ᴄɪɴᴄᴜᴇɴᴛᴀ ʏ ᴛʀᴇꜱ

2K 209 51
                                    

Hacía como unas tres horas que Levi se había ido de mi habitación, sin embargo, no podía sacármelo de la cabeza.

Cada vez que cerraba los ojos para intentar dormir, su atractiva cara aparecía en mi mente continuamente.

Di vueltas y vueltas en la cama, incluso salí a tomar el aire, rezando por no encontrarme con Levi allí, pues nuestras habitaciones seguían estando al lado.

Estaba absolutamente cansada, pero aún así mi cuerpo no cogía el sueño.

Me pregunto si Levi habrá conseguido dormir.

Rondaba mi cabeza aquella frase: "No sé si respetar tu decisión de ser solo amigos porque me muero de ganas de besarte"

¿Debí decirle que no?¿Debí decirle que me besara de todos modos? Yo también me moría de ganas de besarle.

Todo era tan confuso, me sentía como una adolescente enamorada que no puede parar de pensar en ese tipo de cosas.

Iré a ver al capitán, a lo mejor él tampoco ha conciliado el sueño.

Sin pensármelo una vez más y antes de arrepentirme, me dirigí a la puerta de mi habitación y llegué a la suya después de unos cuantos metros a lo largo del pasillo.

Respiré pensando si estaba haciendo lo correcto, me estaba metiendo en la boca del lobo.

Además, llevaba puesto un camisón blanco y mi pelo estaba revuelto, no son las mejores maneras de ir a visitar a mi superior, pero necesitaba verle.

Toqué la puerta.

Si no me contesta es que está durmiendo.

—Adelante.—Respiré hondo y giré el pomo de la puerta, viéndolo sentado en su escritorio, con cientos de papeles en él y su camisa blanca desabrochada totalmente.

—¿Ha pasado algo?—Preguntó, con cierto tono de preocupación al verme ahí, como un fantasma parado en medio de su puerta.

—No. Sólo que no puedo dormir.—Dije, contemplándole.

—¿Porque no?¿Algo te molesta?—Continuó preguntando, repasándome con la mirada de arriba a abajo.

—No, no. Todo está bien.

—Pasa, pasa.—Le hice caso y me adentré en la habitación, estaba absolutamente ordenada, ni un gramo de polvo. Cerré la puerta a mis espaldas y sentí como el familiar olor de Levi me inundó las fosas.

Me encantaba su olor.

—¿No deberías estar durmiendo?—Esta vez fui yo la que pregunté.

—Hay mucho papeleo, es lo que pasa cuando llevamos más de un mes fuera.—Habló volviendo a bajar la mirada a sus papeles.

—¿Necesitas ayuda?—Me ofrecí.

—No hace falta.—Me acerqué a pasos lentos a su escritorio.

—Venga, déjame ayudarte. Seguro que hay algo fácil que yo pueda hacer.—Sonreí de manera dulce en su dirección.

—No te voy a poner a trabajar, Alma. Tienes que descansar.—Volvió a reprochar.

—Por lo menos enséñame lo que haces.—Dije, buscando algo de entretenimiento.

¿Qué sería todo ese papeleo?

—Ven.—Aceptó, y yo me acerqué hasta él.

Levi echó la silla en la que estaba sentado hacia atrás separándose un poco de la mesa y dio pequeños golpecitos en su pierna dándome a entender que me sentara ahí.

Le hice caso y coloqué mi trasero sobre su regazo a la vez que él agarraba mi cintura para que no me cayera.

—Estos son nuevos reclutas, se quieren cambiar del cuerpo de policía militar al de exploración. Yo tengo que leer sus expedientes y aceptarlos o no.—No me podía concentrar muy bien teniendo su cuerpo tan cerca, pero hice mi mayor esfuerzo para escucharle.

—A él lo conozco.—Dije, señalando a un tal Marlo, si no me equivoco es el chico que me encontré en el bar, a el cual le dejé plantado en una cita porque no escuché donde ni cuando habíamos quedado.

—Pues pronto será tu nuevo compañero.—Yo entreabrí los labios.

—Debe ser aburridísimo.—Dije, refiriéndome claramente al papeleo.

—Lo es.—Me respondió.

Yo me giré hacia él para poder mirarle a la cara, estaba tan cerca que comenzaba a ponerme todos los pelos de punta.

Sus ojos me miraban con ternura, como siempre haciendo el mismo recorrido de mis ojos a mis labios una y otra vez.

—¿Porque has venido?—Me preguntó, entendía su confusión. Hace unas horas le dije que debería irse a dormir y ahora vine yo misma a buscarlo.

—Quería estar contigo.—Respondí.

—¿Estar conmigo de qué manera?—Volvió a preguntar.

Sé la respuesta que intentaba buscar, si aún pienso que deberíamos ser sólo amigos o no.

Tragué saliva pensando la respuesta.

—De todas las maneras posibles.—Sus labios se entreabrieron en forma de sorpresa, y yo le dediqué una dulce sonrisa.

Me miró, cada vez más de cerca, nuestros ojos se agrandaban a medida que se acercaban entre sí, mientras respirábamos confundidos.

Por fin, nuestros labios se encontraron y lucharon tibiamente, a la vez que nuestras lenguas jugueteaban dentro de nuestras bocas donde un aire pesado iba y venía en un completo silencio.

Entonces sus manos buscaron hundirse en mi pelo, acariciando lentamente este mientras nos besamos como si jamás fuéramos a volver a hacerlo, con toda una intensidad que hacía que nos faltara el aliento.

Mis manos se aferraban a su cuello, hasta que tuvimos que separarnos para respirar aire.

No tardamos ni unos segundos en volver a fusionarnos en un segundo beso.

Sus manos agarraron con fuerza mis muslos para subirme encima de él, quedando sentada a horcajadas sobre él.

Nuestras lenguas continuaron moviéndose al unísono, a la vez que sus manos recorrían con desespero todo mi cuerpo, pasando por mi trasero, cintura y muslos.

Yo hice lo mismo, buscando camino con mis manos por debajo de su camisa, recorriendo con mis dedos cada rincón de su musculosa espalda.

Aproveché su camisa desabotonada para deslizarla por sus brazos quedando su torso completamente desnudo, causando una calurosa chispa que recorrió todo mi cuerpo.

Sentí una presión en mi entrepierna, inmediatamente supe lo que era, y solo sentirlo contra mí me hizo respirar pesadamente aumentando la temperatura de mi cuerpo.

Sus manos apretaron mi cintura contra él, escuchar su respiración exageradamente agitada fue lo más excitante que he escuchado nunca.

Sus dedos deslizaron los tirantes de mi camisón, dejando mi ropa interior superior al descubierto, pero aún tapándome de cintura para abajo.

Aprovechó para comenzar a besarme el cuello, bajando por él hasta llegar a mis pechos, y continuar besando mi escote causando un jadeo en mí, que hizo sonrojar mis mejillas por vergüenza.

Sus labios volvieron a los míos después de unos segundos, para volvernos a quedar sin aire tras unos minutos más.

Al volver a encontrar nuestras miradas, el rojo de mis mejillas se intensificó, y escondí mi cara en su cuello para evitar esa mirada de lujuria que me sacaba de mis casillas.

—Eres preciosa, no tienes nada de lo que avergonzarte.—Murmuró en mi oído.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora