Visita Non Grata

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—La cabaña de Sheld está aquí adelante, estoy seguro —dije apuntando hacia algún punto del bosque. Recordaba un poco el lugar, los extraños árboles, el suelo fangoso; debía ser cerca.

Mal, Evie y Jay caminaban con dificultad alzando de más los pies para despegarlos del lodo; el fango hacia del camino un pegosteo desagradable; no recordaba que fuera así la última vez que había venido.

—¡Argh! Esto es horrible —se quejó Evie lamentando el daño a sus finos zapatos.

—¿Estás seguro que vamos en la dirección correcta, Carlos?

—Si, si. Es muy cerca de aquí. Dense prisa.

Me adelanté. Ni el fango ni nada me detendría. Llegaría con Sheld y solucionaría todo este desastre cueste lo que cueste.

—¡Caminen!

Escuché a los chicos quejarse pero no me importaba.

Después de pasar el maldito pantano y tener que mandar a través del maldito lago, estaba empapado pero feliz de que lo había logrado.

Estaba frente a la puerta de la cabaña.

Con tanta carrera y tanta prisa por llegar, nunca me detuve a pensar en lo que diría. Porque ¿Qué le diría?

"¿Lamento haberme besado con otro en tus narices pero en realidad yo no tuve la culpa?"

Ja. Muy sensible, eh.

No podía hechar a perder esta oportunidad.

Evie se acercó a mí y me miró con comprensión, dándome apoyo moral —como siempre, justo lo que necesito—. Quizás los alertó el que llevara cinco minutos parado frente a la puerta sin animarme a tocar.

No quiero arruinarlo, no quiero...

Pero debo hacerlo. De otro modo todo seguirá igual de mal que ahora y pensar en no tener a Sheld un día más en mi vida conflictiva toda mi mente.

Lo quiero...

... Y por eso lo haré.

—¿Quienes son? —escuché preguntar a alguien a mis espaldas.

Me giré lentamente temiendo algo malo.

Fue una sorpresa cuando reconocí a Robin, el amigo de Sheld apuntandole una flecha a la cabeza de Jay.

El chico árabe levantó las manos de golpe, estaba claro que no quería que el tipo le atravesara los sesos con su arma.

Y que Robin no estaba muy contento con nuestra visita.

—Vienen conmigo —le aclaré, llamando su atención y desviando su flecha hacia mi dirección. Esperaba que me reconociera.

Él me miró y pareció recordar quién era. No nos habíamos visto mucho pero seguro recordaba al tipo que había causado tantos problemas en esa casa unas cuantas semanas atrás.

—¿Carlos?

Se acercó hasta quedar frente a mi. Su mirada era extraña y el poco espacio de separación hacía más incómodo el encuentro.

No podía decir con certeza si le alegraba verme o lo detestaba; ni siquiera podía esclarecer si le producía algún sentimiento aparte de desconfianza.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

—Eh- yo… Vengo a hablar con Sheld. Sé que él está aquí y-

La puerta de la cabaña se abrió repentinamente asustando me un poco. No estaba en mis planes encontrar a todos los habitantes de la cabaña antes que a Sheld.

No tenía ánimos para lidiar con ellos.

Me era suficiente con tener que explicarle las cosas a Sheld…

—¿Qué haces aquí? —preguntó Rick en un tono más frío que el que la reina de corazones utilizaba cuando se imponía como suprema.

—Yo… Es decir, Sheld…

¿Por qué me ponían tan nervioso estos tipos?

—No es buen momento —cortó Rick—. Vete.

Iba a cerrar la puerta pero lo detuve antes de que pudiera. Robin también se alertó y tiró de mí pero ya era muy tarde y tenía medio cuerpo adentro impidiendo que se cerrará la puerta y con ello mi única posibilidad.

—Lo que sucedió no es como parece. Puedo explicarlo todo —le rogué—. Solo… déjame hablar con él.

—No.

—Por favor —supliqué nuevamente.

Su semblante no se inmutaba y cada vez parecía que tendría que atravesar la pared con ayuda de un hechizo y no por las buenas. Pero entonces, Rick dió un suspiro y se relajó.

Lo estaba considerando.

—Sheld está muy mal —explicó —, y es tu culpa. Si haces algo que empeore su estado te juro que seré yo quien te corte en trozos.

Lucía atemorizante. Estaba claro, que habla en serio.

—Será mejor que no me arrepiento de esto —espetó y se hizo a un lado para dejarme pasar.

De inmediato corrí escaleras arriba. Escuché que mis amigos y los otros dos chicos comenzaban a charlar no muy amigablemente pero yo solo seguí adelante.

No recordaba cual puerta era su habitación así que no fue hasta el segundo intento que di con la indicada.

Mi corazón latía como loco y me sentía en una carrera enfrenada de unos cuantos segundos; como un golpe de energía que me desestabilizaba por completo; es por eso que tardé varios segundos en comprender que no había nadie en la habitación.

Estaba vacío.

Sheld…

Regresé al pasillo y busque por todas la demás habitaciones, los armarios, los rincones, las ventanas…

Volví al primer piso con pasos lentos y pesados cargando la decepción en mis hombros.

—No está...

Me sentía mareado, como si toda esa energía se hubiese esfumado y solo quedará una resaca involuntaria.

—No está —repetí más alto—. No está, él no está aquí.

Los chicos dejaron de discutir y me miraron todos a la vez.

—¿De que diablos hablas? No ha salido de su habitación en días —sentenció Rick.

—¿Se fue? Pues vaya lío que tuvimos para nada —se quejó Jay cruzándose de brazos.

—¿Y dónde se metió ahora? —les ignoró Robin y se dirigió junto con Rick escaleras arriba.

Lo necesitaban comprobar con sus propios ojos.

Evie se me acercó y me envolvió en un abrazo que intentaba recomponerse, pero no era suficiente. Esta vez la herida era muy profunda.

—Lo encontraremos —me susurró al oído.

Espero que tenga razón…

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora