ᴄᴜᴀʀᴇɴᴛᴀ ʏ ꜱᴇɪꜱ

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—No,no,no.—Murmuré.

Sentí como mi corazón se cayó en un solitario y profundo pozo, consiguiendo que una oscuridad invadiera mi mente.

Corrí desesperada hasta aquel hombre, que estaba desplomado en el suelo con aquella cuchilla en su estómago.

La sangre comenzó a inundar su camiseta, manchándola de un intenso rojo carmín.

—No puede ser.—Continué murmurando, en un completo ataque de pánico, con las manos temblando y las pupilas recorriendo con ansia un lado y otro de su cuerpo.

Rápidamente saqué con cierta dificultad la cuchilla de su estómago, y me quité mi capa para tapar la herida con mi máxima fuerza posible.

Por mucha tela que colocaba encima, la sangre conseguía inundarla hasta llegar a mis manos, volviéndome completamente desquiciada.

—No, no, no.—La lágrimas ya comenzaban a brotar por las cuencas de mis ojos como la sangre brotaba de la herida de aquel hombre.

Al no sentir su pulso en mis dedos, entré en completo pánico, invadiéndome un sentimiento de culpabilidad que me tenía al borde de la locura.

—Lo he matado, lo he matado.—Susurré para mi misma a la vez que llevaba mis manos ensangrentadas a mi cara desesperada.

—No puede ser, no puede ser.—Sollocé, hundiéndome en mis propias lágrimas, imaginándome la familia y vida de aquel hombre al que se lo había arrebatado todo.

—Soy un monstruo.—Pensé.

—Tranquila, Alma. Estoy contigo. Tranquila.—Escuché decir a Jean a mis espaldas mientras rodeaba con sus musculosos brazos mi cuerpo, alejándome del cuerpo del hombre con lentitud.

—Soy un monstruo, Jean. Lo he matado.—Lloré, con la respiración agitada. Él me giró hundiendo mi cara en su pecho durante unos largos segundos a la vez que acariciaba mi pelo.

—Has hecho lo correcto, ese hombre te iba a matar.—Negué con la cabeza continuamente, quería tirarme en el suelo, dormirme y que todo esto haya sido una pesadilla.

Pero no fue así.

—No,no.—Continué diciendo entre lágrimas y tembleques de mis piernas. Invadida por el dolor y la culpabilidad.

—Alma, mírame.—Me alzó la cabeza con su dedo pulgar, para así poderle mirar a los ojos.

—Ahora nos tenemos que ir, tú no has hecho nada malo, ¿vale? Todo saldrá bien, te lo prometo.—Me intentó tranquilizar, pero no lo consiguió, yo me negué a despegarme de su cuerpo, me sentía muy segura entre sus brazos.

—¿Como he podido hacer eso?—Lágrimas y lágrimas, sin cesar, ya inundaban mis ojos, impidiéndome ver con claridad.

—Todo es tu culpa, ¡todo es tu maldita culpa!—Alcé la mirada para ver como Mikasa se dirigía con pasos fuertes hacia mí, al llegar colocó su mano en el cuello de mi camiseta y tiró con tanta fuerza que me levantó del suelo.

Me miró desde arriba con rabia, yo solo quedé congelada al no saber de qué estaba hablando.

—Suéltala, Mikasa.—Habló Jean con miedo detrás mía.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora