ᴄᴜᴀʀᴇɴᴛᴀ ʏ ɴᴜᴇᴠᴇ

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—Ey,ey,ey.—Me llamó el pelinegro que me sujetaba en sus brazos.

Mi respiración estaba exageradamente pesada, y los dolores de mi cuerpo ya estaban empezando a aparecer, como por ejemplo el golpe en la cabeza y las dos heridas abiertas en ambas de mis palmas, las cuales estaban completamente teñidas de rojo.

Toda esta acción estaba comenzando a pasarme factura, el cuerpo me pesaba y mi visión se iba emborronando cada vez más.

—Tienes que mantener los ojos abiertos, ¿vale? No te duermas, Alma.—Escuché decirle mientras me colocaba sobre sus brazos, uno de ellos pasando por detrás de mi espalda y otro por mi piernas, agarrándome como si fuera una mera pluma para él.

Realmente estaba luchando por mantenerlos abiertos.

—Estoy cansada.—Murmuré, estaba mareada, desorientada e incluso me estaba desangrando.

—Lo sé, lo sé. Pero tienes que mantenerte despierta, hazlo por mi, ¿si?—Podía notar la preocupación en su voz, lo cual me derritió de ternura.

—No los voy a cerrar, no te preocupes.—Continué murmurando, aún podía mantenerme despierta aunque con alguna dificultad.

Sin embargo, unos segundos después de eso mis ojos se entrecerraron como cuando llevas despierto demasiado tiempo y se te cierran automáticamente.

—Ey, Alma.—Volvió a llamarme, agarrando mi cara con su mano.

Solo quería dormir, que me dejara dormir un rato.

—Alma,—Hizo una pausa para mover mi cara de un lado a otro con sus dedos con delicadeza.—¿Te acuerdas lo que te dije la última vez que nos vimos? Tú tenías razón, lo dije por que soy un cobarde. Pero tú eres valiente, por eso tienes que mantenerte despierta, Alma. Porque si mueres ahora no me lo perdonaré jamás, jamás.—Un esbozo de sonrisa apareció en mis cansados labios por una milésima de segundo al escuchar sus palabras.

—Eres estúpido, capitán.—Dije en un tono bajo, pero lo suficientemente alto para que me escuchara.

—Lo sé.—Dijo, eso abrió mis ojos consiguiendo encontrarme con su mirada, pude ver el dolor en ellos, la preocupación y la culpabilidad.

Me miraba con una carita de bebé que daban ganas de achucharlo.

Me había hecho daño, y mucho, pero no puedo evitar quererlo a mi lado.

Sin embargo, no podía perdonarle lo que me había dicho.

Me acarició la mejilla apartando mi cabello rubio detrás de la oreja y tras unos segundos de contemplación, nos elevamos en el aire con el equipo de maniobras.

En menos de un minuto la cara de Hange estaba a unos centímetros de la mía, analizando cada una de mis heridas con el ceño completamente fruncido y una concentración increíble.

Tragué saliva.

—Estoy bien, solo darme unos minutos.—Murmuré, respirando hondo mientras Levi me bajaba para acostarme en el suelo.

—Levi tiene razón, será mejor que no te quedes dormida con esa herida.—En cuanto mi vista se desnubló un poco, fui capaz de ver a la superior con una venda en la cabeza y heridas en algunas partes del cuerpo, enseguida me preocupé por ella aunque tampoco podía hacer mucho en mi condición.

—Levi, vete con ellos, nosotros saldremos de aquí lo antes posible, hay que curar esas heridas o terminará desangrandose.—Habló con el capitán y todos mis pelos se pusieron de punta.

Levi entreabrió los labios con tristeza y me miró.

—Está en buenas manos.—Susurró Hange, para tranquilizar aquella mirada de culpabilidad.

Después de unos intensos segundos de tensión palpable en el aire, en los cuales me observaba como si irse de mi lado le causara el peor de los dolores, se dirigió hacia donde iban los demás.

Jean y Armin aún estaban con nosotras, el rubio ayudó a Hange a levantarse colocando su brazo por encima de él y mi mejor amigo se acercó rápidamente hasta mi.

—No sabías lo preocupado que me tenías, tonta.—Me habló, yo forcé una sonrisa dejando caer mis pesados párpados mientras Jean me tomaba sobre sus brazos.

—Ni se te ocurra volver a desaparecer así.—Continuó hablándome.

—Lo siento mucho por ser secuestrada en contra de mi voluntad, Jean. Como he podido hacerte eso.—Murmuré sarcásticamente, el humor es lo último que se pierde, aun estando desangrándome.

Los cuatros salimos por donde ellos entraron, y en menos de un minuto ya llegamos al exterior, volteé la cabeza para ver que donde estábamos antes, era una iglesia, aunque no me sonaba de nada ese lugar.

Nos comenzamos a alejar por aquel campo a duras penas dirigiéndonos a los carros hasta que un horrible temblor nos hizo caer a los cuatro al suelo.

Vi como el suelo se partió a nuestras espaldas y lo primero que pensé era en si Levi estaría a salvo.

La iglesia comenzó a derrumbarse, intentamos alejarnos más pero el suelo se rompía a nuestro paso  lo que lo hacía algo complicado.

—¿Que demonios está pasando?—Gritó Jean, mirando con cara de susto la situación.

—Creo que alguien se está convirtiendo en titán.—Respondió la castaña.

—¿Eren?

—No, algo mucho más grande que el titán de Eren.—Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al escuchar esas palabras, ¿había otro titán allí?

No tardó ni un minuto en salir de aquel agujero un titán, si podría considerarse titán, increíblemente gigante, más que Eren, Annie, Reiner e incluso diría que Bertholdt.

Sin embargo algo en él no era normal, se cayó de boca al suelo, como si no fuera capaz de mantenerse en pie, y comenzó a arrastrarse por el campo arrasando todo a su camino.

Temblé al ver eso y pensar a donde se dirigía.

No era un titán inteligente, eso me daba miedo.

¿Como íbamos a ser capaz de matar a eso?

—Creo que ese es Rod Reiss.—Habló la superior.

Al ver toda la escena se me olvidó la sangre que recorría mis manos y mi cabeza, heridas que Hange comenzó a vendar tiempo después de levantarnos hasta el carro.

Jean y Armin fueron a buscar a los demás, esperando que siguieran vivos, aunque no se como han podido sobrevivir a eso de antes estando ahí metidos.

Después de vendar todas mi heridas, me quedé tumbada encima del carro, hasta escuchar unas voces familiares.

Me enderecé sobre mi misma para ver a todos mis compañeros incluido Eren e Historia dirigiéndose hacia nosotros.

Todos parecían bien.

Al encontrarme con la mirada del capitán, lo primero que hizo fue caminar hasta mi y agarrar mi cabeza con sus calurosas manos.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, estoy bien. Tranquilo, ¿vale? Esto no ha sido tu culpa.—Dije, sin soportar la pena en sus ojos.

—No debí haberte dejado sola.—Contestó, apretando aquellos húmedos labios en mi dirección.

—Lo hecho, hecho está.—Dije, claramente algo molesta, apartando mi cara de sus manos, mirando al cielo que se estaba oscureciendo.

—Alma...

—Levi, déjalo.—Hablé, bajando el tono de voz y mirándole con frialdad en mis ojos. Pude ver la tristeza en los suyos, pero ahora no me servía de nada.

Claramente que lo quería, yo quería estar con él. Pero no puedo dejar que siempre que tenga miedo me haga daño, a veces hay que pensar en uno mismo, al final todo será mejor así.

—Como quieras, amor.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora