Sheld

2.3K 213 41
                                    

Una fuerza intangible me retenía contra el suelo e impedía que escapara. Estaba aterrado por lo que pudiera ser, pero fuera lo que fuera, ya no podía hacer nada para huir.

—Mmm... —chasqueó la lengua repetidas veces en señal de decepción—. Eres muuy lento, querido. Te comería pero la carne tan pálida no debe de ser saludable.

Frente a mi (o mejor dicho sobre de mi), se materializó una curva con la forma de una boca de gato, y definitivamente era una boca cuando separó sus labios y dejó ver una extensa y tétrica sonrisa de dientes perleados pero con manchas de sangre.

Agradecí infinitamente que las manchas no fueran de mi sangre y mientras pensaba eso, sobre la amplia sonrisa aparecieron dos ojos celeste grandes y brillantes que parecían capaces de hipnotizar a cualquiera.

—¿Quién eres tú? —pregunté temeroso de mi nueva compañía.

—¿Quién soy yo?... ¡Quién soy yo! —se reía como hiena cada que terminaba una oración. Me inspiraba desconfianza, quería salir corriendo de allí pero ya lo había intentado y terminé rodando por el suelo.

La presión que me mantenía con la espalda en la tierra se desvaneció y pude ponerme de pie.

La sonrisa seguía flotando bajo esos dos ojos celeste pero ahora ya no estaba sobre de mi sino enfrente mio observándome fijamente.

—Soy sheld, hijo del gato Sonriente —Contestó la boca— ¿Y tu eres...?

—Soy Carlos, Carlos deVil, hijo de la malvada Cruella deVil —Sheld comenzó a reírse como maniático tras mi presentación lo que me indignó un poco.

Mientras se carcajeaba, el resto de su cuerpo apareció. Para mi sorpresa tenía forma humana, era mas alto que yo e incluso mas delgado, de cabello castaño rojizo y alborotado.

No pude observarlo mejor porque se tiró al piso rodando como retrasado mientras presionaba su estómago que, seguro ya le dolía de tanto reir.

Intenté irme del lugar para dejar al loco con su problema de risas pero me detuvo tomándome por el brazo.

—No, espera. Jaja ¿A dónde vas? Eres muy gracioso como para que te vayas ahorita.

—Tengo que encontrar a Ben, el príncipe Ben para devolverle esto —Apunté hacia donde se encontraba Chico, inmóvil al igual que todo el día.

—¡Un perro! —gritó sheld mientras se desvanecía— ¿Que no sabes que los perros y los gatos somos enemigos a muerte?

—Claro que lo sé, pero Chico es inofen-...

—¡Estás loco!

—¿Yo? —dije sorprendido, si algo tenía claro era que el loco aquí no era yo.

—¿Acaso intentas matarme? ¡Dime¡ ¿Te envió la reina de corazones por mi cabeza? —Se notaba alterado, mas de lo que me gustaría—. ¡Pues no! ¡Mi cabeza se queda conmigo!

—No, yo solo quiero encontrar a Ben ¿Sabes dónde tiene su escondite?

—¿Así que no quieres mi cabeza? —negué rotundamente— ¿Y por qué no? ¿Ahora yo no valgo nada?

Sheld aparecía y desaparecía a su gusto, sorprendiéndome cada vez. Ya me había enfadado de hablarle al vacío y comenzaba a enfurecer.

—¡¿Sabes dónde está el escondite o no?!

—Claro que lo sé, yo conozco este bosque como la palma de mi mano —levantó su mano izquierda pero esta era invisible. Su chiste me causó algo de gracia, lo que alivianó la tensión que tenía.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora