79 - La Revolución

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—¡¿Qué?!

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—¡¿Qué?!

Casi me desmayo sobre aquellos panquecitos con mermelada cuajada y pastelillos de tierra. 

—¿Por qué harían eso?

La chica alzó los hombros despreocupada.

—Es lo que se hace aquí —dijo sin importancia. Incluso tomó una tostada y comenzó a untarle mantequilla—. La gente pierde la cabeza todo el tiempo, por cualquier motivo.

—Pero… Pero eso no… No está bien —intenté rebatir. Tan solo la idea de algo tan horrible me hacía querer vomitar, además de que uno de los postres que comí me había dejado un asqueroso sabor en la boca.

—¿Cómo tienen permitido cortarle a alguien la cabeza? —dijo Evie—. ¿Qué no eso es algo que un villano haría?

La mujer no se inmutó mucho. Tomó otro sorbo de su taza de té y habló con calma :

—En efecto, eso era lo que hacía mi madre cuando era reina. Adoraba ver el terror en los ojos de sus sentenciados —rió recordando su niñez —. Los pobres naipes vivían atemorizados todo el tiempo, pero eso evitaba que hicieran cosas estúpidas también…

No tenía sentido. Había muchos huecos en la historia del País de las maravillas, sobre todo con respecto a ese nuevo rey de espadas. No parecía que estuviera muy cuerdo ni que fuera muy diferente de la antigua y despiadada reina de corazones.

Entonces, ¿por qué el rey lo había apoyado y no lo encerró en la isla junto a nosotros?

¿Era un villano disfrazado de héroe? ¿O tenía algún secreto? 

—El bien y el mal son relativos —explicó la princesa destronada al ver nuestra verdadera confusión—. Las palabras como héroe y villano significan algo hasta que no significan más eso, sino todo lo contrario. Y así vuelve otra vez. 

—¿Eso que significa?

—Qué estoy segura de que su amigo no es una mala persona, incluso puede que sea inocente. Pero allá, bajo el mandato del rey de espadas, él es culpable y perderá la cabeza por ello.

Sentí un nudo formarseme en el estómago. Era injusto, no importa cuantas vueltas le dieran al asunto. No podía quedarme de brazos cruzados, no mientras Sheld corría peligro.

—Tenemos que salvarlo —miré a Evie y ella asintió inmediatamente—. ¿Puedes ayudarnos, princesa?

—Me temo que si…

No entendí si era una afirmación o se estaba negando. Como más de la mitad de lo que conversaba, no lograba comprender bien a lo que se refería.

Sería mejor apresurarnos a rescatar a Sheld y salir de ese país de locos antes de que terminasemos convertidos en unos.

—¿Entonces nos ayudaras? —preguntó Evie ante la confusion—. A cambio podríamos hablar con Ben y convencerlo de qué te ayude a recuperar la corona. No será difícil porque eres la legítima heredera —propuso y juro que nunca un plan tan inteligente había escuchado que saliera de la boca de la peliazul.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora