ᴏɴᴄᴇ

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Salí por la puerta después de haberme despedido de Hange y el capitán, dejándolos dentro con la estúpida conversación que mantenían y ya que estaba por los pasillos decidí ir a visitar a Eren, que aún seguía en la cama por la misión de hace una semana.

En cuanto llegué a su puerta, sosteniendo el hielo en mi cabeza, golpeé los nudillos contra la madera oscura.

—Adelante.—Escuché su dulce voz al otro lado.

Rápidamente giré el pomo, y no me sorprendí nada al ver a Mikasa sentada en la cama junto a él. Debería estar en el entrenamiento.

—¿Que te ha pasado?¿Estás bien?—Aludió recostado en la cabecera de la cama, con la sábana blanca tapando sus piernas.

—Te recuerdo que eres tú el que está herido.—Reí ofreciéndole una tierna sonrisa causa de su preocupación.

—Yo ya estoy bien desde hace días, pero no me quieren dejar mover.—Rechistó algo molesto.

—Mientras más descanses mejor.—Me acerqué a pasos lentos a su cama. Mikasa solo nos observaba sin abrir la boca, a veces dudaba de si respiraba.

—Entonces, ¿que te ha pasado?—Repitió. Yo aparte el hielo de mi mejilla mientras apretaba los labios para que pudieran ver la herida.

—Jean es un bruto.—Solté acompañado de un leve suspiro.

—Dímelo a mi.—No pude evitar soltar una carcajada al escuchar eso. Jean y Eren siempre habían tenido una graciosa rivalidad. Está claro que es porque Jean está enamorado de Mikasa y Mikasa solo le presta atención a Eren.

—Me han dicho que la policía quiere tu custodia.—Dije, después de unos segundos, cambiando totalmente de tema.

Todos sabíamos que esto incluía que Eren fuera ejecutado, pero estoy segura de que el cuerpo de exploración no lo va a permitir.

—Sí, pero tienen un plan. Por ahora utilizan la excusa de que estoy muy grave y que no me pueden trasladar.—Su mirada se agachó escondiendo algo de tristeza.

—¿Que pasa?—Conozco demasiado bien esa mirada. Algo me estaba ocultando.

—Nada, nada.—Yo me quedé callada. Si no quería contármelo no le iba a obligar.
Unos segundos después alzó su cabeza.

—¿Te lo han contado ya?—Me preguntó. Eren no era de esas personas que sabían guardar secretos, no me sorprendía para nada que me fuera a contar todo sin si quiera preguntarle.

Claramente no me han contado nada.

—¿El qué?

—El titán hembra. Sospechan que es Annie.—Mis labios se entreabrieron boquiabierta y mi mente volvió a volar por millones de pensamientos. ¿Como es eso posible?¿Ella es el tercer titán del que hablaba Reiner?

—¿Porque?—Pregunté para mi misma, el corazón se me aceleró involuntariamente. Cada día este mundo me sorprendía más.

—¿Porque iba a querer matarte?—Volví a preguntar.

—No creo que lo haya querido matar, más bien quería secuestrarle.—Aludió Mikasa por primera vez en todo este rato. Yo dirigí mi mirada hacia ella y después ambas de mis manos a la cara, soltando un fuerte y profundo suspiro de desesperación.

—No me lo creo. Estuve con ella durante tres años.—Rechisté. Aún así, no formé un lazo tan fuerte como lo hice por ejemplo con Jean, ya que Annie es una persona muy cerrada y difícil de llegar. Pero igualmente yo la tenía aprecio, y pensaba que ella a mi también.

—Yo pensé lo mismo. Además del parecido, creen que ella mató a los titanes de prueba y pasó el control con el equipo de maniobras de Marco. Eso es lo que dice Armin.—Me explicó, yo asentí con la cabeza.
Cierto, alguien mató hace poco a los titanes de prueba que obtuvieron en Trost.

—Que locura.—Comenté.

—Creo que si conseguimos saber si es ella o no, y capturarla, nos dejarán la custodia de Eren.—Volvió a hablar Mikasa. Yo me mordí el labio inferior.

—¿Como es que no me he enterado de todo esto?—Rechisté, aún con una de mis manos en la cabeza.

—No sales de tu habitación.

—También es verdad.—Un leve esbozo de sonrisa apareció en mi boca, intentando ocultar mi tristeza ante este hecho.

—Oye Alma.—Yo alcé la cabeza hacia Eren, y nuestros ojos se conectaron.

Sus ojos transmitían una paz increíble, podría pasarme días y días mirándolos y estoy segura de que no me cansaría.

—Jean nos ha contado que te has metido en un problema, pero que no puedes contar nada. Por eso ahora estás siempre con el capitán Levi en vez de con nosotros y no sales de tu habitación.—Mi cuerpo se congeló. ¿Que se supone que tengo que responder yo a esto?
Automáticamente agaché la mirada para comenzar a juguetear con los dedos de mi mano.

—No miente. Y juro que os lo contaré. Pero ahora mismo creo que es imposible.—Afirmé, y creo que había dicho lo correcto.

—Vale, pero que sepas que nos tienes aquí para lo que sea.—Mi corazón se estremeció al escucharle decir eso, volví a alzar la cabeza y sonreí con todas mis fuerzas.

—Sí.—Añadió Mikasa.

—Gracias. Sois los mejores.—Me acerqué a Eren para depositar un beso en su frente, sintiendo el calor que su cuerpo desprendía contra mis labios. Después hice lo mismo con Mikasa. Ambos me dedicaron amables sonrisas.

—Mejórate, Eren. Adiós chicos, nos vemos.—Me despedí de ellos y salí por la puerta por la que había entrado hace unos minutos.

—Ya están juntos otra vez, ¿verdad?—Me sobresalté al escuchar a Jean hablar en frente mía.

—Sí.—Se refería a Eren y Mikasa. Sus ojos se pusieron en blanco y luego se acercó a mí para observar mi herida más de cerca.

—Que fuerte estoy, eh.—Me reí fuertemente tras su declaración.

—Lo siento, Alma, siento haberte pegado en la cara, te traeré pan calentito como disculpas.—Dije haciéndole la chanza, intentando imitar su voz con un tono claramente sarcástico. Él soltó una sonora carcajada.

—Yo te traigo pan calentito si es lo que quieres. Vamos tonta.—Habló y pasó su brazo por encima de mi hombro, pegándome por completo a su cuerpo mientras comenzábamos a andar a lo largo del pasillo.
Yo le correspondí rodeando su torso con el mío.

—No me cojas así que Mikasa se pone celosa.—Bromeé a medida que nos alejábamos de la puerta.

—Ya me gustaría.—Reí.

—Ay mi pequeño Jean, como duele el amor no correspondido.—Comenté en tono burlón mientras aún caminábamos con su brazo por encima de mi hombro.

—Cállate o te vuelvo a pegar otro puñetazo.—Yo abrí la boca haciéndome la falsa ofendida y me llevé la mano al pecho dramáticamente.

—Ahora me debes dos panes.—Rechisté.

—Uno y suficiente.

—Uno y suficiente.—Le hice chantaje.

—Que graciosa estás hoy.—Él volteó mi cara hacia mi y yo hacía él, quedando a centímetros la una de la otra.

Jean era tan atractivo.

—Ya te pareces a mi.—Continuó diciendo. No pude evitar sonreír.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora