Una prisión para Carlos

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Intentaba una y otra vez cruzar la maldita barrera pero esta me repelía cada vez con mas fuerza y se volvía una misión imposible.

Pasé toda la noche junto a la barrera, lanzando rocas que volaban de regreso hacia mi.

Había pensado en cambiar mi objetivo y comenzar a golpear mi rostro con las rocas pero eso no solucionaría nada.

Había descubierto algo que evie trataba de ocultarme, algo grande y poco a poco todo el escenario de la farsa se fue cayendo en pedazos enormes hacia una misma pregunta que golpeaba mi mente una y otra vez...

¿por qué?

No había nada que me doliera mas que la traición de mi supuesta amiga; pero obviamente ella sola no hubiese podido haber montado todo este teatro. Todo tenía la huella de Mal, estaba por todas partes.

No me sorprendió nada que no se detuvieran a pensar en mi, no es típico de ellos. "Nunca considerar a nadie mas que a ti" era básico en las enseñanzas de la escuela de "maldad" de la isla. Nunca imaginé que ellos podrían usar su maldad contra mi.

Comenzaba a considerarlos amigos, ahora todo lo que sentía por ellos no rebasa del odio y las maldiciones.

Recorrí toda la barrera, me tomó todo el día pero consideré necesario saber a lo que me enfrentaba. El campo de fuerza invisible recorría todo el perímetro de la escuela en al menos un kilómetro.

Ya era tarde y no pensaba pasar otra noche en la intemperie, aun tenían una cama que al menos no me traicionaría.

Entré a la academia, todo comenzaba a fastidiarme principalmente porque sabía que nada era real. A pesar de haber descubierto el truco y acabado con el show, el escenario seguía montado como si la obra continuase solo para recordarme todo el tiempo que desperdicié creyendo que había alguien que se preocupaba por mi.

Unos estudiantes-marionetas pasaron junto a mi. No me pude resistir y le lancé un golpe al pecho. El abdomen del chico crujió al contactar con mi puño y su interior salió volando simulando una nevada que ocurría mientras el cuerpo de la marioneta caía al piso.

Su acompañante ni se inmutó, siguió caminando como si nada hubiese pasado. Parecía que el hechizo no los hacía mas que caminar.

-¡Maldita bruja! -grité al aire mientras pateaba el títere muerto.

Me sentía una basura.

Entré a mi cuarto, un escenario mas de la obra donde yo era el bufón de que todos se reían. Yo era la marioneta que todos querían manipular. Yo era la mascota hámster atrapada en una bola de cristal, sin ninguna otra cosa que hacer mas que caminar; ni siquiera podía correr u ocultarme. Estaba atrapado y comenzaba a desesperarme de saber que no podía salir, y aun si lo lograra no tendría a donde ir.

Lo peor era saber que estaba mejor dentro del domo que fuera de el. En el otro lado no había nadie que me extrañara, no había nadie que se preocupara por mi, no había nadie que me estuviese buscando ni que me tuviera afecto alguno.

Quizás Ben. Había sucedido ya hace tiempo y no sabría definir lo que sucedió entre nosotros pero sabía que no era común.

La vez que me besó fue tan repentino como único. Era extraño, eso lo tenia claro, y quizás no fue correcto pero me despegó por un segundo de todos mis males, claro que lo que sucedió después no fue nada hermoso, sabia que no era su culpa.

Sin darme cuenta ya estaba sobre mi cama dando vueltas descontrolado.

Pensaba y pensaba. Me arrepentía a cada segundo y luchaba por retener las lágrimas pero era casi imposible.

Por mis mejillas se derramaban ríos de lágrimas tan agrias como la traición. Sentía que mi rostro se quemaba bajo el rastro húmedo de cada gota que caía hasta las sabanas.

Hacía mucho tiempo que no lloraba, no desde la vez que caí por el balcón de maléfica hasta rodar por un tejado de lamina y rematar en el suelo. No había llorado desde hacía once años, y nunca por desahogarme.

Entonces sentí mas odio por ellos. Me habían encerrado, mentido y abandonado. Me habían herido hasta el punto de hacerme llorar.

Estaba tan concentrado En mis berreos y lamentos que no escuche el aparto la primera vez que sonó.

Era un sonido casi nuevo para mis oídos desacostumbrados que ya no reconocían el timbre de un teléfono.

Estaba sobre el escritorio; tuve que quitar todo el desastre de encima para encontrar el aparato que no era mas que un antiguo celular con tapa.

Me acerqué a el y lo tomé. Nunca antes lo había visto, y no podría ser de Evie, ella nunca cambiaría su espejo mágico, y menos por algo tan viejo.

A pesar de todos los misterios decidí contestar.

-¿Bueno?

-Carlos, tenemos que hablar. -Reconocí esa voz casi al instante, era aquella bruja que detestaba.

-¿Qué quieres Mal? -pregunte de mala gana.

-Quiero arreglar las cosas...

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Hola otra vez

Solo quiero pedir disculpas por haber tardado tanto pero espero que me comprendan que han sido unas semanas muy pesadas en la escuela y me he quedado sin tiempo para escribir pero solo tengan paciencia y publicare lo antes posible.

Mil gracias por leer ;)

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora