Nami

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De perros y gatas.
Nami x OC.
AU.

Esta vez obtendría un buen botín, podía notarlo. Sus instintos nunca la habían decepcionado, y al descubrir esa vieja casa de piedra en las afueras de la ciudad, supo que le había tocado la lotería.

La inspeccionó durante un par de días. Además de un hombre adulto, solo había un perro en el jardín, sin ningún tipo de seguridad especial. Iba a ser pan comido. El sigilo era su punto fuerte.

A la noche siguiente, tras esperar a que apagase las luces, decidió moverse. La verja de la finca era lo más fácil y en un movimiento de ganzúa ya estaba a su merced. La mascota tenía su caseta frente a ella, y era imposible de evadir para forzar la entrada, al no haber otra que no fuese aquella a la que se accede por el garaje. De todas formas era un labrador, aunque fuese tan enorme. Como estaba dormido, hizo caso omiso de él mientras se aproximaba a la puerta. Luego, de una mochila azul celeste que traía, abrió un envase hermético y sacó un gran pedazo de carne bañado en salsa barbacoa. Lo lanzó en dirección contraria a la puerta, por si se despertaba, que el olor lo distrajese. Ya estaba acostumbrada a tener que alimentar como un animal a su exnovio, así que tratar con un perro le reducía bastante el peso a cargar.

Aprovechó para sacar una pequeña linterna y unas ganzúas y ponerse manos a la obra. Echó un vistazo alrededor y puso el oído, pero seguía todo en calma. Sonrió orgullosa y se motivó para ser aún más silenciosa al cruzar la puerta. Esta tenía todas las papeletas para chirriar en cuanto la intentase mover, por lo que usó un botecito de aceite en las bisagras.

Gracias a sus esfuerzos, pasó sin ninguna sorpresa hasta el recibidor de la casa. Por fuera podría no parecer la gran cosa, pero al identificar madera de ébano en los muebles confirmó que su olfato seguía siendo tan bueno como siempre. Y comenzó a desvalijar como si no hubiese un mañana. Al subir al primer piso, encontró un pequeño salón y una habitación cerrada, ambas salas suponía que abuhardilladas, por lo cerca que estaba el techo.

Aquel debía ser el cuarto del hombre, por lo que se reusó a entrar, esperando encontrar algo más en el salón. De todas formas, iba bien surtida.

Para su desgracia no había nada llamativo y la televisión era demasiado grande para transportarla, por lo que redujo sus esperanzas. En el pasillo había olvidado revisar los armarios, así que inspeccionó por arriba. Y se encontró con un par de pistolas y bastantes cargadores. Tragó saliva y decidió marcharse de una vez, por si acaso.

Cuando llegó a la puerta principal sintió que se le quitaba un gran peso de encima y cargó con todo el material que podía en las bolsas que había traído. Volver a respirar aire puro fue una bendición y se permitió suspirar.

—¿Ya ha pasado todo?

—Sí; menos mal… —Recargó la mochila en su espalda para estar más equilibrada. Y ahí se dio cuenta.

—¿Te pasa algo? Ni que hubieses visto un fantasma…

—¡Me has visto! ¡Me estás viendo!

—Sí, efectivamente; tengo ojos y los estoy usando —respondió. Ese era el hombre al que le estaba robando.

Se le doblaron las rodillas de la impresión y todas sus pertenencias (si las de ella o las de él, yo no voy a juzgarlo) fueron desperdigadas por el suelo del jardín. Quiso decir algo para defenderse pero ni le salían las palabras. Temblaba de puro miedo.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora