75 - El deber de un rey

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-Carlos, yo... no tengo idea de lo que hablas.

El escuchar esas palabras me alivió de cierta forma. No solucionaba nada, pero significaba que mi corazonada sobre Ben era cierta y eso era bastante tranquilizador para mí.

Después tuve que contarle todo lo que sucedió -porque soy débil e hizo que le revelará todo lo que sabía sobre los ataques- e incluso insistió en ir a ver a Robin y a Rick, quienes confirmaron mis palabras.

La tensión se sentía en el aire y se notaba que Ben lo resentía puesto que la vena de su cuello se saltaba y abultaba su piel azulina.

-No puedo permitir que algo así pase en mis narices -fue lo que dijo Ben antes de salir corriendo dando órdenes a todo mundo.

Inmediatamente convocó a una reunión de ministros y asesores del reino.

La sala se llenó de señores en trajes finos y perfumes caros, los ministros. No fui invitado en la reunión por razones obvias, y no me quedó más remedio que volver a la habitación de las chicas a informarles de lo que estaba pasando.

Llamé a la puerta e inmediatamente después, Evie me arrastró dentro. Me intenté quejar pero me calló.

Entonces noté que todos estaban acomodados al rededor de un objeto en el suelo. Evie me llevó a insertarme en el círculo y observar en silencio su nueva fechoría.

Mal tenía una bola de cristal e intentaba invocarla.

-Necesito concentrarme -nos reclamó a mí y a Evie por, según ella, hacer tanto ruido.

La miré mal. Me senté de mala gana en el suelo y planté la vista en la chica morada que intentaba concentrarse.

Pensaba que Mal no sería de las que sucumbiría a la magia barata de gitana, pero ahí estaba y parecía que le costaba trabajo. Quizás no era tan barata.

-Mmmhh. Mmmhh. Muéstrame lo que quiero ver -recitó en susurros.

La bola de cristal se llenó de humo y comenzó a brillar con tonos violáceos. Al parecer estaba funcionando.

-¡Oh, ya veo algo! -gritó Evie emocionada y Mal la acalló inmediatamente.

-Mmhh, mmhh -continuó meditando-. Miren fijamente a la bola y concéntrese -nos ordenó.

Hice lo que dijo. Miré fijamente a la bola y poco a poco el humo violeta se apoderó de todo el lugar. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba dentro de la visión, no solo veía lo que pasaba sino que se veía como si estuviera presente en el lugar.

Y por Dios que adoraba a Mal y sus trucos ¡Estaba en medio de la dichosa reunión de ministros! Podríamos enterarnos de todo con la bolsa espía.

Esto es asombroso, pensé.

Ben estaba a mitad de la sala, exponiendo el dilema al reto de los presentes.

Su cámara de asesoría era realmente grande y diverso. Podía decirse que la mitad de los seres más poderosos de Auradon estaban ahí.

-Seré breve. Se han reportado múltiples ataques a criaturas inocentes por parte del ejército de espadas en el territorio de Auradon -dijo Ben sin darle más vueltas al asunto. La sala se llenó por unos instantes de murmullos y luego quedó en silencio total, esperando más información-. Quiero saber si alguien tiene alguna idea de qué es lo que sucede.

Otro mar de murmullos se extendió por la sala y solo se acalló cuando el hada madrina se puso de pie para hablar.

El hada madrina parece ser la dirigente del consejo. No me sorprende debido a su estatus y su gran poder. Aunque sea una señora muy anticuada, es una eminencia.

-Mi señor Benjamín ¿está usted seguro de que se trata del ejército de espadas?

Ben dudó. No lo sabía de primera mano, en efecto -ni siquiera a mí me consta-, pero aún así Ben afirmó.

-Personas de mucha confianza me lo aseguran. No han tenido los reparos de ocultar su emblema.

La mujer alzó una ceja. Nada se le escapaba y la irregularidad de la situación no le ayudaba a creerle, pero era su rey y como buena asesora le creyó.

-Si es así entonces sería conveniente pedirle amablemente al embajador del País de las maravillas una explicación que lo aclare ¿No lo cree así?

Todas las miradas vagaron por la sala hasta posarse sobre el pobre hombre de avanzada edad y complexión pequeña que se hundía en su asiento.

El embajador estaba completamente pálido y tembloroso. A pesar de su vejez, lucía bastante vivaz y alegre, cosa que intentó traspasar a su discurso.

Comenzó negando que tuviera información alguna sobre movilidades militares y terminó ofreciendo una disculpa por no ser de más ayuda puesto que su último contacto con su reino había sido semanas atrás.

Sus palabras eran contradictorias y sus ideas poco claras y convincentes. Era sospechoso el nerviosismo del hombre, y todos los demás lo veían igual.

Ben y varios más ejercieron presión sobre él para que confesara pero él siguió saliéndose por la tangente.

-Le pediremos de favor contacte a su rey y agende una cita para que me reciba -le ordenó Ben.

El hombre asintió y se volvió a hundir en su asiento.

-Mientras tanto, quiero que el ejército de Auradon se aliste. Si nose trata del ejército de espadas eso quiere decir que un enemigo extraño está rondando nuestros bosques. Debemos prepararnos y evitar que nos tomen desprevenidos.

Los generales de guerra discutieron después la mejor estrategia de desplegamiento, tácticas de vigilancia y demás aspectos técnicos para satisfacer la demanda del rey.

Un poco después, mi vista comenzó a difuminarse, las paredes se volvieron humo y las voces de los señores se apagaron. La bola de cristal al centro dejó de emitir luz indicando el final de la visión y regresé a la conciencia total.

Mal bufó.

-Pfff, no sirvió de nada. No han dicho nada útil.

-Lamentablemente, no -la secundó Evie-. ¿Escucharon lo que dijo ese sujeto? Es increíble cuanto descaro de negarlo todo.

-No estamos seguros de que en verdad fuera el ejército de espadas -dije yo. No es que quisiera ser crédulo pero sé bien que nada es lo que parece realmente y esto puede ser una confusión.

-Bah. Lo vimos con nuestros propios ojos -argumentó Jay.

En eso tenían razón. Creo en su palabra y, si ello dicen que sus vidas están siendo amenazadas por los soldados naipes, entonces debemos protegernos unos a otros.

...

Al día siguiente todo estaba preparado para que Ben partiera al país de las maravillas en su visita diplomática. La carroza real se estacionó frente a la puerta del palacio y Ben, vestido con su mejor traje azul marino, se subió.

Soltó un grito. Claro, se sorprendió increíblemente cuando nos vio a Evie y a mi dentro de la cabina también.

-¿Qué diablos hacen ustedes aquí?

-Iremos contigo al país de las maravillas, duh -le dijo Evie como si fuese lo más obvio del mundo.

Ben se masajeó la frente. Dio un profundo respiro antes de contestarnos con el mayor tacto posible:

-¡Abajo, ahora!

Hice lo que pude por no reírme, Evie ni siquiera lo intentó. Nuestras risas solo fastidiaron más al cansado rey.

-Por favor, Ben -intenté persuadirlo usando una voz un poco aniñado-. Queremos ir. Nuestros amigos están involucrados y no podemos quedarnos de brazos cruzados.

-Hmm... está bien -Ben cedió ante mis encantos-. Pero no pueden hacer o decir nada. Este asunto es demasiado delicado.

Evie y yo asentimos cual niños pequeños.

La carroza avanzo y así comenzó nuestra travesía al País de las maravillas.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora