Oven

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El misterio.
Oven x OC.
AU Contemporáneo.

-Sírveme otra, Thomas.

-Ahora mismo.

Oven observó con interés las últimas gotas de cerveza que se arremolinaban al final de su jarra. ¿Cuándo había empezado aquella rutina de visitar el bar después de salir del trabajo? Recordaba que había conocido el local por sus mellizos, con quienes salió a tomar algo después de una reunión exitosa que les otorgaría unos grandes beneficios de ventas, pero no cuándo. Aquello se había repetido una vez a la semana, pero pronto sus hermanos tuvieron cosas pendientes y los horarios no habían encajado para aquellas aventuras.

-Toma.

Sus ojos azules se cruzaron con los marrones de Thomas, el dueño del local. Su barba era tan tupida como la suya, pero tan castaña como el resto del vello de su cuerpo. Por otro lado, Oven era una extraña mezcla de rubios, de forma que su barba era tan clara como el sol, sus cejas del color del oro y su cabello estaba cubierto de fuego. Sin duda, el verano no le sentaba bien; el cielo pretendía ignorar que era pelirrojo cada vez que se separaban dos nubes.

-Gracias.

Y el dueño del local se alejó para atender a otro cliente. Oven frunció el ceño, sin importarle todas las arrugas que se estaban acumulando en su frente por hacer aquel gesto. Él había comenzado a acudir por su cuenta a aquel bar todos los viernes. Y no había otra razón que el hombre que se encontraba a su lado. Había sentido curiosidad por él desde el primer instante: moreno, adusto, extranjero.

Todo en él gritaba exotismo y un pasado desconocido que, aunque jamás le importó el de nadie, llamaba su atención. Además de su aspecto, su acento era peculiar y su forma de tratar a los clientes era más distante y severa. No temía intercambiar unas cuantas palabras con algún cliente, pero tampoco lo buscaba. Se situaba allí en medio, con una paciencia encomiable, y esperaba a que alguien le pidiese algo, sin necesidad de entretenerse con algo más que no fuese buscar un canal de televisión que transmitiera lo que le gustaba a su público.

Thomas era alto, aunque no tanto como él. Sus hombros eran igual de anchos y sus brazos estaban tan musculados que las venas se hinchaban cada vez que levantaba algo de peso. Su cuello también se tensaba con facilidad, pero apenas era perceptible bajo aquella maraña de barba que cubría su fuerte y prominente mandíbula.

A Oven le resultaba intrigante, como si su aspecto no coincidiese con su trabajo o como si su cuerpo y mentalidad de hierro tuviesen más posibilidades en la vida que ser un don nadie en un bar en el centro de la ciudad. Sus ojos, inmutables, muchas veces estaban perdidos en el infinito, sin nada que pudiese estar a la altura de sus expectativas y siempre indiferente ante todo lo que se sucedía ante sus ojos. Nada le parecía relevante y Oven no recordó haberlo visto reaccionar demasiado en ninguno de los días que estuvo allí. Hasta que ocurrió.

Se presentaba una noche como otra cualquiera. Oven apuraba su tercera cerveza, consciente de que tenía cosas pendientes al día siguiente como para trasnochar. Además, aquel día ya le había prestado más atención de lo normal al dueño, por lo que ya no merecía pasar más tiempo allí tras tales imprudencias.

-Esa pandilla de hippies descerebrados... -gruñó Thomas. Oven alzó la cabeza hacia él, sin tener demasiado claro que aquello hubiese salido de su boca a pesar de su acento.

Y allí estaba, con el ceño fruncido, los labios apretados y un torrente de odio cargado en sus ojos castaños. Oven vio en su dirección, hacia la televisión encendida. Estaban dando una entrevista en las noticias: un grupo de activistas trataban de reclamar el desmantelamiento de una gran fábrica local, alegando que esta destruía el ecosistema y lanzaba sus residuos al mar.

-Seguro que no han trabajado en su vida esos niños -escupió con asco. Oven tardó en darse cuenta de que hablaba con él ya que estaba delante, aunque sus ojos seguían fijos en los protestantes-. ¿Te parece normal que hablen así como así de echar a tantas personas de sus puestos de trabajo? ¡Familias y familias sin un sustento!

Oven no guardaba ningún interés por aquella noticia. Por mucho que en su empresa se tratase el tema de reducir la huella de ozono del ser humano y evitar el cambio climático, no era una prioridad que pudiese anteponerse a la producción masiva.

-Por mucho que protesten, solo son unos cuantos. Lo suyo no tendrá futuro.

Thomas bajó la mirada por primera vez y le dedicó una mirada analítica. Oven no es que fuese precisamente un niño, así que esperó con una ceja levantada a que dejase de observarlo. Entonces el moreno asintió y volvió a fijarme en la televisión-. Tienes razón. Una pandilla de idealistas no va a conseguir nada en la vida.

Su tono de voz era imponente, férreo y no daba lugar a discusión. En cierto sentido, le recordaba a sí mismo y a lo fiero que podía llegar a ser cuando era necesario. El hambre salvaje en los ojos de Thomas no era algo que se encontrase habitualmente. Y Oven no pudo evitar preguntarse de nuevo qué hacía alguien tan especial en un trabajo tan simple como aquel.

Mas no preguntaría por el tema, no. Cada uno era dueño de su propia vida y de ninguna más -por lo menos teóricamente- e inmiscuirse en asuntos ajenos solo demostraba un exceso de interés que Oven jamás demostraría. No importaba cuánto lo atrajese su aspecto o lo satisfecho que se había sentido ante aquel intercambio casual; como uno de los hijos de la señora Charlotte, la empresaria más poderosa del país, no pensaba inclinarse ante nada ni nadie.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora