Hazme olvidar

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El bosque se había inundado de una niebla gris que acrecentaba mi tristeza. La soledad del lugar era consoladora. Me libré de varios problemas; la vocecilla que insistía en alimentar la lujuria se había silenciado pero mis problemas internos apenas comenzaban.

Parecía como si los labios de Ben hubiesen despertado a los demonios de mi interior. Todos mis miedos se reavivaron en ese instante, en medio de la penumbra y la histeria. Me estaba consumiendo internamente.

No paraba de correr por el miedo a que si me detenía lo que me encontrara no fuera simplemente un árbol. Las sombras me perseguían, en una carrera en la que estaba predicho que perdería.

Escuchaba la noche, sus aguas nocturnas corriendo, sus depredadores cazando, sus presas huyendo. Me había convertido en una presa pero ¿presa de quién?

Presa de mi mismo, corriendo sin querer detenerme, sin poder detenerme. Intentando escapar de mí mismo. De los recuerdos de un pasado tormentoso, lleno de burlas, de sueños rotos y de incompetentes fantasmas del ayer.

Sentía una opresión en el pecho que me impedía respirar bien. Era como si todo lo malo de mi vida se estuviese liberando en una bomba de dolor y sufrimiento.

Atravesé el bosque mas rápido de lo usual. Al estar asustado no tenía noción del tiempo. Pude estar horas corriendo o solo haber pasado unos cuantos minutos.

El bosque terminó y los árboles abrieron paso a una imponente pared de piedra. Estaba sin salida por un camino al azar. Me giré hacia el bosque, la oscuridad se hizo mas densa y me causaba tal terror que hubiese preferido morir para detenerlo.

Sin pensarlo me eché a correr por donde sea con tal de alejarme del sufrimiento no me importase donde llegara.

Seguí huyendo de algo que no sabía que era pero me causaba temor. Sabía que existía, no sabía si dentro de mi o escondido entre los arboles pero mas me importaba dejarlo atrás.

Después de lo que consideré demasiado tiempo llegué hasta una pradera, fue de lo mas lindo que recuerdo haber visto. Por fin lograba dejar el bosque atrás y con ello muchos miedos. Aunque también dejaba atrás a Ben.

Un profundo vacío se apoderó de mi pecho y una sensación de antaño hacia Ben floreció.

Pronto, ese profundo vacío se llenó de un nuevo temor, una nueva ira y una nueva tristeza. La mezcla de sentimientos que acabaron por destruir a muchas personas ahora me buscaba entre sus filas de victimas caídas.

Ben se volvió un recuerdo irecordable, lo único que sentía era dolor.

Por primera vez en mi lapso doloroso, abrí los ojos. Metafóricamente, me detuve un momento a pensar. Suprimí el dolor por un instante pero sabía que no podría contenerlo por mucho tiempo.

Miré a mi alrededor, pude ver la academia, estaba a unos cuantos kilómetros de la pradera donde estaba. Era el único lugar al que se me ocurría ir.

Y la única persona que creía podía quitarme ese dolor, era Mal.

Como pude, llegué a la academia. Ya era tarde y las puertas estaban cerradas como era costumbre. Mi única opción era entrar por una ventana. La mas cercana y que fuera fácil llegar a ella.

Encontré una ventana perfecta que bien, un poco angosta, cumplía con el simplismo que determiné.

Trepé por las ramas de una trepadora que adornaba la pared de ladrillo bajo la ventana. La tarea me resultó fácil y por un momento me sentí de nuevo en la isla. Por alguna extraña razón, ese pensamiento me brindó unos segundos de calma hasta que el sufrimiento volviera a aparecer.

Empujé la ventana con mucho cuidado. No sabía a dónde me conduciría y no quería que mi torpeza arruinara todo como siempre.

Mi cabeza me dolía y sentía que todo daba vueltas a mi alrededor. Salí de la habitación a la que me condujo la ventana y corrí sin poder esperar un segundo más hasta el cuarto de las chicas.

Al llegar, golpeé fuertemente la puerta esperanzado de que al menos una de las dos respondiera al alboroto. Después de varios golpes, quien abrió la puerta fue una somnolienta Evie que se medio quejaba aún en su mundo de sueños.

Entré sin dar explicación y sacudí a la dormida hija de Maléfica.

-Mal, despierta. Te necesito -rogaba desesperado a Mal quien no salía de su descanso.

Mi pecho se aceleró aún mas y el retumbar de mi pecho se sintió como una puñalada. Sin pensarlo solté un grito desgarrador que, por fortuna, logró despertar a la chica de cabello morado.

Tras sentir la punzada en el corazón caí al suelo sin poder levantarme. Evie, quien ya había despertado un poco más, corrió para intentar auxiliarme. Intentó hacer que yo reaccionara, la lograba escuchar pero al tratar de moverme ninguno de mis brazos respondía.

-¡Mal, algo le sucede a Carlos! -escuché que le dijo Evie a Mal.

-¿Qué sucede? -preguntó la hechicera frotando sus ojos.

-¡Recuerdos! -grité.

-¿Qué hay con ellos?

-¡Sacalos! -gritaba- ¡Has que salgan de mi cabeza! -El dolor se acentuó y fue creciendo mas, como si me estuviese consumiendo por dentro- ¡Duele, debes hacerlo! ¡Has que paren!

-Buscaré algo en el libro de hechizos.

Las páginas emitían un sonido que me recordaba el pasado, donde quiera que volteara el pasado me perseguía y volvía para atormentarme.

-¡Hazme olvidar!

-¿Olvidar qué? -preguntaba desesperada y angustiada Mal.

-No puede borrar todo en tu cabeza-secundó Evie.

-Entonces solo has que pare el dolor. No lo toleraré.

Mal pensaba y pensaba, caminando de un lado a otro en busca de una solución que no me afectara tanto. El calor de Evie me dio algunas fortalezas para resistir un poco mas el dolor que me estaba matando.

-¡Lo tengo! -Mal se apresuró a buscar un hechizo en su libro.

-¿Qué haras?

-Lo dormiré para que no sienta mas dolor.

-¿Con el hechizo de sueño? No podrá despertar hasta dentro de cien años.

-Este hechizo es mas ligero. Solo dormirá unas horas, lo suficiente para que tenga sueños. Si lo que dice es cierto, y los recuerdos son los que dañan entonces soñará con ellos y con todo lo que sueñe, lo borraré de su mente.

-¡No me importa que hagas, pero hazlo ya! -Era ya demasiado insoportable la carga.

Mal pronunció unas viejas palabras escritas en su antiguo libro e invocó un polvo brillante que fue a dar hasta mi rostro casi deplorable.

En instantes sentí como los párpados me pesaban y no podía mantenerme consiente. Caí dormido bajo el embrujo de Mal.




Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora