ᴛʀᴇᴄᴇ

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Ahí estaba yo, de madrugada en el comedor, sentada solitariamente en una de esas mesas con la cara apoyada sobre ambas manos mientras mis ojos intentaban cerrarse.

Acabábamos de llegar de la misión, la cual hubiera sido un éxito si no hubiera sido por tanta gente fallecida y si Annie no estuviera metida en una especie de bola de cristal de la que no la podemos sacar.

Después de todo lo que hemos hecho, para que no nos pueda contar absolutamente nada, vaya desperdicio de tiempo. Por lo menos conseguimos que dejen a Eren en nuestras manos por ahora.

Desde la misión en el bosque se me había hecho realmente difícil dormir, y cuando lo hacía siempre me despertaba con pesadillas. Escuchaba los gritos de Petra cada vez que mis ojos se cerraban, me perseguían en la oscuridad. Solo podía ver el dolor y la sangre, por lo que decidí no dormir aunque me preocupaba que nunca más pudiera volver a dormir bien.

Escuché a alguien entrar por la puerta, aunque lo ignoré porque probablemente sea una persona que tampoco puede dormir y viene a comer o beber algo.

Con mis manos comencé a juguetear con la servilleta que sujetaba entre mis dedos hasta que vi como alguien dejaba un té en la mesa justo a mi lado.

Alcé mi cabeza.

El capitán se sentó a mi izquierda, peligrosamente cerca, y volteó para mirarme a los ojos.

—Deberías estar durmiendo.

—Tú también.—Dije. He de decir que eso sonó bastante a la defensiva.

—Llevo desde el primer día después de la misión pasando por aquí, todos los días estás sentada en esta mesa a estas horas.—Volví a voltear mi cabeza para mirarle de vuelta.
Mi corazón se aceleró.

¿Me había estado viendo todos estos días?

—No puedo dormir muy bien desde todo lo que pasó.—Respondí. Él frunció el ceño, su mirada desde tan cerca realmente me provocaba escalofríos por absolutamente cada rincón de mi cuerpo.

—Tú tampoco puedes dormir por lo que veo.—Dije, dibujando una muy pequeña sonrisa en mis labios.

—A mi no me hace falta dormir.

—¿Acaso eres un vampiro?—Reí yo sola. Él solo miró mi sonrisa detenidamente, para después alzar su mirada a mis ojos. Ahora que lo pienso nunca había visto al capitán sonreír, ni si quiera he escuchado su risa.
Rápidamente giré mi rostro, no era capaz de mantenerle la mirada más de unos segundos y que estuviera a dos centímetros de mí, lo hacía mucho más complicado.

—No me miras a los ojos.—Dijo, claro y conciso.—¿porque?—Continuó hablando. Sentí mis mejillas arder después de su pregunta. Mi nerviosismo era notorio.

—Me intimidas.—Solté, y le miré de reojo, no pareció sorprendido. Quizá ya le habían dicho eso antes.

—No te voy a morder.—Eso sonó caliente. Mis mejillas se tiñeron todavía más rojas.

—Eso espero.—Reí.

—A no ser que te portes mal.—¿Lo estaba diciendo de manera jodidamente sexy o son cosas mías? Ya no sé qué pensar.

La temperatura del ambiente se elevó.

Capitán, ¿qué quieres de mi?

—Nunca me porto mal.—Intenté ignorar el hecho de que probablemente parecía un tomate personificado.

Nuestras miradas se conectaron, sus ojos azules grisáceos me hundieron sobre ellos, recorrían cada centímetro de mi rostro, lo que conseguía erizar todos los pelos de mi cuerpo.

—¿Que pasa?—Le dije. Me miraba de manera extraña.

—Me gustaría descubrir si realmente eres así o es todo una fachada.—Respondió.

—¿Así como?

—Perfecta.—Mi corazón casi se me sale del pecho, sin embargo el no parecía muy afectado por lo que había dicho. Su rostro seguía serio y con el ceño fruncido, aún recorriendo todos los rincones de mi cara.
¿Acaso para él decir que era perfecta no tenía ninguna importancia?

—Nadie es perfecto.—Eso fue lo único que se me ocurrió para responder y no quedarme con cara de imbécil mientras me miraba.

—Parece que absolutamente cada cosa que haces lo tuvieras premeditado. Las expresiones, la manera de hablar, la forma en la que miras.—En su voz se podía escuchar una increíble curiosidad, él esperaba que yo le diera la respuesta pero realmente no sabía de lo que estaba hablando. Estaba perdida.
Yo hago las cosas normal, como todo el mundo.

—Me pareces demasiado pura para esta mundo.—Finalizó de hablar. Una electricidad recorrió cada célula de mi cuerpo.

¿Pura?

—No sé de que me hablas.—Reí.

—Ya veo.—Se volteó y tomó su taza de té para pegar un sorbo y mirar al frente, dejándome ver su perfecto perfil e ignorando por completo el tema.

Me quedé hipnotizada con sus labios pegados a la taza.

No entendía porque el capitán me hablaba así de repente, él y yo no habíamos intercambiado muchas palabras, y si lo hacíamos era para hablar sobre misiones o ordenes de Erwin, pero al parecer, por lo que ha dicho hoy, me ha dejado claro que él se estaba fijando en mi más de lo que pensaba.

Yo sinceramente creía que para él ni siquiera existía.

—A mi también me gustaría saber porque eres tan misterioso.—Esta vez fui yo la que hablé, él me miró de reojo.

—Los sentimientos bajo esa coraza de chico duro.—Continué hablando.

—Nada.

—¿Que?—Pregunté.

—No hay nada.—Yo repasé mis labios con la lengua.

—Estoy segura de que sí.

Un silencio inundó toda la sala. Después de casi unos interminables veinte segundos, solo dijo:

—Mocosa ilusa.—Noté cierto tono burlón en sus palabras, para rápidamente levantarse de la mesa y dar media vuelta con el té en las manos.

—Que tengas una buena noche, Alma.

—Lo mismo digo, capitán.

¿Que clase de conversaciones filosóficas a las 3AM acabamos de tener?

Son las horas.

Después de unos minutos en lo que lo único que se centraba mi mente era repetir una y otra vez toda la conversación de hoy, volví a apoyar mi cabeza sobre ambas manos, hasta cerrar mis ojos.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora