ᴠᴇɪɴᴛɪᴏᴄʜᴏ

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—Alma, quítate la sábana de encima de una vez.—Me ordenó Jean con cierto tono molesto mientras tiraba de aquella sábana blanca a la vez que yo me aferraba a ella.

—Déjame.—Solté.

—Llevas una semana sin ir al entrenamiento, conseguirás que te echen del cuerpo de exploración.—Volvió a rechistar a lo que yo solo solté un sonoro bufido.

—Que me echen.

Finalmente consiguió arrebatarme la sábana y la luz encandiló mis ojos.

Pude verle, con los brazos cruzados por encima de su pecho y el ceño más fruncido que nunca, yo solo puse un puchero en mis labios.

—¿Te rechazan una vez y ya te pones así? Yo soy el rey de los rechazos y no me la paso llorando.—Yo rodé los ojos.

—No te lo conté para que me lo echaras en cara.—Hablé, no estaba así por lo que me había dicho Levi, creo. Simplemente no tenía ganas en el cuerpo de hacer nada.

—Y no te lo echo en cara, solo te pido...—Hizo una pausa para dirigirse al armario y sacar las distintas prendas del uniforme del cuerpo.—Que te vistas y muevas tu culo hasta el patio.—Habló tirándome esas prendas encima.

Tenía razón.

—Vale vale.—Solté entre suspiros profundos.

—¿Vas a mirar como me cambio?—Pregunté irónicamente y sonreí al ver como sus mejillas se enrojecían levemente.

—Lo siento.—Se disculpó y se dio la vuelta aún con los brazos cruzados para mirar a la pared.

Comencé a quitarme la ropa en un increíble silencio para cambiármela por la otra que estaba en la cama. Al terminar, me miré al espejo y até mi cabello en una cola baja como siempre hacia.

—Ya estoy lista.—Él se giró y removió mi cabello a lo cual me quejé ya que acababa de peinármelo.

Caminamos juntos hasta fuera de la habitación.

—¿Has desayunado?—Preguntó y yo negué con la cabeza.

—Pues vamos.

—No, no tengo hambre.—Dije y él se paró nuevamente con esa expresión tan enfadada a mirarme.

—Tienes que comer.

—Jean, no eres mi padre, de verdad, estoy bien.

—Pero no puedes ir al entrenamiento así, te vas a desmayar.—Yo solté una sonora carcajada.

—Que exagerado eres de verdad.—Él abrió la boca para quejarse.

—Noboa.—Alguien nos interrumpió, llamándome por mi apellido, ambos nos giramos hacia aquel soldado pelirrojo.

—Erwin quiere verte, ahora.—Esa noticia me sorprendió bastante, ¿me iba a echar como dijo Jean hace un momento?

—Ahora voy. Gracias.—Sonreí y él se dio la media vuelta sin decir ni una palabra más.

—Nos vemos en el entrenamiento entonces. Y desayuna antes.—Me habló Jean y se acercó a mí para depositar un beso en mi mejilla.

—Que si. Adiós.—Le dediqué una amable sonrisa y me di la vuelta dirección despacho de Erwin.

Recé por no encontrarme con Levi por los pasillos, ya había pasado una semana desde esa maravillosa conversación.

Durante el camino todo tipo de pensamientos sobre lo que me iba a decir inundaron mi cabeza.

Al llegar, golpeé mis nudillos suavemente contra aquella gran puerta para después escuchar el —adelante—de Erwin dentro de la sala.

Suspiré profundamente y giré el pomo.

Mi mirada cayó sobre Levi, que estaba sentado en una de las sillas en frente de Erwin.

Todo mi cuerpo se congeló.

—Alma, gracias por venir.—Habló Erwin, realmente quería decir algo pero mis ojos estaban sumidos en los de Levi y no estaba segura si iba a poder salir de ahí.

El capitán carraspeó la garganta y se levantó de la silla rompiendo la conexión de nuestros ojos.

—Yo ya me iba.—Caminó hasta mi.

—Alma.—Hizo un pequeño movimiento con la cabeza en forma de reverencia.

—Capitán.—Dije e hice lo mismo que él con los labios fruncidos.

Todo mi cuerpo tembló al verle pasar por mi lado, sintiendo su presencia cerca de mí y ese aroma inundando mis fosas nasales.

Este hombre va a terminar conmigo.

Tragué saliva al escuchar la puerta detrás mía.

—Toma asiento.—Habló Erwin y yo le hice caso sentándome justo en frente de él.

—Antes que todo, quería agradecerte la ayuda a la enfermería y como te has volcado en cada uno de los heridos de guerra.—Yo le dediqué una amable sonrisa pero no dije ni una palabra.

—Y por lo que te he hecho venir, es para darte mi pésame, e informarte de que tienes todo el derecho de tomarte el día de hoy libre para acudir a donde tengas que acudir y para estar con tu familia.—Yo fruncí el ceño interrogante.

—¿Qué?—No había entendido lo que me estaba contando.

—Creo que te estás equivocando comandante, yo...—Me interrumpió.

—¿No te has enterado?—Mi corazón tembló.

—¿Enterarme de qué?—Pestañeé con fuerza.

—No quería ser yo quien te informase pero...—Alzó un periódico que estaba en su escritorio y lo estiró hasta mi.

Comencé a leer los titulares, que no hablaban de nada que me incumbiese, hasta darle la vuelta y ver en el obituario, la parte de los periódicos que informa de las personas fallecidas, el nombre de mi padre.

Mis labios se entreabrieron. Leí el nombre como unas trescientas veces.

Apreté los ojos con fuerza intentando contener las lágrimas. Mi corazón se estremeció. Una cantidad de emociones se revolvieron en mi estómago.

—Lo siento mucho, Alma.

—No te disculpes. No era una buena persona.—Hablé seria. No se merecía mis lágrimas después de todo lo que ha hecho, aunque aún así, mi corazón estaba llorando destrozado.

Odiaba tanto sentirme así.

—Puedes abandonar el despacho cuando quieras.—Asentí con una sonrisa falsa en los labios conteniendo mis lágrimas.

—Gracias por informarme, comandante.—Hice el saludo apoyando mi puño donde se encontraba mi corazón y me levanté de la silla para salir por la puerta por la que acaba de entrar.

Nada más salir apoyé mi espalda en la pared del pasillo, suspiré y miré al techo frustrada. A nada de llorar.

—¿Estás bien?—Giré mi cabeza. Levi apoyo su mano en mi hombro y frunció el ceño, mirándome fijamente a la cara, podía ver la preocupación en sus ojos.

—Como si te importara.—Solté, me di la vuelta y caminé desorientada y sin destino por los pasillos, con el único objetivo de alejarme de ahí.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora