74 - El archivo real

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Junto al gran mural había un librero antiguo y monstruoso. Ben recorría la vista por la serie de libros viejos con el lomo gastado por los años. Seguramente serían los libros más viejos del reino y quizás alguno que otro favorito de su majestad la Reina.

Estaba buscando algo cuando lo interrumpí con mi pregunta.

—Ben, quiero preguntarte algo —Era ahora o nunca—. Y necesito que seas completamente sincero.

—Shh, espera un momento —Ben me calló y siguió mirando los libros— ¡Este!

Finalmente encontró el libro que buscaba y lo sacó de la estantería, metió su mano por el espacio vacío que dejó y con un pequeño movimiento todo comenzó a moverse.

El mueble y todo lo que tenía encima comenzó a agitarse y unos ruidos extraños se escucharon. Al parecer había activado un mecanismo secreto.

Ben dio un paso hacia atrás quedando a mí lado.

La estantería frente a nosotros se movió y dejó descubierta la entrada a un pasadizo oscuro como la boca de un dragón.

No podía creer que lo que parecía un viejo librero fuera solo la fachada de una cámara oculta.

Ben caminó pero yo no lo seguí. Entonces regresó, me tomó de la mano y me arrastró hasta la oscuridad del pasillo.

—Perdona, la falta de luz —se excusó—. Mi abuelo mandó construir esta zona y sus arquitectos creían que los secretos los deben resguardar las sombras —dijo con un poco de burla.

En efecto, caminamos por un pasillo bastante estrecho y en completa oscuridad. El olor a humedad revelaba la antigüedad del lugar y, aunque no podía ver nada, estaba casi seguro de que las paredes estaban cubiertas de moho.

—Llegamos.

Ben encendió una lámpara alimentada con magia, regalo de Mal y su equipo de nerds. Ahora agradecía que la chica se tomará la libertad de explotar a su equipo de aprendices y diseñar mil y un aparatos mágicos extraños y casi pretenciosa mente innecesarios.

Una luz azul pálida cayó suavemente por todo el lugar. Ahora podía ver claramente. Estábamos un una sala circular, hecha en piedra caliza y con estanterías de roble que corren por todo alrededor. Hay cientos, miles de pergaminos encasillados cuidadosamente en las repisas que se elevaban poco más de cinco metros.

Pareciera como si todos los archivos del mundo estuvieran ahí frente a mis ojos.

—¡Voilà, todos los secretos de Auradon!

Estaba realmente impresionado y a la vez angustiado. Encontrar lo que necesitaba me tomaría años.

—Oh no, es demasiado dónde buscar —me quejé.

—No te preocupes, Cachorro. ¿Acaso crees que las grandes mentes que crearon todo esto no pensarían una forma rápida de encontrar su trabajo?

Al centro del lugar, en una pequeña mesa, se encontraba un espejo unido a una máquina antigua hecha de vidrio y madera.

—¡Te presento al buscador! —anunció Ben—. Este amiguito de aquí nos ayudará a encontrar lo que necesitamos. Solo tienes que decirle lo que buscas y él hará todo el trabajo.

Aquella máquina tan antigua y compleja ¿En serio podía hacer eso? Es decir, sé que la tecnología es muy hábil para hacer cosas mágicas, como aquellos aparatos de videojuegos o los espejitos mágicos de la manzana, pero… ese tal buscador parecía el abuelo de todos ellos.

—Y bien ¿Qué es lo que buscamos? —Ben no dudó un segundo y le comandó a la máquina hacer su trabajo.

—Ehhh…

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora