ꜱᴇᴛᴇɴᴛᴀ ʏ ᴄᴜᴀᴛʀᴏ

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Esta celda por lo menos estaba mejor cuidada.

No estaba tan sucia, tenía una mejor cama y un poco más de luz.

A este camino me voy a hacer un tour por todas las celdas del mundo.

Hange y Eren acababan de tener una ridícula discusión en la celda de al lado, en la que al parecer Eren se puso un poco agresivo, algo que no me sorprende viniendo de Eren.

—Veo que no soy la única a la que han comido la cabeza.—Comenté sentada en la orilla de mi cama, solamente para molestar, el aburrimiento ahí abajo era mortal.

Pensé en si me habría escuchado desde la otra celda, hasta que me contestó:

—No me contestaste a la carta que te envié, ¿que mala educación, no?—Yo rodé los ojos, él sabía perfectamente que no tenía cómo contestarle, pues estaba encerrada sin absolutamente nada.

—Muy gracioso.—Finalicé, no sé para que intento molestarle si después la que sale molesta soy yo.

—¿Sabes?—Habló Eren y yo tragué saliva.—Aquí no te han echado mucho de menos, por lo que he visto el capitán se lo ha estado pasando muy bien con una subordinada suya.—Me intentaba enfadar, y lo había conseguido.

Sentí como todo mi cuerpo ardió, con el simple hecho de imaginarme a Levi con otra persona que no sea yo.

Sin pensar en si es cierto o no, chasqueé la lengua.

—Que te jodan.—Rechisté.

Segundos después, se escucharon unos pasos fuertes bajando las escaleras, pasos que se dirigieron hasta la puerta de mi celda.

Yo miré fríamente cómo el capitán abría la puerta de hierro.

—¿Vienes a visitarme y todo?¿Cuánto tiempo tenemos?—Pregunté irónicamente, dándole a entender que me tenían como una prisionera incluso después de decirme que venían a rescatarme.

Patético.

—No vayas por ese camino. No eres una prisionera.—Respondió seco, parece que él sabe leerme la mente.

—Esta celda no dice lo mismo.—Bufé.

—Habértelo pensado mejor al acuchillar a uno de mis subordinados.—Rudo, doloroso.

Volteé los ojos con fuerza.

El silencio inundó la celda hasta que el pelinegro se acercó sujetando mi barbilla entre su dedo índice y pulgar para elevarla haciendo que nuestras miradas se conectaran.

—Créeme que yo tampoco quiero que estés aquí.—Habló con delicadeza, incluso algo de cariño en sus ojos.

Siempre tan tú, Levi. Una de cal y otra de arena.

Tras unas intensas miradas, se separó nuevamente hasta la puerta.

—Vamos, Hange te quiere ver.—Yo intenté calmar los martillazos en mi pecho.

—¿Para qué?—Pegunté.

—Revisión medica, quiere saber si estás bien de salud.—Obviamente no lo estoy, no voy a empezar a numerar la de nutrientes que le faltan a mi cuerpo porque no terminaría ni en dos años.

Había adelgazado mucho, y tenía cardenales y cicatrices por todas las partes que te puedas imaginar.

Sin replicar más, me levanté y comencé a seguirle por todos los pasillos del cuartel hasta llegar a una sala en especial.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora