ᴄᴜᴀᴛʀᴏ

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—Aquí tienes, Alma.—Hange me entregó la capa verde del cuerpo de exploración. Una sonrisa se dibujó en mis labios por primera vez después de unos días.

—Gracias.—Tomé la capa entre mis brazos y aprecié durante unos segundos las alas de la libertad.

—Esta será tu habitación, todos los de tú ciclo se encuentran en este pasillo.—Dijo, y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. El pensamiento de Reiner durmiendo a metros de mi me ponía los pelos de punta.

—Tendrás que pasar a visitarme unas cuantas veces más por lo de tu herida. Pero tienes una recuperación increíblemente rápida, estás hecha toda una guerrera.—Habló mientras me agarraba el cachete entre sus pequeños dedos.

—Gracias por todo Hange, no sé cómo podría agradecerte todo lo que has hecho por mi.—La agradecí y un brillo apareció en sus oscuros ojos.

—No tienes que hacerlo, pero la próxima vez ten más cuidado. Tengo cosas que hacer. Hasta luego, Alma.—Yo me despedí de ella con una gran sonrisa en la boca que ella no dudó en corresponderme y me volteé a observar mi habitación.

Era pequeña, estaba formada por una cama vieja y un escritorio de madera. Supuestamente no voy a pasar mucho aquí por lo que me da bastante igual.

Por fin estoy en el equipo de exploración. Este era mi sueño desde que soy pequeña.

No me había fijado en el espejo, había un espejo pequeño encima del escritorio.
Miré mi reflejo por unos segundos.

Mi pelo rubio estaba atado en un coleta baja larga que me llegaba hasta por encima de las caderas. Mis ojos azules igual de grandes y brillantes que siempre, y mi respingona nariz pequeña, algo roja por el ardor que sentía en mis mejillas.
Mis labios estaban igual de rosas que la nariz, pero esto era por genética y no por el calor de mi cuerpo.

Procedí a cambiarme la ropa a la de la vestimenta oficial de la legión del reconocimiento, quitando mi vestido blanco con encaje en los bordes y mi corsé negro que decoraba mi cintura haciéndola más estrecha de lo que ya era.

Caminé a pasos lentos, golpeando mis botas marrones contra la madera del suelo hasta llegar a la orilla de mi cama, donde me senté para después dejarme caer con los brazos abiertos al resto de la cama.

No era muy cómoda que digamos.

Pero me sentía tan orgullosa de estar ahora mismo así vestida.
Aunque se dice que no eres soldado hasta que no vuelves de la primera misión con vida.

Ya que mi mente estaba en paz por primera vez en las últimas semanas, decidí pensar en lo que iba a hacer, en la decisión que iba a tomar.

Tenía dos opciones.

Contárselo a Levi, poniendo mi vida en peligro, pero aportando una información esencial al cuerpo, el cual, esperemos que utilice bien esa información.

O por otro lado. Quedarme callada, hacer como si no es mi problema y seguir luchando en un cuerpo donde mi enemigo está luchando junto a mi.

¿Puedo confiar mi vida a Levi y a los demás de la legión? Hasta el propio Levi dijo no saber la respuesta.

No voy a negar que estoy demasiado asustada, pero me siento más segura de mi misma. No sé porque. Siento que tomaré la decisión correcta.

Unos golpes en mi puerta me sacaron de mis pensamientos.

—Adelante.—Dije, alzando un poco la cabeza, para ver quien se encontraba tras la puerta.

Jean apareció en el otro lado, con una sonrisa de oreja a oreja, su pelo estaba igual de revuelto que siempre, castaño claro por arriba y castaño oscuro por la parte de abajo, era uno de los chicos más guapos que he conocido nunca.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora