ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]

ᴏᴄʜᴇɴᴛᴀ ʏ ᴅᴏꜱ

Volvimos al campamento cuando ya se estaba haciendo de noche.

Levi me había montado mi caseta y yo se lo agradecí dedicándole una de mis mejores sonrisas.

Sonreír era mi nueva terapia, me estaba dando cuenta de lo bien que me sentía sonriendo y lo aún mejor que es que te sonrían a ti.

Durante la noche estuve dando vueltas y vueltas sobre la manta, no conseguía dormir pensando en qué le estaría diciendo Brenda a Levi.

A altas horas de la madrugada, me desvelé al escuchar uno sonidos extraños y cuando me asomé desde mi caseta pude ver a Brenda alejándose de alguien con las manos tapándose la cara.

¿Ella estaba llorando?¿Levi le habría rechazado?

No quise salir a preguntar, quizás ella querría estar sola, por lo que volví a acostarme y por fin pude conciliar el sueño.

Nada más cerrar los ojos, cuando mi mente estaba tranquila, no hicieron más que aparecerme imágenes desagradables de aquella celda del infierno.

Cómo me golpeaban, cómo la sangre me recorría el cuerpo, ese sentimiento de soledad, me hubiera podrido en esa habitación si no fuera porque Pieck vino a ayudarme.

La suciedad, el hambre, el dolor.

La sangre seca por mi cuerpo, mis manos casi negras, sentir la boca pastosa, mis labios entrecortados, las heridas abiertas, el escozor.

Entreabrí los ojos, despertándome de aquella agonizante pesadilla con la respiración agitada.

Quiero vomitar.

Corrí fuera de la caseta, el cielo aún estaba oscuro y todo el mundo seguía durmiendo.

Bajo la luz de la luna corrí hasta el árbol más cercano y apoyándome en el tronco con la mano, me incliné para vomitar toda la cena.

Lo horrible que se sentía al vomitar es indescriptible, el ácido en la garganta, el estómago revuelto.

Unos segundos después sentí como alguien me sujetó el cabello a mis espaldas.

No pude ver quién era pero lo sabía mejor que nada.

Mis piernas se aflojaron cuando terminé de echarlo todo y caí de rodillas lentamente a la hierba de detrás.

—Ya está.—Murmuró el pelinegro a mis espaldas, agachándose a mi lado mientras continuaba acariciando mi pelo.

Apreté los labios por la horrible sensación y respiré suave dejando una lágrima recorrer mi mejilla.

Él apoyó mi cabeza en su desnudo pecho, pues supongo que estaría durmiendo, o al menos lo intentaba, y me rodeó el cuerpo con sus brazos.

El calor me acunó y mi estómago dejó de gruñir.

Tragué duro, poniendo una mueca desagradable al sabor asqueroso que se me había quedado en la boca.

—Lo siento.—Susurré.

Lo siento por haberle despertado y por hacerle nuevamente tener que venir a cuidarme, como siempre hacía.

—No tienes nada de lo que disculparte.—Respondió en tono bajo.

Cerré los ojos por unos segundos.