ᴅɪᴇᴄɪꜱᴇɪꜱ

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Estaba de vuelta a mi habitación, después de ese momento tan raro en el entrenamiento. Su respiración en mi nuca, sus manos sujetando mis muñecas a lo alto de mi cabeza, su abdomen entre mis piernas, sus labios húmedos cerca de los míos. Esos pensamientos no conseguían abandonar mi cabeza, y realmente me estaban atormentando, repitiéndose una y otra vez, como una película en bucle.

—Ey, Alma.—Me giré sobre mi misma para mirar a Armin, él caminaba a paso acelerado para alcanzarme.

Su pelo rubio estaba más reluciente que nunca y la sonrisa de sus labios provocaba que mi corazón se estremeciera. Siempre tan sonriente hasta los peores momentos.

—Hola, Armin. ¿Que tal estás?—En cuanto llegó a mi lado, deposité un beso en su mejilla, como hacía cada vez que lo veía, mostrándole una sincera sonrisa.

Ya era costumbre.

—Bien, te he visto entrenando con el capitán.—Mis mejillas se tiñeron de rojo y aparté la mirada mientras emprendimos el camino por el pasillo.

Todas las escenas volvieron a reproducirse en mi mente.

¿Que parte había visto exactamente?

—Sí, me quería ayudar.—Aclaré mi garganta.

—Estarás cansada, él es muy duro en sus entrenamientos.

—Conmigo se ha portado bien.—Sonreí, era la verdad, me esperaba una buena paliza, pero casi ni me ha tocado ni un pelo, quizá mi espalda ha sido la única afectada.

—¿Tú que tal estás?—Me devolvió la pregunta.

—Yo también estoy bien, vamos tirando.

—Iba a ir a hablar con Eren ahora.—Dijo.

—¿Como se encuentra después de todo lo que pasó? Yo le debo unas disculpas. Pero nunca le llego a pillar libre.—Hablé.

—¿Disculpas porque?—Me preguntó, frunciendo su ceño.

—Le hice daño.

—Intentabas pararle. Él lo entiende perfectamente. Además, es un titán, por un rasguño no le va a pasar nada.—Una sonrisa apareció de nuevo en mis labios.

Armin es el hombre más tierno que jamás he conocido.

—Por cierto.

—¿Sabes donde están Jean, Sasha y los demás?—Pregunté, para cambiar rápidamente de tema, que los pensamientos volvieran al pasado no era una buena idea.

—Se han llevado a todos los nuevos a otro cuartel, no sé para qué pero creo que volverán pronto. Bueno, Mikasa y yo nos hemos quedado con Eren.—Ninguna novedad, a esos tres no hay quien los separara, y yo, estoy encarcelada en mi habitación.

—¿Se los han llevado a todos?—¿A Reiner también?

—Sí, creo que sólo estamos nosotros cuatro.—Afirmó, y un sentimiento de felicidad me invadió cada parte de mi pecho. ¿Porque el capitán no me había dicho nada sobre esto?

—Por cierto.—Le presté atención, llegamos a la puerta de mi habitación.

—Vine a avisarte.

—Dime.—Dije.

—¿Te vienes hoy al bar?—Una carcajada salió de mi boca. ¿He escuchado bien?

—Nunca pensé que te escucharía decir eso.—Reí, y sus ojos se achinaron al sonreír.

—Mañana es nuestro día libre del mes, y pues como ya sabes nosotros no tenemos a nadie a quien visitar. No sé si tú si pero...—Hizo una pausa.—Vamos a ir con Hange y algunos superiores al bar, van a tocar música y bailaremos. Será divertido.—La oferta sonó mucho más apetitosa esta vez.

—¿Música?¿Bailar?Definitivamente me has comprado. Iré con vosotros.—Sonreí de la manera más tierna que pude y él me respondió.

—Nos lo pasaremos genial. A veces hay que despejarse un poco de este mundo, ¿no?¿Hace cuanto no tenemos un momento normal en nuestras vidas?—Fruncí los labios, tenía tanta razón. La gente tiene una vida que no se parece a la nuestra ni por asomo, ellos no observan a los titanes cara a cara, no observan muertes cada mes en frente a sus ojos, como los exploradores lo hacen.

—Eso es verdad. Nos servirá como respiro hasta la siguiente misión.—Le respondí.

—Nos vemos esta noche entonces.—Se despidió, acariciando mi mejilla con su dedo por unos segundos para después darse la media vuelta e irse.

Que divertido. No puedo esperar a esta noche.

¿Irá el capitán?

Yo me sé muchos bailes tradicionales que bailábamos cuando éramos pequeños, a mi madre le encantaba bailar, y ella me enseñó todo lo que sabía.

Me acerqué a mi armario, busqué entre todos los uniformes la ropa normal que me había traído de casa de mi padre. Un par de vestidos algo viejos, hacia tanto que no me ponía uno.

Por un momento se me pasó por la cabeza ir a visitar a mi padre, pero rápidamente me negué. No quiero verlo.

Saqué aquel vestido del armario y me posicioné frente al espejo.

Me quité el uniforme que llevaba puesto y me dispuse a ponerme el vestido blanco.

Tiré de las cuerdas del corsé negro que había colocado en mi cintura, por encima del vestido, mientras musité un gemido de incomodidad por la presión que ejercía sobre mi cuerpo. Lo até en un lazo aún parada en frente del espejo roñoso de mi habitación para después pasarme la mano por mi largo y liso cabello rubio ceniza que alcanzaba mi cintura.

Mi nariz pequeña y respingona estaba roja por alguna razón, al igual que mis labios que parecían inyectados en sangre. También podía ver mis ojos azules algo hinchados, pero eso es debido a que no había dormido nada la noche anterior, en unas horas se me pasaría.
El corsé negro me hacia una cintura pequeña, pero no me molestaba, quedaba muy bien con mi pequeña complexión y estatura. Lo llevaba encima de ese vestido blanco con encaje en los bordes que me llegaba hasta por debajo de las rodillas, complementado con unas botas altas del mismo color que el corsé.

Hacía tanto que no me veía con vestido, o simplemente con ropa cotidiana.

Una sonrisa apareció en mi boca, bastantes recuerdos inundaron mis pensamientos.

Podía ver a mi madre amarrándome el corsé a mis espaldas, era de ella, por eso siempre me gustaba ponérmelo, me sonreía y me acariciaba el pelo. Éramos como dos gotas de agua, casi todos mis rasgos se parecían a los suyos, a veces dudaba si mi padre era realmente mi padre.

Tragué saliva, hoy va a ser una noche larga.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora