80 - Hacer Lo Correcto

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Miles de pasteles volaban por los aires sin detenerse

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Miles de pasteles volaban por los aires sin detenerse. Hasta que uno de ellos aterrizó en la cara del rey de Auradon.

—¿Ben? ¿Qué haces aquí? —traté de portarme serio.

Habíamos sido atrapados y en una situación poco favorecedora.

El castaño se limpió la crema del rostro y nos lanzó una mirada matadora. Creo que no estaba muy feliz de recibir un pastelazo en la cara. 

—¿Donde carajo se habían metido ustedesdos? —regañó el príncipe. Nunca ante Shania escuchado maldecir a Ben. Debía de estar furioso, realmente—. ¡Les ordené que no salieran del carruaje! 

La colorida batalla de comida pasó a ser un regaño de parte del rey. 

—¡Desobedecieron una orden real! —seguía reprochandonos. 

Entre todo eso, Erida, la princesa de corazones solo noa miraba confundida, primero al castaño que acababa de allanar su hogar y luego a nosotros que estábamos como cachorros regalados, con la cabeza gacha y los brazos a los costados. 

—Vuelvan inmediatamente —nos ordenó—. ¿Y que diablos es este lugar? ¿Cómo terminaron en un agujero? 

La otra noble de cabellos blancos se aclaró la garganta, atrayendo la atención de su nuevo no-invitado finalmente hacia ella. 

—Este "agujero" es mi hogar —dijo en un tono innegablemente cortez y de clase—. Y no permitiré que un desconocido lo insulte… 

Ben se quedó helado. Había estado tan furioso cuando nos encontró que ni siquiera había prestado atención a nada más a su alrededor. 

—Y tu eres… 

—Erida. 

—Es la hija de la reina de corazones —le interrumpió Evie emocionada por darle a conocer su estatus, pero al ver la mirada fría y severa que le dio Ben regresó a su posición de regaño.

—Y tu eres… —Erida devolvió la pregunta. 

—Ben, rey de Auradon —se presentó el castaño elevando el rostro y mostrando la gallardía que su padre le había enseñado a presumir. 

—Ohh —la princesa comenzó a sonreír con una actitud completamente diferente—. Eres el rey del que hablaban ellos —rió.

Ben torció el rostro. Nadie antes le había sacado de quicio tan rápido como aquella chica. O quizás fue porque ya estaba muy alterado que la actitud petulante y safada de la chica lo des tanteó.

Intenté no reírme, pero el fastidio en la cara de Ben era muy divertido. 

—Suficiente —nos cayó—. Vuelvan al carruaje. Nos iremos ya… 

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora