ꜱᴇꜱᴇɴᴛᴀ ʏ ᴜɴᴏ

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—De verdad Levi, yo puedo llevar mi caballo.—Le repetí por decimocuarta vez mientras avanzábamos por las afueras de la muralla hacia el muro María.

Todo estaba oscuro, pues decidimos salir de noche para aprovechar que los titanes estén dormidos.

Aunque viendo como terminaron la última vez, cuando aparecieron titanes aún siendo de noche, nada es seguro.

—Ya te he dicho que lo sé.—Respondió, con la mirada en el frente todavía.

Yo solté un profundo suspiro.

—Te dije que te trataría como una princesa.—Me susurró Hange al oído, yo la miré de reojo dejando escapar una pequeña sonrisa.

Me encanta que se preocupe tanto por mi, pero no soy inútil, sé llevar un caballo.

—¿Tienes frío?—Me preguntó el pelinegro, segundos después, yo deposité una mano sobre la suya de manera tranquilizadora.

—Estoy bien, de verdad. No te preocupes.—Hablé, con una tierna sonrisa en los labios.

Desde ayer está bastante inquieto, entiendo que tenga miedo de perderme, por eso intento tranquilizarle.

Le volví a mirar, llevaba la capucha de la capa verde puesta, al igual que todos nosotros, pero aún así podía llegar a ver su varonil perfil, serio y con esa expresión como si estuviera continuamente aburrido.

—¡Un titán a la izquierda!—Se escuchó gritar a Jean, todos los pelos de mi cuerpo se erizaron y enfocamos con la luz al supuesto titán.

Apoyado en una roca, totalmente parado.

—No pasa nada. Está profundamente dormido. Este no es como los nuevos que se mueven de noche. Es una lástima, dejarlo ahí.—Habló alto y claro la mayor Hange.

Respiré algo agitada. Ver un titán tan cerca de nosotros me parecía tan extraño.

—Estás a salvo. A mi lado siempre lo estarás.—Escuché decir al capitán en mi oído, ya que me había resguardado un poco en su espalda al ver ese titán tan cerca.

Jamás he conocido a una persona tan protectora como él. Me sentía la persona más segura del mundo al tenerlo como pareja.

—Si tan seguro estás, ¿que es lo que te preocupa?—Le pregunté curiosa, llamando su atención y consiguiendo que me mirara directamente a los ojos.

Si a su lado siempre estaré a salvo, ¿porque se martiriza pensando en que algo me pasará?

—No me preocupa nada.—Respondió.

No pude evitar soltar una pequeña risa al escucharle.

—Venga, no has sonreído ni una vez desde ayer.—Le reproché, mirándole con un puchero en los labios.

—Te tengo muy mal acostumbrada.

—Bien acostumbrada.—Le corregí, sonreír es algo bueno, y más si viene de él.

Su sonrisa vale cuatro veces más que cualquier sonrisa de otra persona.

—Sonríeme. Solo un poquito.—Le insistí de manera juguetona, con una sonrisa traviesa y suaves golpecitos en el brazo.

Él me miró de reojo, completamente serio, y repetí el puchero en mis labios hasta que conseguí ver un muy fugaz esbozo de sonrisa que desapareció nada más volver a mirar al frente.

Sin embargo me di por satisfecha.

—Alma, Alma.—Alguien me reclamaba a mis espaldas, por lo que me giré a ver quien era.

—Necesito hablar contigo.—Me pidió Marlo, que casi corrió para llegar hasta mi lado entre todos los soldados.

—Claro, dime.—Dije, para ver como el chico miró de reojo a Levi y después frunció los labios.

—¿Podemos alejarnos un poco?—Yo asentí, veía como le tenía miedo al capitán, y en verdad eso me parecía algo gracioso.

Ambos nos apartamos de la gente un poco, pero sin perderlos de vista.

—Quería disculparme por lo del otro día.—Yo tragué saliva al escucharle y sonreí.

—No te preocupes.

—Ya me he enterado de que sois pareja. Me alegro mucho por vosotros, y no me voy a entrometer más, lo prometo.—La sonrisa de mis labios se ensanchó aún más.

—Muchas gracias, Marlo. Hace falta más gente como tú.—Dije, mientras se me venía la viva imagen de Nifa intentando entrometerse en lo nuestro.

—Te lo quería decir ahora, porque a lo mejor en unas horas no estoy vivo para contarlo.—Habló soltando una risa nerviosa, se le veía asustado, yo apoyé una mano sobre su hombro, hoy parezco la psicóloga del grupo tranquilizándolos a todos.

—No digas tonterías. Podrás decírmelo ahora, mañana o dentro de una semana. Ya verás.—Afirmé, segura de lo que decía.

—Bueno, voy a ir a por mi caballo, nos vemos después.—Nos despedimos y volví a mi sitio.

Una conversación corta y concisa, me gusta. Marlo es un chico claro.

—¿Que te dijo?¿Le tengo que partir las piernas?—Yo solté una sonora carcajada al escucharle.

—Eres muy agresivo, ¿lo sabías?

—Sí, algo me suelen decir.—Él me miró divertido.

—Solo quería disculparse, es un buen chico.—Comenté sonriente.

—Genial, porque no me apetecía partirle las piernas ahora.—Yo reí nuevamente divertida.

La gente me miraba extrañada, pues todos estaban casi temblando.

—¿Porque me miran así?—Le pregunté susurrando al pelinegro.

—Quizás porque eres la única alegre entre todas estas almas en pena.—Me respondió.

—No sabemos lo que va a pasar, no sé porque todo el mundo se hace ideas en sus cabezas antes de que pase nada.—Me expliqué, no soy una persona increíblemente positiva pero, si estas son nuestras últimas horas de vida como dicen todos, pues habrá que pasárselo bien entonces.

—Se llama miedo.

—Yo también tengo miedo.—Dije, provocando que su mirada cayera sobre mi.

—No lo parece, eso es lo que lo hace tan extraño.—Yo apreté los labios y agaché un poco la cabeza.

—Confío en el plan, confío en mis compañeros y confío en el comandante. Y hasta que no aparezca algo que me haga pensar lo contrario, así seguiré.—Él apoyó una de sus manos en mi cabeza para acariciar mi cabello.

—Pequeña ingenua.—Soltó.

Nada más comenzó a amanecer nos subimos de nuevo en los caballos, y unos minutos después, pude ver la muralla María a lo lejos.

Un montón de recuerdos aparecieron en mi cabeza, de pequeña a veces veníamos aquí, siempre fue un lugar muy bonito.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, y recé porque todo saliera bien.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora