Baila Conmigo II

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En todo el tiempo que llevábamos saliendo, las peleas entre Sheld y yo habían sido pocas que recuerde.

Realmente no me gustaba discutir con él, aunque casi todas las peleas terminaban en sesiones de besos "de reconciliación", o así los llamaba él. Difería con el término pues no me conciliaba mucho la resolución. Sin embargo, ya que nunca llegábamos a nada con nuestros conflictos, la mejor solución era dejarlos de lado. Nadie ganaba, pero tampoco nadie perdía.

A pesar de ser pocas las peleas —y casi banales en su mayoría— había veces en las que no podía evitar querer golpearlo en el bello rostro que tenía.

Este era uno de esos momentos.

No quería escucharlo, no quería verlo... Su simple presencia me hacía sentir culpable.

¿Culpable de qué? Ni idea, pero así me sentía.

Ni imaginar que hacía unos momentos estábamos felices juntos bailando, haciendo lo que prometí que haría esta noche: estar con mi novio y divertirme...

Creo que si tenía razones para sentirme culpable.

¿Desde cuándo era yo tan complicado? Ni siquiera puedo controlar mis cambios de humor y eso nos estaba arruinando la noche, la noche que le prometí sería perfecta...

—Es mi culpa —suspiré y dije dejando mi ego a un lado.

Sheld no se movió, pero estaba seguro que me había escuchado. Volteé en busca de su mirada, de que dijera algo, pero parecía una estatua, una estatua triste por mi culpa.

Miré al cielo, era una noche hermosa. La luna brillaba y estaba casi completa.

—Fue una estupidez —añadió.

Sonreí. Por fin me volteaba a ver. No valía la pena discutir por algo tan tonto como eso.

—¿Quieres volver adentro y enseñarme a bailar, mejor? —le extendí la mano y me reverencié un poco como invitación tal como había visto a los príncipes en los vídeos que Evie no podía ver sin gritar de emoción.

—Me encantaría —aceptó. Al fin pude hacerlo sonreír nuevamente. Algo hacía bien después de todo.

La parte buena de nuestra relación era que, con la misma facilidad que aparecían los problemas, los resolvíamos.

Entramos al salón y nos reincorporamos a la gente.

Intentó mostrarme varios pasos de baile, los más "simples" según su criterio. No lo creo.

O tenía dos pies izquierdos o un pésimo equilibrio y nulo talento para bailar...

Quizás todo junto.

—Sígueme el ritmo —a pesar de ser un desastre, Sheld se divertía viéndome hacer un poco el ridículo. Ya no me importaba parecer un tonto, solo me concentraba en seguir los pasos de mi chico-gato.

Así pasamos un buen rato. Ya me dolían los pies y aún no sabía bailar. Logré dominar uno que otro paso, pero después de un tiempo se notaba mi inexperiencia. Eso del baile no era lo mío.

¡Casi caigo tres veces! Claro hubiese sido mejor si Sheld no me hubiera atrapado solo dos, pero era mejor que estar sentado o seguir molesto con él.

Era romántico.

Y de cierta forma, mágico...

—¿Estas bien? —me preguntó Sheld intentando disimular la risa que le provocaba el que estuviera tirado en el suelo tras enredarme con mis propios pies y caer. Claro, no era muy bueno disimulándolo.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora