Pieles y coronas

Cariño bajo la luna

-¿Listo para nuestra cita?

Preferí no contestar porque sabía la verdadera respuesta y temía que se me escapara decirlo. Obviamente no estaba listo para la cita, era de los peores momentos, cualquier cosa podría salir de mi boca y filtrarse de mi mente paranoica y complicar lo que sucedía con Sheld.

Claro que él tenía mayores razones para estar nervioso por nuestra cita. Más le vale haber planeado algo bueno para compensar todas las dudas que me puso Rick en la cabeza. Seguro tendrá muchos secretos que esconder.

Dejé de pensar en los problemas y conflictos internos que tenía, era lo que menos me debía importar en ese momento.

Liberé al chico-gato del abrazo y lo conduce hasta afuera de la habitación, sólo para no despertar a Jay.

-Bien ¿A donde iremos? -pregunté.

-A donde quieras ir -contesto en serio. No lo podía creer.

-Sheld ¿no tienes nada planeado?

Negó sin vergüenza. ¿Que se supone que haríamos a mitad de la noche si no tenía ninguna idea?

¿Acaso no sabía nada de citas? No es que yo supiera mucho sobre ellas pero Evie me había educado bien en esos temas. Recibí un curso intensivo de relaciones amorosas de cuentos de hadas; recordaba bien todas las lecciones sobre charlas, miradas, coqueteo, citas, indirectas... Incluso sobre besos. Aún me avergonzaba al recordar como me hizo practicar los besos con una almohada...

Esperaba poder poner todo mi conocimiento adquirido en acción esa noche pero ahora el problema era saber a dónde ir.

-¿Pensaste en algún lugar en específico para llevarme? -pregunté intentando que él tomara la iniciativa. Después de todo, él fue quien me invitó a salir.

-Ninguno en especial. Hoy tu decides a donde iremos.

Me nubló las ideas. No sabía a dónde ir. Me atormentaba que lo dejara a mi elección, no conocía casi nada el lugar ¿Cual sería el lugar perfecto para una noche romántica? ¿El bosque? Sería aburrido, sólo hay árboles. Además ¡el vive ahí! No sería nada interesante para él.

Empezamos a caminar fuera del Instituto en lo que pensaba cual seria un buen lugar.

Repasaba mentalmente las lecciones de citas mágicas que Evie me dio: las charlas junto a la chimenea de Bella y bestia, los bailes de Cenicienta, las cenas de Reina y Golfo... No había mucho de donde basarme. Todo era tan rápido y tan fácil, tan espontáneo...

-¿Que tal si... sólo caminamos? -propuse una vez me rendí.

-Perfecto.

Cruzó su brazo con el mío y me arrastró hasta un sendero a la izquierda del Instituto.

Al comienzo no hablábamos, ni siquiera me miraba pero yo al él si constantemente. Sólo caminabamos sin nada más que hacer. Él se veía tan sereno así que hasta lo envidiaba. Deseaba saber que era lo que pensaba de mi, de si mismo, de nosotros.

Con Sheld nunca sabía cuándo estaba haciendo algo realmente bien, cuando estaba un paso más cerca de conquistarlo. De un tiempo para acá, todo el rato sonreía -claro, siempre sonríe- pero últimamente su sonrisa era sincera, era dulce.