ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]

ᴏᴄʜᴇɴᴛᴀ ʏ ᴜɴᴏ

Salí del carro después de tranquilizar mi respiración y lo único que me dediqué a hacer en toda la mañana fue sentarme en una caja mientras observaba como todos montaban el campamento.

Ofrecí mi ayuda al capitán un par de veces pero él dijo que no la necesitaba, no me sorprende viniendo de él, y al resto de soldados, la verdad no tenía pensado ayudarlos, no les debo nada a esta gente.

—¿Piensas quedarte mucho más tiempo acosándome? Estoy seguro de que hay cosas más interesantes que ver.—Habló el pelinegro con un tono pícaro en la voz.

—Entre mirar a un árbol o a una flor, créeme que prefiero ver cómo montas una caseta.—Él se giró en mi dirección para mirarme de reojo.

En este lugar no había más que bosque.

—Antes te gustaban las flores.—Me estremecí en mi sitio al escucharle.

—¿Gustarme las flores?¿De dónde has sacado eso?—Mentí.

—¿Recuerdas aquellas flores blancas que había alrededor del cuartel? Todas las mañanas cuando entrenabas y tenías que dar vueltas alrededor del edificio, siempre te parabas unos segundos a admirarlas, como si de un día a otro fueran a cambiar.—Dijo, y pude ver como un esbozo de sonrisa se escapaba de sus labios al recordarlo.

Sí, lo hacía. Él tenía razón. Nunca me había dado cuenta de que él se fijaba tanto en mí.

—¿Y tienes la cara de decir que yo soy la acosadora?—Bromeé, y casi fue como música para mis oídos cuando soltó una leve carcajada.

Por primera vez después de tantos años le había escuchado reír de nuevo, creí que este momento jamás llegaría.

Sin darme cuenta, las comisuras de mis labios se elevaron levemente.

—Eras la razón por la que me levantaba cada mañana.—Soltó, y mi sonrisa divertida se tornó en una apenada.

Él observó mi reacción.

—En realidad, lo sigues siendo.—Terminó de decir.

Los dos nos quedamos en silencio, no sabía que responder a eso ni tampoco sabía que hacer para calmar los martilleos en mi pecho.

Después de unos largos segundos de solo pájaros cantando, hablé:

—¿Puedo utilizar el equipo de maniobras?—Él enarcó una ceja en mi dirección, algo sorprendido.

—Puedes hacer lo que quieras, amor.—Respondió.

Amor. Siempre me llamaba amor.

—¿Sabes que podría escaparme con él, verdad?—No lo iba a hacer, pero solo quería ver lo que me decía al respecto.

—No llegarías muy lejos, tienes delante al hombre más habilidoso en lo que al equipo de maniobras respecta.—Yo rodé los ojos divertida al ver la seguridad en su mirada.

Razón no le faltaba.

—Genial. Pues suerte intentando pillarme.—Él me miró con una sonrisa pícara mientras me levantaba camino al cargamento de los equipos.

Ahora que lo tengo en frente, voy a admitir que no sé como cojones se ponía esto.

Tragué saliva alzándolo en frente mía para analizarlo.

—¿Quieres que te ayude?—Guapa, alta, soldado, buena bailarina, simpática y encima amable. Vamos añadiendo cosas a la lista de porqué Levi preferiría a esta mujer antes que a mí.

—Yo...—Murmuré. Ella no se lo pensó dos veces, y me ayudó a ponerme aquel enredo.

—Muchas gracias.—Le agradecí, y la pelirroja me dedicó una agradable sonrisa mientras colocaba su cabello rizado detrás de sus orejas.