Pesadilla al atardecer

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El sueño se apoderaba rápidamente de mi. Mis párpados se cerraban cansados y no me negaba a tener un poco de descanso antes de recibir mas explicaciones.

Caí dormido a los pocos segundos de cerrar los ojos y comencé a disfrutar del descanso.

Comencé a soñar tiempo después —o eso quiero suponer—, no tenía problema con soñar, me gustaba soñar pero eran pocos los que recordaba al despertar y, para mi mala suerte, esos pocos también eran los peores.

Este sería uno mas de la lista.

No recuerdo claramente pero distinguía que estaba en un campo. No había mucho al rededor, unos cuantos arboles sin hojas y de ramas retorcidas, basura en todo el lugar y unos buitres que sobrevolaban el lugar en la espera de su cena.

El pasto estaba gris, seco, muerto. El cielo nublado y el viento soplaba en veces, frío hacia mi derecha. En aquel inhospito lugar solo sobresalía un camino rustico que podría pasar por un elemento mas de la naturaleza. Varias piedras desalineadas e irregulares formaban un trazado deforme hacia dentro del bosque, cruzando tres colinas hacia el oeste.

Seguí el camino porque así lo mandó mi subconsciente. El sendero no era transitable, las rocas tenían bordes afilados y picos que podían fácilmente desgarrar los zapatos. El camino era imaginario, parte del sueño pero el dolor se sentía tan real que incluso me dolían los pies después de despertar.

El camino cruzaba dos colinas antes de adentrarse al bosque. La primera era pequeña y logre cruzarla rápido. La segunda era cada vez mas empinada y difícil de subir, llegó un momento en que tuve que andar a gatas para sostenerme en la ladera.

Sentía que caería y rodaría colina abajo. El ángulo del terreno me cansaba de sobra y mis manos comenzaban a temblar.

Sin tiempo que perder, utilicé un árbol como descanso para recuperar algunas fuerzas.

No sabía por qué debía llegar hasta el final del sendero pero sabía que tenía que hacer algo para despertar.

De un momento a otro, la corteza del árbol se troceó dando lugar a un túnel que bajaba por el tronco hacia dentro de la tierra.

Caí por el hueco llevando conmigo raíces y tierra que arrastraba en un intento por frenar la caída.

Me arrastre por el subsuelo hasta detenerme al chocar contra un piso adoquinado en medio de la oscuridad.

Me levanté adolorido por la caída y sacudí inútilmente mi ropa que estaba llena de tierra.

Exploré con la vista mi nuevo entorno pero la oscuridad no dejaba ver nada en ella.

Sin poder ver el lugar donde me encontraba, me limité a explorar la oscuridad con el tacto. Era incomodo y algo inquietante para mi pues no sabía que es lo que podría encontrar, quizás cajas, ratas, cuchillos, cualquier cosa.

Toqué el borde de un objeto de madera y seguí su perímetro para intentar averiguar que era lo que estaba frente a mi.

El borde describía un objeto cubico —de seguro una caja—, con puntos fríos que probablemente fueran los clavos con que fue hecha.

Seguí el contacto hasta encontrar la posible tapa de la caja. Al encontrar la saliente coloqué ambas manos debajo de esta y jalé con todas mis fuerzas hacia arriba. La cubierta de la caja salió volando, al igual que el polvo, y los objetos que se encontraban sobre ella causaron un relajo al chocar contra el piso.

Me cubrí la cara y empecé a toser por el polvo que ahora estaba por todo el aire del lugar. Intenté alejar lo que seguía suspendido agitando mis manos frente a mi rostro. Al reabrir los ojos pude observar como de la caja salía una columna de luz amarillenta que después se desplegó por todo el lugar permitiéndome ver claramente el lugar en que estaba.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora