Franky (2/2)

430 26 2
                                        

Años después.
Franky x Rina.

La primera vez que descubrió lo que se escondía en la grupa de Zunesha pensaba que ya nada podía ser más fantástico. La tribu de los mink lo impresionó todavía más al ser tan hospitalaria y, para acabar de extasiarlo, se encontró con la persona que menos se imaginaba cruzarse en aquella isla vagabunda.

Incluso después de haber vivido tantos extraños momentos como los compartidos con Señor Pink o los que conocía de segunda mano como el reencuentro de Luffy y su hermano Sabo, Franky seguía siendo capaz de sorprenderse y emocionarse.

—El mundo es una caja de sorpresas, ¿eh?

Estaban en medio de un tramo de un bosque cualquiera. Franky había salido a dar una vuelta tras reencontrarse con los demás miembros de la tripulación de los Sombrero de Paja. El aire era suave y húmedo. Las lianas y las ramas se desplazaban y abanicaban a los que caminaban a aquellas horas de la tarde por allí. Y ella estaba sentada sobre las musgosas raíces de un árbol centenario.

Su voz era grave, gruesa y divertida. Era una mujer de tez oscura, pelo corto y negro, pequeñas pecas por la nariz recta y corta y ojos castaños almendrados y rodeados de largas pestañas. Era robusta, de manos enormes escondidas tras unos guanteletes metálicos y un uniforme militar gris demasiado invernal para el calor que hacía allí. Aunque él tampoco podía decir mucho porque siempre iba sin ropa a pesar de hacer frío.

—Y tanto. ¿Quién diría que ahora podría verte por encima del hombro, nena?

—Oh, ¿superas los dos metros y medio y ya te envalentonas? Creo que necesitas una toma a tierra, robot de hojalata...

Y ambos chocaron sus nudillos cuando se pusieron al mismo nivel. Un sonido metálico resonó entre los tendones de sus dedos, pero a nadie pareció dolerle. Se sonreían y admiraban el nuevo aspecto de aquella persona que había parecido tan débil en el pasado. O por lo menos así se imaginaban a sí mismos con años de experiencia a la espalda.

—Ha pasado mucho tiempo, Rina. ¿Qué haces ahora para encontrarte en el lugar más recóndito y perdido del Nuevo Mundo? ¿Vas a prepararles un nuevo bastión a los minks?

—Aunque hubiese tiempo para ello, ni tengo los materiales adecuados ni puedo subirlos al elefante —se limitó a contestar ella cruzándose de brazos. Por la respuesta recibida, ella ya lo había estado pensando en algún momento. A Franky se le escapó una sonrisa por los viejos recuerdos de su primer encuentro en un concurso de construcción—. Soy la portavoz de una de tus alianzas, la Flota Maestra. Ya que mi capitán no puede estar aquí, yo informaré de los hechos a una parte y a otra. Al ser ilocalizable cualquier llamada que provenga de mí o reciba, soy la mejor carta que pudo ofrecer para compensar su ausencia.

—¿Ilocalizable por qué? ¿Sabes algún método nuevo para trastear con los den-den mushi?

—Oh, no. Simplemente me comí la kikai kikai no mi y ahora soy una mujer máquina. Mis frecuencias no tienen nada que ver con las animales y puedo modificarlas a mi antojo.

—¿No te compensaba más convertirte en ciborg y así conservar la capacidad de nadar? Sería prácticamente lo mismo, idiota.

—Ah, así que me llamas idiota. ¿Piensas que tienes más posibilidades en combate que yo, entonces?

—En combate no sé, pero es poco práctico en el día a...

—Puedo volar.

—¡¿Qué?! ¡Venga, hazlo ahora! Quiero ver cómo funciona esa fruta tuya.

Rina se rio, con un gorgorito que terminó en un par de ocasiones con un ronquido. Había deshecho su postura y puesto las manos sobre sus caderas. A pesar de su aspecto hostil y rudo, continuaba pareciendo natural escucharla reír. Y dulce, muy dulce—. Sigues siendo como un niño juguetón, ¿eh? Parece que la vida pirata no te ha afectado en ese aspecto. Oh, Franky..., ¿tanto me echabas de menos que decidiste hacerte pirata para poder acercarte a mí de nuevo?

