Cavendish

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Colaboración.
Cavendish x OC.
AU contemporáneo.

Incluso después de pasar toda la tormenta, Cavendish seguía sin comprender qué había ocurrido de verdad. David Sheffield, un youtuber de tres al cuarto que ni siquiera llegaba a los cien mil seguidores, le había pedido una colaboración. Y él, como ser confiado que adoraba la alabanza implícita detrás de aquella acción, no se lo pensó mucho.

Y después comenzó a investigar su trabajo. Se dedicaba sobre todo a grabar la vida callejera y artística de la ciudad. Así, se podía encontrar desde surf y skate a grafiti y rap, pasando por breakdance y baile funky. Y en aquel último punto entraba él para conectar con su contenido. Era bien conocido que le gustaba la pintura, la fotografía, hacer senderismo y descubrir el propio paisaje urbano pero, sobre todo, su contenido giraba en torno al patinaje artístico, el baile de salón y el tango. De hecho, podía practicarlos y se consideraba bastante hábil.

Oh, ese había sido su mayor error. Si no hubiese mencionado su habilidad artística no le hubiese pedido colaborar en un proyecto en el que pretendía unificar un estilo de baile como el funky y otro mucho más conservador como el tango. Innovador como nunca había visto en la plataforma, pero también era confuso, agotador e irritante. Tuvo que recibir órdenes de aquel joven enérgico, bronceado y fornido que no paraba de moverse de un lado a otro, como si tuviese alguna clase de trastorno o se hubiese bebido cinco cafés seguidos. ¿Por qué alguien de tanta belleza, con aquel pelo largo, rubio y bien cuidado como pocos, ojos azules resplandecientes y brillantes y aquel porte magistral debía juntarse con él? Solo era un hombre mediocre como cualquiera: cabello castaño desordenado que le llegaba por los hombros, ojos pequeños y también castaños, barba incipiente que lo dejaba ver como alguien muy descuidado, postura erguida y vanidosa…

Le costó mucho tiempo adaptarse a aquella situación. Alguien tan enérgico, hablador y molesto no encajaba con su calma y presunción, por lo que acabaron haciendo más tomas de los que un rodaje normal de un baile debería llevar a cabo. Una vez que había dado su palabra, cualquier negativa sería tachada de ineptitud y cobardía. Y esa habladuría no se la permitiría a nadie.

Después de todo aquel proceso engorroso, quedaba el punto final en la grabación: presentar la obra en el clásico fondo con pósteres de películas de David. Por lo menos vivía solo —aunque con un compañero de piso— y no debía afrontar alguna patética escena familiar.

—Tras combinar las coreografías y hacer el baile final, puedo asegurar que esta ha sido una experiencia increíble —comentó David con la vista fija en el objetivo de la cámara. Cavendish no se había dado cuenta de cuándo había comenzado a hablar—. Os va a encantar lo que ha salido de aquí; os aseguro la calidad de lo que vais a ver a continuación —Se estaba echando hacia adelante en el sofá blanco del salón, absorbido por sus propias palabras y emocionado como un niño. De repente, se giró hacia él y le dedicó una gran sonrisa—. No es necesario que os recuerde la calidad artística de Caven, pero creedme cuando os digo que merece toda su fama.

Aquellas pequeñas palabras de gratitud y admiración habían conseguido llegar por fin al corazón del rubio, que se debatía entre la ternura y el orgullo, al conocer el auténtico aprecio que le tenía y que no quería, simplemente, aprovecharse de su fama para conseguir abrirse un hueco mayor en el mundo de YouTube.

—Que, por cierto, pensamos seguir colaborando y haciendo vídeos juntos. ¡Y mucho más pronto de lo que os podáis imaginar!

—¿Qué? —Un gallo. Cavendish tuvo que carraspear para recuperar su dignidad y que su enfado tuviese mejor apreciación—. ¿Qué se supone que estás diciendo, David? Nunca he accedido a volver a verte siquiera.

—¡Oh, vamos, será divertido! Por lo visto congeniamos bien y me has parecido un buen tío. ¿Cuál es el problema?

Para comenzar, su consentimiento; para continuar, toda su persona—. ¿No te das cuenta de que una estrella como yo está ocupada y tiene sus propias cosas que hacer en lugar de un teatrillo como este?

—Ah, me había olvidado de que a los famosos siempre les ofrecen proyectos —Se rio en medio de una disculpa implícita que no le bastó a Cavendish para apagar su malestar—. Pero, de todas formas, ya encontrarás el hueco, hombre. Y ahora ven y ayúdame a seleccionar las tomas de la interpretación para el vídeo.

El rubio solo quería marcharse y dejarle en claro que a partir de aquel momento sus caminos se separaban, pero su propia egolatría lo obligaba a analizar los planos y dictar consejos rápidos al moreno. Solo le faltaba que eligiese los enfoques que menos justicia le hacían a su bello rostro… Así, se quedó a su lado observando cómo trabajaba, sin abandonar su ceño fruncido por simple cuestión de dignidad.

Debía admitirle algo, y era el duro y arduo trabajo que pasaba a la hora de editar todo el vídeo. Controlaba unos elementos técnicos impresionantes y tenía una intuición y un talento naturales para aquella clase de trabajos. De hecho, no se había cuenta hasta ese mismo instante de la potencia del baile funky de David y lo bien que se coordinaba con él en toda la grabación. De hecho, aquella combinación tan explosiva no resultaba chocante o agresiva, sino que estaba dotada de una organicidad que nunca había podido imaginar.

Lo que estaba descubriendo, aunque lo hubiese llamado “intuición” o “talento”, no era nada más y nada menos que un esfuerzo constante por ofrecer el mejor contenido a la plataforma y sus seguidores. Nunca se saltaba ningún paso para acabar antes, sino que poseía una paciencia asombrosa que no coincidía con la electricidad que siempre lo poseía. No se volvió a quejar en todas las horas que duró el proceso; sentía que se lo debía solo por despreciarlo y juzgarlo sin conocer nada de él.

¿Cómo era que existía gente así? Podías enfadarte, gritarle de todo y desprestigiarlo, pero se mantenía en pie y con aquella sonrisa divertida. Nada lo afectaba y solo respondía con buenas palabras aunque se pusiese lo más agresivo que se permitía ser para mantener su imagen. No; no lo comprendía, pero al ver aquellos mediocres ojos castaños iluminados por la pantalla de su ordenador, se sentía abrumado y absorbido, como si una química extraña lo atrajese a aquella estampa tan profesional. Obviamente, no pensaba admitirlo, pero quizá no estaría tan mal colaborar de nuevo…

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora