Buen perro

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-Abrir los ojos y encontrarte con una chica de cabello azul que no para de agitarte para que despiertes no es la mejor forma de iniciar un día -le reclamé a Evie que esperaba impaciente a un lado de mi cama.

Tallé ms ojos intentando despejar el sueño que me quedaba y que garcias a la peliazul ahora no podre recuperar. Era el primer día libre desde que llegamos aquí y Evie quería que hicieramos algo juntos para "acrecentar la amistad".

Corrí a mi molesta amiga de la habitación en lo que me vestía, después de lo que sucedió ayer en el bosque lo último que quería era tener que pasar mas tiempo con chicas, de alguna forma se la arreglan para volver todo extraño y encantador al mismo tiempo.

-Bien ¿cuál es el plan que tienes para nosotros hoy? -pregunté desganado comenzando a caminar por los pasillos de la acadmia seguido por mis otros tres amigos.

Por donde quiera que pasabamos la gente nos miraba con desconfianza, podía sentir el miedo y la envidia que contenían sus miradas alimentando mi ego villanesco.

-Pensaba en que podríamos dar un tour por el recorrido del mal, es una clase de museo de los villanos ¡y me enteré de que hay unas cuantas baratijas que aún funcionan -la chica azul le dio un codazo a Jay.

-¿Qué esperamos? -dijo Mal sin disimular su alegría-. Vamos de compras.

Entrar a la exposición no fue sencillo, los duendes de la entrada no nos dejaban pasar por nuestra reputación pero, gracias a Mal y su hechizo de sueño, pudimos pasar sin problemas las veinte casetas de guardias.

El recorrido no era para nada de mi interés, todas eran baratijas como lámparas mágicas, espejos rotos, coronas viejas y tridentes con piezas faltantes, solo algunas cuantas joyas pero nada que llamara mi atención.

Por otro lado, los bolsillos de Jay y de Mal estaban rebozantes de cualquier cosa que encontraban, fuera o no valiosa, siempre les gustaba competir por el titulo de rey de los ladrones hurtando casi hasta las ratas que recorrían las cloacas.

Todo lo relacionado con magoa era nuevo para mi, quizá los padres de mis amigos fuesen grandes brujas y hechiceros y tal vez llevan en la sangre la magia pero mi madre no la necesitaba para convertirse en peligrosa, nunca hice un hechizo ni utilicé un objeto mágico y quizá eso causaría que fuese yo el mas débil de los villanos y ese no era un título que me gustaría presumir.

Convencido de que mi vida necesita algo mas de poder y aprovechando que estabamos en el almacén de objetos malvados mas grande de Auradon, debía tomar algo.

Así conseguí el collar de lealtad eterna, tenía ese destello de maldad pura cuando lo vi en el cuello de esa estatua tan terrorífica. No me sorprende que hubiese existido un rey perro, son malévolos.

La estatua tenía cuerpo de hombre pero cabeza de perro, de nariz afilada, orejas enormes y ojos demoniacos. Sentía escalofrios recorrer mi cuerpo cada que veía la estatua pero por alguna razón no podía dejar de hacerlo.

El collar era la única razón por la que no salí corriendo de ese lugar, si pertenecía a un perro lo mas seguro es que sea malévolo y por consecuente, suficiente para ascender en la jerarquía de los villanos.

Me acerqué cuidadoso a la esfinge-perro y arranqué el collar de plata de su cuello, tenía un hermoso diseño de un ojo tallado en una piedra rojiza unida a la cadena en v hecha de plata. Bajo la piedra se encontraban unos jeroglificos a los que no les di importancia, de seguro un hechizo protector o algo por el estilo.

Leí la ficha que acompañaba a la estatua que decia:

Anubis
Rey del inframundo que controlaba a los muertos con la magia del collar de la lealtad.
Vencido por su majestad fue desterrado a sus dominios sin sus poderes por lo que se le cree muerto.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora