ᴠᴇɪɴᴛɪɴᴜᴇᴠᴇ

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DEP
Nicolás Noboa
Tu madre, hermanos y familia no te olvidan

Leí unas veinte veces lo que ponía en aquella lápida de piedra. La verdad es que no me sorprendió no ver nada de mi ni de mi madre en aquella dedicatoria.

Tragué saliva.

No sé para que he venido, ni si quiera se merece mi presencia aquí.

No sabía ni porque había muerto, probablemente se emborrachó tanto hasta morir, siempre pensé que así terminaría su vida.

Me arrepentí rápidamente de estar ahí, sobretodo porque estaba sintiendo pena por él y no debía. Él me hizo la vida imposible pero sobretodo a mi madre, que literalmente se la arrebató.

Nunca le deseé la muerte, pero ahora que le había llegado el día, no merecía mi lamento. No cuando él nunca lo hizo por mi madre.

Me di la vuelta para irme, no debí venir.

Parecía que el cielo estaba acompañando a mis sentimientos, todo estaba gris, incluso a veces caían algunas gotas y el sol no se asomaba ni por un segundo.

Alcé mi cabeza para ver a un grupo de personas detrás mía.

La familia de mi padre.

—¿Tú que demonios haces aquí?—Rechistó la hermana de mi padre, una señora en sus cuarenta de pelo castaño claro y corto y exactamente con los mismos ojos que mi padre.

—¿Acaso no puedo venir a ver a mi padre?—Dije, totalmente seria, lo último que quería era encontrarme con esta gente.

—Tú llevaste a tu padre a la desgracia, no tienes derecho a estar aquí.—Sentí como la sangre comenzó a hervir dentro de mis venas.

Hablaban sin saber.

—¿Que vas a decir tú? La hermana que no hacía otra cosa que lamerle el culo.—Dije irónicamente. Ella pareció ofendida.

—¡Niña del demonio! Ni se te ocurra hablar así de mis hijos.—Escuché a mi abuela, gritar como la loca que era desde el fondo.

—Déjala mamá, de tal palo tal astilla.—Habló el otro de los hermanos, refiriéndose claramente a mí y a mi madre, siempre me pareció el más coherente pero ya veo que también le han comido la cabeza.

—No tenéis ni idea.—Dije.

—¿Para que has venido?¿Para provocar?¿Para burlarte de su muerte?—Yo rodé los ojos lo más fuerte que pude antes las estupidas preguntas de mi abuela.

—No, yo si le tengo respeto a los muertos, no como vosotros.—Estaba harta de dejar que me pisotearan, a mi y a mi madre. Ella se merecía todo el respeto del mundo.

—Tú madre está donde siempre debió estar.—Todo mi cuerpo se prendió al escuchar eso y di un paso hacia el frente.

—Nicolás era un asesino.—Dije. Nada más soltar eso, una mano se estampó contra mi mejilla con una fuerza increíble, haciéndome caer al suelo.

El mayor de los hermanos fue el que me pegó.

—Lárgate de aquí, niña.—Les miré desde el suelo con toda la rabia del mundo, sentía impotencia. Eran cuatro personas contra mi, diciendo no más que mentiras.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora