Roger

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El popular y el rebelde.

Roger x Tenma.

AU escolar.

—¿Has visto a Roger, el chico nuevo? ¡Ya lo han fichado en el club de tenis! Y yo que quería invitarlo a natación...

—¡Roger es increíble! ¡Una pelota en nuestro partido de fútbol salió volando e iba a golpear a un perrito y él la atrapó en el aire!

—¿Sabes qué es lo último? El club de debate. Por lo visto Roger ha conseguido ponerlo de moda de nuevo. Quizá yo también pruebe suerte.

Había pasado solamente un semestre, pero Tenma ya se había cansado de escuchar aquel nombre en todas partes. Aquel joven se había cambiado de instituto aquel año y, de alguna forma, se había convertido en la estrella que se mantenía en la boca de todos y dictaba qué era aceptable y qué no.

Bueno en los deportes pero inútil en el escuela. Bruto de mecha corta pero sociable hasta el punto de la adulación. Ellos ni siquiera compartían clase pero ya conocía todas sus anécdotas y el sonido incordiante de su risa al fondo de un pasillo que de repente resultaba demasiado estrecho.

Tenma entre todos los alumnos del instituto era el único inmune a los grandes actos heroicos y las nuevas modas pasajeras. No se dejaba guiar por las multitudes ni por la fama y, de hecho, siempre disfrutaba de hacer lo contrario a lo que le ordenaban. ¿Para qué iba a iba a escuchar electrónica si tenía su preciado heavy metal? ¿Para qué iba a ver alguna serie cómica y sin fundamento cuando ni siquiera había tenido tiempo para ver por tercera vez la versión extendida del Señor de los Anillos? ¿Para qué quería camisas hawaiianas si en su armario aún quedaban muchas camisetas negras sin estrenar? Prefería no dejarse llevar por la corriente y tener personalidad. Al final, la fama podía desaparecer en cualquier momento pero no el estilo. Por ello evitaba a los demás, que eran demasiado niños para comprenderlo, y trataba de huir del colegio tanto como podía para no cruzarse con nadie. Simplemente había madurado demasiado rápido y ahora ya no valía la pena rebajarse a aquel nivel...

—¡Oye! ¿Quieres jugar?

Tenma se sobresaltó con aquella voz y agradeció haberse tumbado en las raíces de un árbol y no trepar por él. Cuando por fin pudo superar el susto y sus deseos de destruir por completo a quien había interrumpido sus instantes de paz, lo identificó. Cabello negro hasta los hombros, ligeramente ondulado y despeinado por el viento. Ojos oscuros, pequeños y rasgados que se movían con la electricidad de una tormenta. Barba de tres días que no conseguía crecer más allá de un patético bigote demasiado forzado en su cara.

Ese era, sin duda, Roger, la fuente de su cansancio.

—¿Qué?

—Que si quieres jugar.

Entonces este agitó una raqueta de tenis delante de él y señaló la pista libre. Tenma aún tardó unos segundos en conectar las piezas. Tenía hierba enterrada en el medio de su coleta, tendría que rehacerla...

—Pues no, ¿por qué querría hacer nada? Déjame en paz.

—¡Oh, venga! Como estás aquí solo, pensé que...

En ocasiones Tenma olvidaba que estuvo mucho tiempo sin relacionarse con nadie de la escuela y que, después del temor inicial que tuvieron todos ante su presencia intimidante, ahora nadie quería hablar de él en público para evitar invocarlo. Quizá Roger ni siquiera sabía su nombre o que prefería que no lo molestasen.

—Mira, llevas un semestre en este instituto. Ya va siendo hora de que te quedes con las caras y sepas a quién molestar, y yo no soy uno de esos. Déjame en paz.

—Oh..., ¿tienes miedo?

No; él no iba a caer ante una táctica tan obvia.

—¿Por qué te tendría miedo? ¡Soy mucho mejor que tú en todo!

O sí. Aquello le ocurría por acumular tanta rabia en su interior y no golpear a nadie en tanto tiempo...

—¡Bien, bien, esto es un desafío! —Roger tomó su mano, le entregó aquella raqueta y la agitó como si hubiesen cerrado algún tipo de trato. Su sonrisa retadora jamás desapareció de aquella boca insoportable, ni siquiera mientras se dio la vuelta para tomar una pelota y otra raqueta y entrar en la pista.

Tenma simplemente suspiró, arregló como pudo su pelo para que no le molestase en la cara por tenerlo tan largo y le siguió el juego. Quizá Roger era un idiota, él no lo aguantaba y estaba cayendo en un truco barato, pero había dicho la verdad al confesar que era mejor. Si se lo propusiese, sería el mejor en cualquier deporte de aquellas instalaciones, pero simplemente no deseaba comprometerse tanto con nada. Y nunca era un mal momento para humillar a alguien, sobre todo a quien fingía ser perfecto a los ojos de toda la escuela...

A aquellas horas había clase, pero Tenma no cayó en aquel hecho y en por qué la pista estaba vacía hasta que la pelota de tenis ya estaba rebotando en el suelo. Prefirió obviar por qué Roger no se había marchado ya y respondió por instinto. Su precisión mano-ojo era incomparable y un simple remate como aquel ni siquiera lo hacía sudar. Roger por lo menos era capaz de seguirle el ritmo y, de hecho, aquella sonrisa de satisfacción cada vez que debía prepararse para anticipar la dirección era irritante. Casi parecía disfrutar del hecho de esforzarse, de estar sudando como un cerdo y aun así continuar por detrás de él en el marcador imaginario que se gritaban después de cada punto.

¿Por qué sonreía tanto? ¿Por qué gastaba su resistencia incluso para atrapar bolas imposibles? ¿Por qué resultaba tan difícil herir su orgullo?

—Set y partido. Tú pierdes, como ya te adelanté —determinó Tenma, con los ojos rojizos clavados en aquel ser extraño que se derrumbaba sobre la cancha para tomar aire. Y, cómo no, seguía sonriendo.

—¡Eres un jugador fantástico, Tenma! Te pedí echar un partido solo porque te veía solo, ¡pero ha sido increíble! —En unos instantes, Roger cobró todo el fuel y se puso de pie y avanzó hasta invadir su espacio personal (de nuevo) y comenzar a agitar su hombro—. ¿Te gustaría unirte al club de tenis? ¡Triunfarías! ¡No sabía que tenías esto en ti!

—¡Déjame, idiota! ¡Ya tengo suficiente con aguantarte ahora!

No sabía por qué ni cómo, pero por mucho que protestase o le gritase los insultos más horribles que se le pasasen por la mente, Roger seguía con sus ojos negros fijos en él y una invitación en la punta de la lengua. Cada vez que le replicaba, lo interpretaba como alguna extraña muestra de afecto, se reía y le comentaba que también lo quería.

Tenma gruñó, arañó y golpeó durante minutos, minutos y minutos, pero al final del día, aquella fue la primera vez de muchas en las que Roger no se despegó de su sombra y lo consideró su amigo.

A partir de entonces, Tenma jamás volvió a conocer el silencio. Y tampoco la soledad.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora