No puedo evitar quererlo, aún cuando intento odiarlo aunque sea un poco por mi brazo malherido; me mira con esos ojos cristalinos y culposos que me derriten.
Aún no se como es que lo hace, logra hacerme perdonarle todo lo que ha pasado, todo lo que no me ha dicho, lo que me ha hecho... Cuando intento reclamarle y hecharselo en cara me logra distraer con sus grandes ojos azules. Me tiene vuelto loco.
Incluso no me pude molestar con el cuando rasgó mi camisa favorita intentando ayudarme a vestir; o cuando destruyó mi aún nueva colección de pósters de mis bandas favoritas por "accidente".
¡Aun no puedo creer como es que se puede poner celoso de un chico en un póster!
Ridículo... pero adorable.
Como sea, es bueno convenciendo de que es bueno.
Incluso llegué a considerar como compensarle todo lo que hacía por mi. De no ser por Evie que enumeró todos y cada uno de los "inconveniente" que había sufrido gracias a el chico-gato, ahora mismo estaría como un esclavo a sus pies.
A pesar de todo, tenía que reconocerle a Sheld el que me haya cuidado.
Desde la visita a la enfermería no se me había despegado ni un momento. Preguntaba ¿cómo te sientes? o ¿que necesitas? prácticamente cada cinco minutos.
Se abstuvo a las caricias, algo sinceramente lamentable pero muy considerado sabiendo que un mínimo movimiento me llenaba de dolor.
Estuve reposando cinco o seis días, no recuerdo bien. La herida no me permitía dormir bien y, para los últimos días de descanso ya no estaba muy cuerdo que digamos.
Sin embargo, Sheld siempre estuvo ahí a mi lado.
"Es lo menos que puede hacer" decía una quejumbrosa Evie siempre que salía el tema a flote.
Creo que sin el no hubiese podido soportar más de veinte minutos sin moverme. Sin el la habitación estaría sola casi todo el día, al igual que yo.
Después de unos días de descanso, la herida ya casi sana. La venda que debía utilizar era realmente incómoda, rodeaba mi abdomen como cinco metros de vendas que tenía que cambiar seguido.
El vendaje me limitaba un poco el movimiento pero al menos ya podía levantarme y salir de la habitación. Un rato más y me hubiese sentido en un manicomio encerrado.
Tuve que volver a asistir a clases -algo lamentable, era lo único bueno que la herida daba-. Evie había conseguido permitir que Sheld estuviera dentro de la academia y era como mi asistente personal/mayordomo/enfermero/novio, era perfecto.
Quizás me veía algo cruel por tratarlo como mi sirviente pero no era mi culpa, tenía que compensar lo que hizo ¿no?
Era la hora de descanso. Salí del aula y de inmediato apareció Sheld para quitarme la mochila del hombro y cargarla él.
«Ta estoy bien, puedo cargar mis cosas» le reclamaba pero siempre lo negaba y se defendía diciendo que es lo que un novio haría. Tan sólo con esas cinco letras me vencía.
Entramos al comedor, no sin que antes una chica peliazul se nos uniera. El lugar era un mar de gente, algo raro ya que a esa hora la mayoría de los estudiantes ya habían tenido un descanso para comer.
Encontramos una mesa vacía y nos sentamos los tres. Aún sentía algo de dolor al sentarme, pero nada de que preocuparse.
-Uf, este lugar está más lleno que nunca -bufó Evie-. Sólo espero que dejen algo de pay de manzana.
-Yo te traeré tu almuerzo -se ofreció Sheld levantándose de la mesa.
-No es... -me interrumpieron antes de negarme.
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Pieles y coronas
FanfictionLa vida de Carlos nunca ha sido un cuento de hadas. Ahora tiene una nueva oportunidad para rehacerla fuera de la isla. Ser bueno, es la parte difícil. El mundo es muy distinto aquí y si creías que los villanos eran malos, deberías conocer a la reale...