—¿Por qué tendría que necesitar hacerme pirata para eso? —preguntó inocentemente.

—Por una simple razón: competir por quién hace más famoso a su capitán y lo lleva a la gloria.

—Nah, Rina. Nunca intentaría una competición como esa. Al fin y al cabo, pertenezco a la tripulación del futuro Rey de los piratas. ¿Qué puedes hacer tú contra eso?

—La recompensa por mi cabeza es de 150 millones y me he agenciado un Pacifista en Marineford.

—Mi recompensa es de 89 millones y puedo disparar el rayo de Vegapunk.

—¡Eh, eso es increíble!

—¡Lo mismo digo, baby! Te has vuelto una mujer dura de pelar. —Rina sonrió orgullosa ante aquellas palabras, pero no con ello detuvo sus elogios para con su compañero. Era como transportarse de nuevo a aquellos años en que eran simples civiles, aunque cargasen sobre su espalda el mayor de los pesos—. ¿Al final era nuestra espeluznante romanticona la persona que te salvó la vida y te ofreció convertirte en pirata? Pensaba que era alguien mayor que tú.

—Oh, ella no es. La persona que me entregó al mar es... alguien completamente diferente. —A pesar de lo dura que podía llegar a ser, aquel tema parecía emocionarla siempre. Sus ojos castaños brillaban y destacaban en medio de la negrura de su tez—. Con ella crecí, aprendí que la legalidad no era lo mismo que la justicia y me encontré a mí misma. Dejé de pensar en el "qué dirán" y actué como consideré conveniente. En ella... conocí mi primer amor. —Se le escapó una sonrisa tierna que no encajaba en su rostro por completo, pero no dejó de parecerle bella al mismo tiempo—. Al final las cosas entre nosotras no acabaron como se esperaba y la situación se volvió un tanto incómoda, por lo que... entré en la Flota Maestra. De por medio hubo ciertos disgustos y asuntos pendientes, pero no voy a entretenerte con asuntos aburridos que yo no debería contarte. Mi excapitán y mi capitán ya mantenían una alianza por aquellos tiempos, así que nunca hubo ningún tipo de problema. Por lo menos ninguno importante. A día de hoy, sigo manteniendo el contacto con ella.

—Bueno, menos mal. Cosas que pasan. —El ciborg palmeó su hombro aunque no le hubiese pedido consuelo en ningún momento. Rina tampoco hizo el amago de apartarse o molestarse—. ¿Y ahora estás a gusto aquí, con nuestra aterradora aliada?

—Sí, la verdad. Mi capitán no podía ser mejor. Gracias a ella he vuelto a ejercer y, de hecho, ahora soy la líder del equipo médico de la Flota Maestra, tras abandonar mi posición como tercer comandante. Ha sido un camino largo e... incierto, pero no me arrepiento de nada. He sabido sobrepasar todos los obstáculos y ahora tengo claro cuál es mi mayor objetivo: verla llegar a lo más alto.

Mientras decía aquella última frase, su vista ya no estuvo posada sobre Franky sino en el cielo rojizo que se lograba vislumbrar entre el follaje parduzco de la zona. El ulular de algunos pájaros no identificables les resultó embriagador y prefirieron quedarse en silencio escuchándolo. En sus rostros se teñía una sonrisa trigueña y un recuerdo lejano.

—Me alegro mucho por ti, Rina. Te lo merecías. Y mereces.

Los ojos negros bajaron a los castaños y los castaños a los negros. La sonrisa no se apartó de sus labios, al igual que la calidez de la cercanía del otro. Era una bonita tarde para un reencuentro y unas miradas tórridas.

×××××

Al final no metí nada erótico porque me sigue sin pegar con ellos algo que no sea dulce y juguetón, la verdad. Reencontrarse y ya acostarse me parece demasiado brusco para su forma de interaccionar, la verdad, JAJAJA. No tengo palabra, wey.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora