Desconfía de las sombras

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Haris, la chica que me interrogaba, había cambiado mucho en su aspecto, de parecer una humilde campesina con rasgos delicados pasó a ser una arrabalera chismosa con pequeños destellos de locura.

Maldije en mi cabeza a toda esta gente que habitaba en medio del bosque y que parecían no tener ni una pizca de cordura.

-No hagas caso de lo que dice. Es un poco... ¿Mentirosa, se podría decir? -dijo la voz conocida de Sheld. Ambos, desconcertados, volteamos a verlo en las alturas del árbol junto a nosotros. Se columpiaba en juego entre las ramas hasta bajar al suelo de un salto.

-Como te atreves -reprochó Haris.

El chico-gato le sacó la lengua en respuesta provocativa. La chica no lucía nada contenta.

-Ven, vamos -me dijo Sheld tomando mi mano y llevándome lejos de Haris. Mi único instinto fue soltarme de su agarre, quizás de forma un poco brusca que fue lo que alteró lo alteró.

-¿Qué sucede? -me preguntó. No tenía el valor de decirle que dudaba de él, o que no le tenía confianza suficiente después de todo...

-L-lo siento pero sería mejor irme a la academia ya.

-Oh, prefieres alejarte ¿me equivoco? -denotó triste el medio-gato.

-No, no es exactamente así pero... Si, preferiría descansar un poco. Ya he faltado mucho a mis clases y no quiero que me corran de la academia -mentí como si en verdad me importaran las asistencias, aunque ahora si tenía razones para querer quedarme en la academia-. Espero que...

-Aquí no es buen lugar para hablar -Miraba con el fresco recelo a Haris. De nuevo, tomó mi mano y me llevó hasta otro punto perdido entre los árboles, lejos de todos los oídos y ojos entrometidos que pudiera haber-. Ya estamos solos...

-Sheld -le llamé lo más serio que pude-, no lo tomes a mal pero... No comprendo nada de lo que Rick dijo de ti y, sinceramente no me importa pero me di cuenta de algo: no nos conocemos lo suficiente, y...

-Comprendo, necesitas tiempo...

Sonreí, feliz de que hubiese entendido que todo se había salido de control tan rápido que apenas entendía todo lo que había sucedido.

-La academia está por allá -dijo señalando entre los árboles la dirección-. Después de unos metros hay un sendero, siguelo y llegarás a la academia en menos de una hora.

-¿Menos de una hora? ¿Y por qué tardamos tanto ayer en venir hasta aquí? -pregunté atosigado por la repentina duda.

-Porque usaste el camino largo. Ayer caminaste tanto que nos alejaste lo suficiente del campamento o de la academia como para llegar a los riscos de la luna -excusó más animado.

-Debo volver -me despedí. Me acerqué a él sin saber cómo tenía que despedirme. Tenía tantas ganas de que fuera con un beso, pero no hubiese sido correcto en estas circunstancias; un beso lo arruina todo, era algo que ya había descubierto y comprobado.

Me despedí con un beso en la mejilla de Sheld. Fue la primera vez que le he visto sonrojado, lucía muy tierno, tanto que me dio pesadez dejarlo.

-No te seguiré... A menos que eso quieras -bromeó aún con un dejo de sonrojo.

"Si quiero" pensé de inmediato pero las sospechas me contuvieron de decirlo en voz viva.

-Volveremos a vernos -le dije-. Aún me debes una cita... Una real.

El me sonrió, alegre por mi propuesta.

-El martes -planeó -. Te pasaré a buscar a mediodía ¿ok?.

Era rápido para agendar cosas. Debía admitir, prefería que fuese así.

-Ya quiero que sea martes -deseé.

Lo miré de arriba a abajo, como si fuera la última vez que lo vería. Cada vez resultaba más fácil acercarme a él y cada vez sentía más necesidad de hacerlo.

Llegué incuestionablemente rápido por el camino ¨corto¨hacia la academia; hubiese preferido conocerlo antes y así ahorrar mucho tiempo. Mis pies me reclamaban mucho por ello. Todo parecía tan tranquilo en aquella institución, no había nada mas que el imponente edificio mostrando con gloria sus años de vejez y calma. Alguno que otro estudiante paseaba de vez en cuando entre las jardineras pero la mayoría evitaba el lugar, deduje que esa estatua los inquieta tanto como a mi y preferían mantener una distancia prudente de ella.

Fui directo a mi habitación, no quería hacer nada mas relacionado con pensar, me era suficiente con las marejadas de preguntas sobre Sheld en mi cabeza. Me recosté en mi cama y me enfoque en deslindarme de todo.

No funcionó. Evie llegó a tiempo para atormentarme. De alguna forma se enteraba de todo tan rápido como sucedía; sospechaba que tendría cámaras ocultas o cuervos vigías por todo el lugar.

La chica entró con total confianza, derramando curiosidad sobre mi situación sentimental. No tenía ganas de hablar, mucho menos con ella, prefería evitar también el tema de un espejo roto y una hija de bruja futuramente enojada; Aún no pensaba en como decirle...

-Cuentame todo-ordenó la peliazul-. ¿Que tal resultó todo?

-Argh, Evie en serio no quiero hablar de eso...

-Sabes bien que quieres hacerlo-dijo.

-No, no quiero.

-¿Tan malo fue?-preguntó, esta vez preocupada.

Asentí. Tenía una almohada cubriéndome el rostro y una chica molestándome encima de mi, no había nada que pudiera mejorar como me sentía.

Ella entendió que en verdad prefería guardar silencio. Bien sabíamos ambos que después no habría manera de que no le contara todo y fungiera, nuevamente, como mi consejera personal en estos asuntos tan complicados que vagamente entendía.

-Ya tendremos tiempo suficiente para platicar. Me suspendieron tres días-cambió de tema súbitamente.

-¿Qué hiciste ahora?

-Digamos que hice mal un calculo y puse mas bromo del que debía en la mezcla -Ambos reimos. Ella era lo que me faltaba para levantarme un poco el ánimo.


-Quizas sea mal momento para decírtelo pero... -Agregó cuando las risas cesaron y la tranquilidad reinó-. El rey Ben nos invitó a un baile. Algo así como una fiesta elegante para celebrar la desprohibición de la magia en Auradon... Y tenemos que ir...

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Hola nuevamente,

Aquí vuelvo con otro capítulo que esperó que les haya gustado.

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Nos leemos en el siguiente capi,

D.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora