ᴏᴄʜᴇɴᴛᴀ

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Levi se había pasado toda la noche en mi habitación, sentado en mi cama con la espalda apoyada en la cabecera mientras yo dormía, o por lo menos lo intentaba, en sus muslos.

Me acarició el cabello, me admiró con todo el amor del mundo y secó mis lágrimas hasta que el sol salió por la ventana.

Aquella mañana me dijo que tenía que irse al bosque con Zeke ese mismo día, y que yo me podía ir con él o quedarme en el cuartel.

Mi respuesta fue simple y tampoco me pidió muchas explicaciones:

—Quiero ir contigo.—Era verdad, me había dado cuenta de que aún lo amaba y que lo único que quería era estar a su lado, aunque tampoco tengo la valentía de decírselo.

Ya había terminado de hacer la mochila, aquellas mismas mochilas que llevamos cuando la policía militar nos estaba buscando, que recuerdos.

La hora de irse se acercaba y mis manos me sudaban mientras me miraba en aquel sucio espejo.

Mis ojos estaban muy hinchados por haberme pasado la noche llorando, pero aún así tenía mejor cara que el primer día que estuve aquí.

Llevaba puesto una camiseta blanca de tirantes que se ceñía por completo a mi pecho y abdomen, y los pantalones negros del cuerpo de exploración.

Me habían vuelto las ganas de verme bien, quería que Levi me viera bien, quería que él pensara que soy una mujer hermosa, y aunque me puse un poco de carmín rosa en los labios, rubor en las mejillas y me peiné el cabello en una cola alta, no me conseguía ver como realmente quería.

A los segundos me froté las mejillas para quitarme lo que me había puesto, ¿todos en guerra y tú pensando en ponerte guapa, Alma?

Eres realmente patética.

Intenté quitarme el carmín de los labios al sentirme ridícula y me dirigí hasta la puerta de la habitación.

Durante el camino por los pasillos pensé en cómo actuaría delante del capitán, no sabía ni qué decirle ni qué hacer, él me había dicho que me amaba y yo no tenía la valentía suficiente para admitirlo también.

Bajé las escaleras de la entrada principal, encontrándome con una decena de carros en frente, esperando para marchar.

Los soldados de la legión se movían de un lado a otro, preparándose para ir al bosque, llevando todo lo necesario para sobrevivir allí durante unas cuantas semanas supongo, hasta que todo esto termine.

Por fin localicé al pelinegro con la mirada, que conversaba con uno de sus subordinados.

No tardó mucho en encontrarme con la mirada lo que provocó que me temblaran las piernas.

Él comenzó a acercarse a paso firme hasta llegar a donde me encontraba yo observándole con detención.

—¿Te encuentras mejor?—Eso fue lo primero que dijo para después apoyar una de sus manos en mi cintura y depositar un beso cálido en mi mejilla.

Los pelos de mi cuerpo se erizaron.

—Sí, sí.—Balbuceé mientras me arrebataba la mochila con una de sus manos y con la otra me cogía de la mano para empezar a caminar hacia uno de los carros.

Siempre había sido tan caballeroso, incluso después de cuatro años me seguía tratando como una princesa.

Agaché la mirada para observar sus dedos entrelazados con los míos, casi ocultando mi mano por completo, y no pude evitar recordar cuando nos conocimos y me llevó al despacho del comandante para que contara toda la verdad.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora