible. El extraño que la había ayudado en la biblioteca se encontraba allí y, lo que era más curioso, estaba al otro lado de la barra.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora