Marco

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Mal despertar.
Marco x OC.
AU contemporáneo.

El móvil saltó en la cama con la potencia de Alice in Chains. Al mismo tiempo, Marco y Diana también saltaron pero del susto.

—Joder, no me acordaba de que tenía la alarma puesta... —murmuró la mujer tras conseguir tantear el móvil y apagar ese sonido infernal. Soltó un gimoteo lastimero y se retorció entre las sábanas en busca del calor que emanaba el pecho desnudo de su novio. Recorrió con sus dedos aquel tatuaje azul que se parecía a una extraña ancla y se acurrucó junto a él. Ya de forma instintiva, el adulto apartó el brazo y lo usó para rodearla y evitar que se deslizase hacia abajo. El olor a cítricos y madera que desprendía su piel no desaparecía aunque no se hubiese echado perfume desde el día anterior. Ella esbozó una breve sonrisa con sus labios rosados y secos antes de decir—: Me encuentro fatal, Marco... ¿Puedes levantarte y traerme algo de beber y una aspirina, por favor?

—Yo también estoy destrozado, la verdad —gimió Marco, todavía con los ojos cerrados y una carraspera que agitaba la cabeza mareada de su pareja—. Creo que ayer nos pilló el frío...

—No me digas... —Ella suspiró y rodó hacia un lado. Cuando notó el borde de la cama, se detuvo—. Levántate, anda. Alguien tiene que hacerlo.

—¿Y por qué no tú? Te veo bastante despejada si ya estás tan mandona.

—Oh, esto es un talento natural. No creas que necesito fuerzas para ello. La única razón por la que no me burlo de ti en sueños es que quiero conservarme hidratada y no me apetece malgastar saliva si no puedes escucharme. Mira cómo me dejaste los labios en carne viva de mordérmelos tanto... Creo que merezco una compensación.

La risa ronca de Marco resonó a su lado, pero ella no tenía ganas de hacerse la ofendida—. Está bien. Supongo que hoy te toca hacer el papel de damisela en apuros, Diana —La nombrada escuchó el jadeo de molestia de su novio cuando se levantó y buscó sus zapatillas.

—Pareces un viejo con esa voz —se burló.

—Pues a este viejo a lo mejor no le apetece alimentar a la bestia ahora...

—No te hagas el difícil, Marco. No te pega.

No necesitó verlo para saber que se estaba yendo del dormitorio negando con la cabeza y refunfuñando. Por mucho que se burlase, Diana debía admitir cuánto quería a ese hombre. Llevaban ya cinco años juntos, pero fue como vivir una segunda juventud. Los treinta y tantos años no pesaban si al lado tenías a alguien que te hacía amar la vida. O por lo menos hasta que despertó esa mañana. En esos momentos solo deseaba estar muerta.

—Abre los ojos, anda. Tienes más legañas que el gato del vecino.

Diana rezongó un rato más en la cama mientras se adaptaba a la luz de la mañana. Por lo visto tampoco habían bajado la persiana cuando regresaron a casa. Realmente eran un par de idiotas acelerados... El olor del café la motivó y abrió los ojos por fin.

Marco estaba sentado en el borde de la cama con una sonrisa soñolienta que le tiraba de las arrugas en la comisura de los labios que tantas veces había recorrido con sus dedos entre bromas e insinuaciones. Sus ojos turquesas parecían más negros que nunca por el contraste con las pestañas rubias que aún luchaban por unirse. Por lo menos su cabello rubio y puntiagudo siempre estaba desordenado y no llamaba tanto la atención.

—Toma —Sobre sus manos llevaba una bandeja con dos cafés, algunas magdalenas de bolsa y un par de mandarinas. La puso sobre la mesa de noche y comenzó a soplar la superficie de una de las tazas de porcelana antes de ofrecérsela. Luego agarró una mandarina, la peló y comenzó a comérsela—. Lo siento, pero no quedan aspirinas ni nada que valga la pena para esto. Tendremos que resistir como en los viejos tiempos.

—¿Bebiendo hasta perder el sentido?

—Estaba pensando en algo más... tórrido —Y antes de que pudiese replicar trepó por su cuerpo hasta tumbarse a su lado. Las zapatillas salieron volando y sus musculosos brazos rodearon su cintura y besaron su nuca—. El calor humano hace milagros, ¿no crees? —Y sus gruesos dedos escalaron por su vientre hasta enterrarse debajo de sus pechos. Podía notar el olor de la fruta ascender entre sus senos.

—¿Estás cómodo?

—Mucho —susurró en su oído. Aunque quería burlarse un poco más de él, el calor de su respiración hizo que su cuerpo se estremeciese—. Come cuanto quieras, cariño. Yo me quedaré aquí un ratito.

—¿Entonces te encuentras mejor?

—Sí; gracias por preocuparte por mí.

—No, era para que bajases a la farmacia de la esquina a por algo para mí, listillo.

—Agh, ¿me vas a tener de esclavo todo el día, Diana?

—Te recuerdo que si estoy enferma es por culpa tuya y tu emoción del momento queriendo que tuviésemos sexo al aire libre. Quien se tuvo que quitar la ropa no fuiste tú, amigo.

—Oh, pero si a ti te daba morbo... —protestó contra su espalda.

—Los callejones perdidos no son precisamente los lugares más higiénicos del mundo, Marco. Como buen médico debiste cuidar de mi salud en vez de dejarte llevar por el deseo que sientes por mí  —Sabía que su tono impertinente sacaba de quicio a Marco, pero este solo gruñó sobre sus omóplatos y se quedó allí enterrado.

—Luego no te quejes de que no añado emociones nuevas a la relación, ¿eh? Maldito sea el día en que me fijé en tus ojos azules...

—No te hagas el romántico, que ambos sabemos que lo que me mirabas era el trasero.

—Bueno, cuando no podía ver una cosa podía ver la otra... Todo ventajas.

Aquel comentario sacó una sonora carcajada a Diana y Marco se levantó de medio lado para poder verle la cara de frente—. ¿Cuántas veces te he dicho ya que deberías reírte más? Estás muy guapa cuando lo haces... —Y mientras se lo recordaba, apartó uno de sus mechones celestes y lo puso detrás de su oreja. Como tenía el cabello corto, era difícil que se quedasen allí, pero seguía haciéndolo igual en alguna clase de ritual entre ellos.

—Sabes que no me sale.

—Pues las sacaré yo a la fuerza siempre que pueda —Y besó sus labios con ternura. Diana se sintió reconfortada por aquel detalle y se permitió sonreír y pegar su frente a la suya durante unos segundos. Antes de apartarse y estornudar hacia un lado, claro.

—En serio, Marco, ¿podemos dejar el romanticismo para otro momento? Necesito tomarme algo para la gripe o lo que sea que tenga ahora...

—Casi parece como si tu propio cuerpo tuviese alergia al amor, cariño —bromeó. Buscó con la mirada las zapatillas y volvió a ponérselas para bajar a comprar.

—No, Marco —respondió Diana unos segundos después tras un rato pensándolo. Su novio se giró hacia ella con un gesto confuso—. Si de verdad tuviese alergia al amor, ni siquiera podría estar cerca de ti sin morir.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora