Encontrado

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—¿Aún nada? —preguntó Evie recién entró por la puerta. Negué con la cabeza.

Mal estaba revisando por centésima vez el libro de recetas mágico mientras yo revolvía el caldero con el conjuro sin detenerme.

Las chicas habían sugerido utilizar uno de los nuevos laboratorios de magia para realizar todo y así tener medidas de precaución por si algo salía mal y el piso terminaba evaporándose. Por suerte, los laboratorios aún no habían sido inaugurados y la cuidadora de las llaves mientras tanto era la coordinadora del departamento de magia, o sea Mal.

Hacía cinco horas que habíamos comenzado el experimento y, por azares del destino, —y mi suerte maldita—, no había sucedido nada.

—¿Qué salió mal? Todo estaba perfecto —dijo molesta la pelimorado.

—¿Segura leíste bien todo? —dudó Jay ganándose una mirada asesina de parte de la bruja. Jay alzó los brazos en rendición, no le convenía seguir metiéndose con una mujer enojada. Mucho menos si la mujer en cuestión tiene poderes.

—Tal vez tengan que dejarla reposar —propuso Evie.

—¡No! si dejan de revolverla se solidificará y perderemos todos los ingredientes —objetó Mal.

Ok, no dejaría de revolver. Aunque me comenzaban a doler los brazos.

Evie se rindió sin más ideas para aportar y todos quedamos en silencio, sin saber que hacer o que corregir.

—Oh, Carlos —me llamó Evie unos segundos después—. La maestra Jolie te estaba buscando. Dijo que fueras al aula de arte.

—¿La maestra Jolie? —pregunté y ella asintió.

¿Para que me estaría buscando la maestra de historia moderna? ¿Y por qué me citaría en un aula que no tiene nada que ver con su materia? Ni siquiera me tocaba esa asignatura, ya la había aprobado hacía dos semanas.

—No lo sé, solo me dijo que te avisara -respondió Evie—. Será mejor que vayas.

Le cedí mi puesto a la chica y me dirigí al aula de artes. Todo sonaba un poco extraño y mientras antes me ocupara de ello, mejor.

No podía perder más tiempo del necesario sino era para buscar a Sheld y reparar todo entre nosotros.

Llegué al salón y la puerta estaba abierta, por lo que supuse que estaría alguien adentro. Pasé.

El lugar estaba solo, no había nadie en el aula. Quizás la mujer salió a buscar algo y en un momento volvería. me senté a esperarla.

No tenía tiempo, prefería estar en el laboratorio por si la pócima esa funcionaba, así que mas le valía darse prisa a la señora.

A mis espaldas, escuché el sonido de la puerta cerrándose con seguro. Me giré pensando en que alguien me estaba jugando una mala pasada de encerrarme en el lugar, pero, al ver a Ben parado junto a la puerta, sentí como todo mi cuerpo se helaba.

¿Qué hacía él aquí?

—Hola —dijo tímido.

—¿Qué haces aquí? —intenté no sonar apático pero la verdad es que estaba molesto por verlo.

No quería verlo, no quería tenerlo cerca ni hablar con él nuevamente.

—Eh- yo —pensaba en qué decir—. Yo fui quien te citó aquí —confesó.

Maldita niña teñida, me las pagaría más tarde.

No estaba dispuesto a permanecer aquí, no mientras Ben estuviera presente también. Quise salir pero él estaba frente a la puerta.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora