El baile - noche

872 83 10
                                    

"El baile de la liberación de la magia - parte 3"

Terminaba de acomodarme el moño frente al espejo del baño. Ya estaba casi listo para irnos al baile pero el moño no terminaba de convencerme. Lucía torcido.

Quería que todo fuera perfecto está noche. Nada podía salir mal en esta "cita" con Sheld.

—Carlos —llamó a la puerta del baño hablándome desde afuera de este—. ¿Ya estás listo?

—Eh... Ya casi... ¡Un segundo! —contesté. La maldita corbata no se podía ver peor, no se si sea que tengo los ojos desacomodado o en verdad esta corbata era horrible. Me odiaba, aunque sea un pedazo de tela sé que me odia.

Ya rendido de mis intentos frente al espejo salí sin más.

—¿Nos vamos? —cuestioné.

Mi chico-gato me sonrió y se acercó a mí. Bajo su vista a mi corbatín e intentó también acomodarla.

—Listo, estás perfecto —dijo una vez dio por terminada su labor.

Mis manos buscaron a las suyas y se entrelazaron conservando la cercanía entre nosotros.

—No tan perfecto como tú —le halagé.

Un pequeño sonrojo se materializó en su rostro y su sonrisa se tornó más grande.

—Basta, tenemos que irnos.

Caminó hacia la salida de la habitación sin soltar mi mano. Podía sentir, como lo describía Evie con tanta emoción, lo que ella llamaba "las mariposas en el estómago" pero en todo el cuerpo. Esa sensación de cosquilleo que produce él y solo él en mi, al saber que nos espera una noche romántica. No podía ser más feliz...

—Espero no olvidar nada —dijo Sheld y de inmediato vino una imagen a mi mente...

—¡Cierto! —exclamé soltando su mano y regresando al frente del gran escritorio, esculcando en todos los cajones, tratando de encontrar...— Aquí esta.

Casi olvidaba, el pequeño broche de plata que había encontrado en la biblioteca, pensé que sería un buen detalle para con Sheld. Sólo esperaba que le gustara.

Me acerqué de nuevo a él sin pasar por alto su cara de interrogante —y contener una risa cómplice—. Tomé la solapa de su saco y coloqué el pequeño broche en el.

—¿Te gusta? —pregunté permitiendo que se viera en el espejo en el muro. Debía admitir que estaba expectante por su respuesta. No quiero arruinar nada.

—Mucho —contestó librándome de los pensamientos negativos sobre si le gustaría o no. Mi rostro se calentó después de sentir sus labios sobre mi mejilla.

Sin esperar más caminamos hacia el salón, hacia el baile y hacia una velada magnífica.

...

La música clásica, los candelabros, las personas elegantemente vestidas... Todo parecía como en las historias antiguas sobre los bailes... Era como lo había imaginado; puede que incluso mejor.

Entremos juntos al gran salón saludando a las personas que conocíamos —las cuales no eran muchas para sorpresa de nadie— y buscaba con la mirada a mis amigos.

Mi madre me había contado algunas historias sobre los bailes y fiestas elegantes a los que ella había asistido en su juventud, nada comparado a esto; los bailes en donde ella vivía eran más tranquilos, mucho menos estrafalarios ni ostentosos, con techos más bajos, vestidos largos, perlas y plumas, con luces tenues y música de Jazz de fondo. Sólo una vez me había contado como fue que conoció a mi padre, en una de esas fiestas, una de las pocas a las que le permitían asistir. Dice que se acercó a ella y que se comportaba como todo un caballero. Bailaron toda la noche, platicaron y se enamoraron.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora