ꜱᴇᴛᴇɴᴛᴀ

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Llevaba unos minutos pegada a la pared sobre la cama, pues no hacían más que escucharse golpes, gritos y ruido de todo tipo.

No entendía que estaba pasando, pero el techo temblaba y eso no era muy buena señal.

La curiosidad me comía por dentro, quería salir ahí fuera y ver lo que estaba sucediendo, por lo que decidí levantarme para pegarme a los barrotes a ver si con suerte conseguía ver a algún guardia para preguntarle.

Pero no, no había ningún guardia, algo increíblemente sospechoso que me brindaba una buena oportunidad para escapar.

Sin embargo no tenía cómo abrir aquella maldita puerta, por lo que no me quedó más remedio que sentarme en la cama y esperar.

Pasaron minutos que se me hicieron como horas, en los que intentaba descifrar cada sonido que escuchaba.

Por fin alguien apareció por un lado del pasillo, me levanté de golpe, no llegaba a ver su cara debido a la escasa luz del lugar.

—¿Que está pasando?—Pregunté preocupada, pues fuera quien fuera si venía de arriba, podría responderme a la pregunta.

Agaché la mirada mientras abría la celda, esa ropa que llevaba puesta..., pestañeé varias veces, ¿eso era el equipo de maniobras tridimensional?

No me lo podía creer, ese hombre llevaba puesto la vestimenta del cuerpo de exploración, sí, estaba totalmente segura, lo que todos llevábamos puesto aquel día de la misión.

Algo dentro de mi chilló, tanto que dejó todos mis sentidos aturdidos.

Aquel hombre caminó dentro de la celda hasta que la luz reflejó en su cara.

—Cuánto tiempo, amor.—Él estaba ahí, delante mía, y yo no me lo podía creer. Exactamente igual que la última vez que le vi, el cabello negro desordenado, los labios rojizos, y sus ojos alargados reflejando no más que cariño.

Me miraba con amor, esa mirada que tanto me volvía loca de él.

Corrí a sus brazos, no me lo pensé dos veces. Él me rodeó con los suyos, dejando mi rostro contra su pecho, sintiendo sus músculos contra mi cuerpo.

El calor del abrazo me acunó, y estaba segura que me podría quedar ahí de por vida.

Sin embargo no duró mucho.

Pues el capitán me apartó de un empujón, haciéndome chocar contra la pared que tenía a mis espaldas.

Yo hundí las cejas sin entender que hacía.

Dedicándome una fría y brusca mirada, que jamás había visto en sus ojos, pero quizás sí en los ojos de los soldados de Marley que me torturaban, se dio media vuelta y salió por donde había entrado.

Yo me quedé congelada, con la sangre paralizada en mis venas.

Había sentido la gloria por unos segundos, y se había desvanecido tan rápido entre mis manos.

—Por mí como si te pudres ahí.—Gruñó.

Dolor, un dolor invadió mi pecho, era tan grande, peor que las horas de tortura, peor que cualquier dolor físico, era un vacío en el corazón, era...

Era una pesadilla.

Mis ojos se abrieron viendo el suelo de la celda.

Siempre igual de tonta, soñando con que vengan a rescatarte, porque eres tan inútil que no puedes escapar tú sola, Alma.

Soledad, odio, dolor, tormento.

Esos eran los demonios que se divertían viéndome sufrir, viéndome tirada en el suelo de aquella celda porque ya me daba igual absolutamente todo.

Ya solo esperaba a morir.

Todos se podían ir al infierno, absolutamente todos.

Los odiaba. Odiaba a los soldados de Marley, a toda la gente que vivía en este estúpido país, odiaba al cuerpo de exploración, odiaba a Jean, a Hange, a Armin, a Mikasa, a Eren, los odiaba a todos.

También te odio a ti, Levi.

Ya ni si quiera me hacían daño, porque por mucho que me golpearan no sentía el dolor.

Estoy muerta por dentro.

Años, meses, semanas, días, horas, minutos, segundos. Todos en esta celda.

Por lo menos las visitas de Galliard y Pieck hacían que no perdiera la cordura del todo, por lo menos salir a ver las estrellas en los cambios de guardias me quitaban las ganas de querer morirme.

Me iba a pudrir en esa celda, sola y amargada.

Pensé que lo peor de estar en este sitio iba a ser la tortura, sin embargo lo que más odio de todo es que han podido conmigo, me han roto.

—Hola.—Volteé mi cabeza muy lentamente, para ver a un niño.

Un niño en frente de mi puerta, rubio, si no recuerdo mal ese es Falco, Pieck y Galliard me han contado muchas cosas sobre esos niños, los candidatos a guerreros, a heredar los titanes.

Eldianos que odian eldianos.

—¿Tú eres Alma, verdad?—Preguntó, me miraba con miedo, probablemente tirada ahí no daba muy buena imagen, y hace unos años me hubiera importado pero ahora ya no.

Yo asentí con la cabeza.

—Esto es para ti.—Yo observé con detención como colocaba una carta en el suelo y la arrastraba hasta mi lado de los barrotes.

Él frunció los labios y segundos después dijo que ya se iba.

Me tomé mi tiempo en pensar si realmente quería abrir esa inútil carta.

Pestañeé con lentitud y gateé hasta poder agarrar con mis dedos aquel sobre blanco.

Recostada nuevamente sobre la pared, abrí el trozo de papel consiguiendo leer un nombre.

Eren.

Eren estaba aquí, en Marley, y eso significa que no tardarán mucho en venir los demás.

Rompí la carta sin si quiera leerla, solamente con saber que es de Eren ya es suficiente para tirarla a la basura.

No quería que vinieran a rescatarme, no quería saber lo que me iba a contar, ni el porqué estaba aquí, no quería saber absolutamente nada.

Pensé en cuánto había estado esperando este momento, y me pareció una total pérdida de tiempo.

Durante los primeros años no hacía más que llorar porque vinieran, y ahora acabo de romper la carta que me brindaría una oportunidad de ser rescatada.

¿Esto quiere decir que ya me he vuelto loca del todo?

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora