ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]

ᴄɪɴᴄᴜᴇɴᴛᴀ

Me preparé mentalmente para la conversación que íbamos a tener, analicé la puerta de su habitación una y mil veces más sin conseguir el valor suficiente para cruzarla.

Había estado pensando durante todo el camino, un titán gigante se dirigía hacia aquí y como no se le ocurra nada al comandante moriremos todos, necesitaba hablar con él antes de morir.

Cada uno se fue a su habitación a cambiarse rápidamente antes de que el bicho ese llegara al muro, que calculan que será por la mañana debido a la lentitud de este, es decir, en unas horas.

Por un momento quise huir, pero no fui lo suficientemente rápida ya que Levi abrió antes la puerta.

Él alzó una ceja interrogante y me miró de arriba a abajo extrañado, el silencio se volvió algo incómodo.

—¿Te gustan las puertas?¿Tu nuevo hobby es mirar puertas?—Preguntó sarcásticamente pero con esa expresión que hacía parecer que lo decía completamente en serio.

—Vengo a hablar contigo.

—Pues no sé si lo estabas haciendo desde aquí pero tienes que abrir la puerta para que te escuche.—Bufé ante su comentario.

—Hablo enserio.—Repetí, cansada.

—¿Y no tienes otro momento? Un titán gigante viene a matarnos por si lo habías olvidado.—Dijo, cerrando la puerta detrás suya, claramente evitando la conversación.

—¿Puedes dejar de intentar huir de la conversación?—Pregunté cuando le vi alejarse unos pasos de mi, automáticamente se paró y volteó hacia mi.

—No estoy huyendo de ninguna conversación.

—Genial, entonces...—Respiré profundamente preparándome para lo que iba a decir, su mueca en la cara delataba que ya sabía por donde iban los tiros.

—Podemos ser amigos.—Solté.

—¿No lo somos ya?—Suspiré de frustración sin entender porque me lo ponía todo tan difícil.

—Sabes a lo que me refiero.

—No, no lo sé.—Alcé mi mirada hasta encontrarme con la suya, sus ojos me transmitieron miedo.

—Quiero que volvamos a tener una relación capitán subordinada, como al principio.—Hablé, mientras sentía como mi corazón se iba rompiendo a medida que lo decía.

—Ya tenemos esa relación.—Repitió.

—No, Levi. No más miraditas intensas, no más llamarme amor, no más contacto físico, ni besos, ni ningún acto que conlleve consigo un sentimiento más allá de la amistad, ¿lo entiendes?—Eso fue duro, sentí la decepción en su cara y fui arrepintiéndome a medida que lo decía.

—Entendido,...—Hizo una pausa.—Amor.

—¡Levi!

—Vale, vale. Ya está, solo amigos, solo subordinada y capitán.—Aclaró rápidamente ante mi mueca de frustración.

—Me alegro de que lo hayas entendido.

—Respeto tu decisión, pero no la comparto. Te hice daño, lo sé, la cagué muchísimo, soy consciente de ello, pero por eso no voy a dejar de amarte.—Al escuchar esas últimas palabras de su boca mi corazón se paralizó.