Preguntas y respuestas

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Me acerqué a la sorprendida chica que permanecía inmóvil ante mi presencia fuera de mi confinamiento.

-Carlos ¿que haces afuera? -repitió.

Había metido la pata. Olvidaba que tenía prohibido salir y luego de una forzada explicación me lloverán horas de sermones.

"No es bueno que salgas", "recuerda lo que sucedió", "Bla, bla, bla"...

Aun seguía sin comprender que tiene de malo que saliera de la habitación. No es como si tuviese una enfermedad contagiosa o algo así (o al menos no me he enterado).

Esperaba encontrarme con una Evie molesta o preocupada pero en lugar de eso parecía que estaba nerviosa.

-Evie, yo... Solo estaba... -intentaba crear una buena excusa pero no se me daba últimamente-. Salí por un poco de aire fresco.

La chica comenzó a caminar rápido hacia mi habitación. De su mochila sacó un lindo llavero en forma de manzana e introdujo la llave correspondiente en la perilla.

Me dejó pasar antes quizá para asegurarse de que entrara también y que no escapara una vez mas.

Entré sin ganas a la habitación que, gracias al tanto tiempo que llevaba dentro, conocía hasta el último rincón.

Me tiré en la cama haciendo que mi cuerpo rebotara suavemente con los resortes de esta. Evie cerró la puerta, se acercó a la ventana que dejaba ver un cielo estrellado y las cerró también. Se sentó en la cama que antes era de Jay que por días había permanecido sin uso.

La chica me miraba ansiosa como deseando salir corriendo. Jugaba con un mechón de su cabellera azul, algo que la delataba en momentos de incomodidad.

La miraba intentando descifrar sus pensamientos. ¿Qué estaría sucediendo bajo ese cabello azulado que la ponía tan tensa?

-Y ¿cómo has estado? -preguntó para romper el silencio.

-¿Cómo se supone que debo de estar?

-¿A qué te refieres? -cuestionó con inseguridad.

Me sorprendía tal nivel de angustia en ella. No era normal verla tan preocupada por algo tan simple como salir un instante.

-Solo decía. Siempre estoy igual. Cuando te limitan a vivir entre cuatro paredes solamente te vuelves mas propenso a sentirte gris. -Me senté en el borde de la cama al igual que ella. Desviaba la mirada; tal vez se sentía culpable por tenerme todo el tiempo encerrado.- No sé cómo sobrevivió rapunzel a tantos años así.

Evie río levemente, casi por compromiso.

-¿Y a dónde has ido?

-¿Como? -repregunté. No comprendía a lo que se refería.

-Si, que ¿a donde fuiste? -Ladeé la cabeza en señal de duda.- En tu escapada para "tomar aire fresco".

-Ah pues... Di un paseo por el bosque. Siempre me relaja y me distrae de todo lo que sucede... O mas bien lo que no sucede aquí adentro.

-Y ¿No viste nada extraño? -me interrogó. Su tono se había vuelto mas serio y comenzaba a contagiarme su nerviosismo.

¿Debía decirle sobre la barrera? Quizá ya lo supiera, y si ella ya lo sabía yo también quería saber.

-¿Sabes algo sobre la barrera invisible que hay en el bosque? -la interrogué sin rodeos.

-¿Barrera? -repitió dubitativa.

-Barrera -reafirmé.

Evie se lo pensó por bastante tiempo. Su tono de piel se hizo mas blanco que el de blanca nieves al caer en cuenta de lo que hablaba.

-No, no sé nada -contestó en un gritito nervioso.

Su actitud la delataba. Obviamente sabía a lo que me refería pero había algo en aquel tema que la ponía con los pelos azules de punta. Ocultaba algo.

-Ya debería irme. Está oscureciendo y no es bueno salir cuando no hay luz.

-¿Porqué habrías de salir? Tu habitación está a unos cuantos pasillos de aquí.

-Si, claro solo es que... Yo... Pues...

-¿Qué intentas ocultarme Evie?

La chica quedó boquiabierta frente a mi. Estaba inmóvil, con la cesta que llevaba en la mano desde que la encontré en el pasillo.

No me había centrado en la pequeña cesta hasta ese momento, cuando la lanzó hacia mi rostro.

La canasta me golpeó en la sien izquierda, con el encierro había perdido mis buenos reflejos y gran parte de mi condición física.

Levanté la vista para reclamar sobre el acto de violencia pero en lugar de la petrificada chica solo había una puerta abierta.

Ese comportamiento fue realmente inesperado. Me asome al pasillo y solo vi su azulada cabellera desaparecer detrás de unos estudiantes.

Corrí tras ella, tenía que saber por qué estaba tan preocupada, ¿qué me ocultaba? Y ahora ¿por qué huía?

-Evie -grité lo mas fuerte que mis pulmones permitieron.

Corrí tan rápido como mis desacostumbrados pies me permitieron, intentando surcar a los pocos chicos que caminaban por el mismo pasillo.

Mi cabeza aun no podía procesar lo que sucedía.

Sumido en mis pensamientos choqué con un chico que salía de su habitación.

Ambos caímos al suelo. Se escuchó un gran golpe al chocar ambos cuerpos contra el suelo.

Me levanté. Sentía un gran dolor en el hombro pero eso no podía impedir que obtuviera respuestas.

Miré el suelo, estaba cubierto de pequeñas bolas de algodón esparcidas por todo el lugar.

Giré mi vista en torno al sujeto con el que había chocado. Su cuerpo se había convertido en un maniquí de cabeza estallada, de donde provenía el algodón.

Mi primera reacción fue asustarme. El sujeto se convirtió en un saco de algodón con solo chocar con el piso.

¿Qué era esa clase de brujería?

Fuera lo que fuera, lo descubriría si alcanzaba a Evie.

Nunca creí que mi amiga de toda la vida, aquella chica fanática del azul a la que alguna vez consideró su familia, ahora estaba huyendo para evitar decirme lo que sucedía.

Comenzaba a digerir todo y los sentimientos de furia y tristeza fueron floreciendo conforme mis pies recorrían el pasillo que ahora me parecía infinito.

Salí de la academia y vi a la chica correr por el jardín de entrada bajo la luz de la luna.

Llevaba gran ventaja, pensé que nunca la alcanzaría pero subestime a mis piernas y mi desesperación las forzó a correr como nunca antes tras ella.

Estaba tras ella, sintiéndome como el lobo que perseguía a la oveja indefensa que derramara su sangre bajo las estrellas.

Lo malo era que esa pequeña oveja tras la que corría era evie, la que alguna vez llamé hermana y que (pensaba) se preocupaba por mi.

A la par que corríamos, delante de ella se abría una brecha en la nada.

Una luz salió del nuevo agujero que mostraba un bosque en su interior.

Y como si esto no podía ponerse mas misterioso y complicado, la chica atravesó el portal y éste se cerró poco a poco.

Intenté alcanzar la abertura por la que había desaparecido Evie pero en lugar de eso sentí mi cuerpo chocar contra una gran presión que sentía en la piel como miles de insectos caminando sobre cada centímetro de mi cuerpo.

A la sensación le siguió un impulso que lanzó mi cuerpo hacia atrás haciéndome rodar sobre el pasto frío de la noche.

Evie había escapado junto con toda posibilidad de conseguir una respuesta.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora