Pequeñas discuciones

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Ya que no tendría caso ir a clase tan tarde, podría iniciar mi contraataque. Nadie se metía con un De vil sin resultar con severos golpes y traumas.

Me enfoqué en seguir a Raina, tenía que observarla, estudiar su rutina para poder utilizar todo en su contra y, tal vez de paso averiguar de qué plan hablaba con Ben.

Esta escuela no era precisamente lo que esperaba ¿acaso eramos nosotros cuatro los únicos que recibíamos clases de modales? porque no todos aquí eran tan... pompantes ni educados como lo debería ser la realeza.

Quizá la barrera sea para protegernos de los reyes y reinas y no a ellos de nosotros como nos cuentan.

Eran gente sin clase, si les quitas sus títulos no son mas que pastores inútiles o peor... solo son ovejas y su lana sería negra y maltratada, en especial esa Raina.

Solo habían pasado unos cuantos días y ya estaba hasta el colmo de tanta princesa delicada y príncipe presumido que lo único que los hace importantes son sus padres pero, ¿a quién engaño? Yo tampoco sería nadie aquí sin la mala fama que me daba el título de ¨Hijo de Cruella de Vil¨.

No sé por qué me trataban cómo villano si aún no había hecho nada, pero eso cambiaría después de la broma que Raina ganó.

Tenía mil ideas en la cabeza para lograr que se arrepintiera de lo que dijo que, aunque no fue tan grave, nadie se mete conmigo y eso pronto quedaría muy claro.

Por el momento solo me enfocaba en seguirla, como un depredador vigila a su presa vigilaría todos los lugares a los que fuese.

Lo mas lógico hubiese sido que volviera a su habitación o a algún lugar mas propio de una princesa, como su habitación, al comedor, incluso al jardín pero en lugar de eso caminó sin dudar hacia el bosque.

¿Que haría en el bosque?

La seguí por entre los árboles, a unos cuantos metros de distancia y por desgracia a mi no se me da mucho lo de ser sigiloso. Pisé una cuantas hojas secas que causaron un sonido crujiente llamando la atención de la rubia.

-¿Quién está ahí? -Intenté ocultarme de su vista detrás de un árbol pero fue inutil, ella notó mi presencia y se acercó a mi escondite-. Te he visto idiota ¿qué haces aquí?

Yo aún no tenía valor para salir de detrás de aquel árbol, pensaba en una manera de explicar cómo había llegado a allí y místicamente coincidir con la torpe rubia.

-Te pregunté algo niñito ¿por qué diablos me estás siguiendo? -dijo postrándose ante mi con mirada asesina-. ¿No puedes hablar? ¿Acaso el perrito te comió la lengua? -se rió en mi cara la desgraciada-. A quién engaño, hubieses salido corriendo antes de que el perro pudiese ladrar.

Lo más hiriente no eran sus palabras ni sus chistes sobre mi fobia a los perros, sino su risa, esa risa tan malévola, fría y engreída que hubiera pagado cualquier cosa por parar de un golpe procurando tirarle todos sus perfectos y blanqueados dientes, pero ante todo la educación, el ser un villano no significa no tener principios ni límites y el golpear a una mujer por mas que lo mereciera, está fuera de ese límite.

-¿Te crees capaz de meterte conmigo? ¿Con el hijo de un villano? -le reté de forma involuntaria, de alguna forma había sacado valor para enfrentar a la creída, cosa rara en mi. Normalmente me aparto de los problemas, dejo que otros luchen mientras yo tomo todo lo que brille o tenga valor de sus bolsillos, no me gusta ensuciar mis manos... no demasiado.

-¿Y tu te atreves a tratar así a la hija de una reina? Soy la princesa de Andalucía y no le temo a un niño que se cree demasiado por que su mamita no pudo atrapar a unos cachorros.

-No querrás tenerme de enemigo, tal vez sea nuevo aquí pero no conoces de lo que soy capaz.

-¡Inténtalo!

-Solo no llores cuando algo malo te suceda.

-¿Me crees tan débil? Tu tampoco me conoces...

-Exacto, ¿qué hace una princesa en medio del bosque? Si tienes hambre hay comida en la academia no necesitas cazarla -me burlé.

-Mira quién habla, el que se revolcaba entre la basura de los villanos... y veo que también te la trajiste puesta -criticó mi forma de vestir, eso si es indignante.

-Nadie me critica así sin salir con severos daños -intentaba defenderme pero se acababa esa fuerza que de pronto había surgido en mi. Tenía que salir antes de terminar más golpeado.

La torpeza comenzaba a florecer en mi, no sabía cómo contestar a sus ataques lo que me frustraba más. Las ideas de contraataque se acababan pronto de mi cabeza y yo no podía perder en una simple lucha de palabras.

Ella decía algo sobre mi cabello blanco a lo que no presté atención, ideaba la forma de salir victorioso.

-¿Y sabes qué más? -escuché entre pensamientos- ¡Eres un maldito afeminado! No debiste salir de tu asqueroso escondite en la basura...

No permitiría que siguiera, me había llamado afeminado y tenía que defenderme. En esos momentos algo se desconectó en mi cerebro que actué sin pensar. Ya nada podría empeorar mas ésta situación.

Raina seguía burlandose de todo yo cuando, sin razonar, la tomé de las mejillas y la acerqué a mi rostro pegando sus labios frios, delgados y necios a los mios. ¿Qué me sucedía que ahora estoy besando a la mujer que mas odio en esta academia. Sentía su respiración exaltada en mi piel, ella era hermosa y no podía negarlo pero por dentro era incluso más malvada que yo.

Era una sensación horrible, sentí un nudo en el estómago cuando moví mi boca a un rítmo suave y constante pero no podía dejar de hacerlo.

No me detuve sino hasta sentir cómo ella me mordía el labio inferior con la esperanza de que ese beso terminara. Ahora sumado a la incomodidad del dolor de estómago y remordimiento de conciencia, tenía el labio punzante, era una parte débil y dolía respetablemente. Llevé mi mano a mi quijada intetando masajear la mordida y disipar el dolor y volteé a ver a Raina pero no la encontré por ninguna parte, se había ido con la distracción de la mordida.

-¡¿Sigues pensando que soy afeminado?! -grité en medio del bosque esperando que aún estuviera cerca y me pudiera oír. Pero dudo que lo hiciera.

En nuestro próximo encuentro tal vez haya que dar muchas explicaciónes.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora