Pantalones ajustados

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Podré ser mala persona, con actitud cortante y sin modales, pero nunca en mi vida podría romper una promesa. Y no me quedaba de otra más que ayudar al principito a comprar ropa.

Maldita moral.

Adam me jalaba del brazo por entre las personas, arrastrándome hacia alguna otra tienda.

Si quería conseguir ropa "interesante" solo lo podría hacer en el barrio de las hadas así que ahí es donde me empujaron a ir a primera hora de la mañana.

-"Deberías acompañarlo Carlos, muéstrale la ciudad Carlos" -repetí con roña las palabras que Mal dijo después de que Adam se encargara de contarles a todos el "plan: ropero nuevo" como él lo llamó.

Ridículo.

En fin.

Al menos podría ver cosas interesantes ya que no iba casi nunca a ese lugar.

El barrio de las hadas era la zona del reino más resplandeciente y llena de brillitos en toda la tierra; también era la más cara, como era de esperarse.

Llena de boutiques exclusivas, tiendas departamentales, joyerías, modisterías, florerías y demás cosas lujosas por las que la gente pagaba mucho dinero por sentirse de la élite.

La calle principal era amplia y empedrada, perfectamente cuidada y con una fuente con formas místicas a mitad de todo.

Parecía una villa encantada... pero tanto brillo me irritaba los ojos.

Adam parecía maravillado con cada paso que daba y sus ojos descubrían algo nuevo en un aparador o en las manos blanquecinas de alguna hada joven vendedora.

Por suerte Sheld nos había acompañado, lo cual es sorprendente porque no le gustan los lugares muy concurridos; siempre dice que la gente huele mal y le desespera que lo acaricien en la cabecita...

...claro que si yo lo hago no se queja mucho que digamos.

Pero en cuanto escuchó que Adam y yo iríamos juntos de compras, él se apuntó a venir también.

No discutí nada porque en verdad agradecía tenerlo conmigo.

Claro que cada cinco segundos Adam me jalaba hacía otro puesto y muchas veces Sheld se quedaba atrás; y cuando nos alcanzaba, Adam ya estaba viendo algo más al otro lado de la calle.

-¡Carlos! Mira esto -Levantó una camiseta negra con un estampado que decía: "Let's be evil" lo cual, por obvias razones, no me hacía nada de gracia-. Es divertido ¿no crees? Porque estoy rompiendo las reglas de mi familia, irónico ¿no?

¿Este chico hablaba en serio?

-Sii, eres malévolo -dije sarcástico, aunque él no lo captó.

-La compraré.

Pagó a la mujer vendedora y ni un segundo después corrió hacía otro puesto.

La mujer que se quedó con la bolsa de la compra en las manos le dedicó una mirada de confusión. Tomé la bolsa y fui hasta donde había corrido el príncipe.

Parecía un niño pequeño en una dulcería, un niño ignorante e hiperactivo.

-¿Qué te parece esto? -Puso sobre sus piernas el gancho con unos pantalones color negro con franjas diagonales de mezclilla blanca. Eran lindos, debía admitirlo.

En ese puesto había un espejo largo a la entrada, así que no dudó en usarlo sin importarle quitar a una chica llena de brazaletes que lo miró mal y se fue berreando a otro lugar.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora