70 - Fuentes

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Otro libro viejo que no servía absolutamente de nada. Polvo, era lo único que podía sacar de todos esos monstruosos almanaques añejados.

Mal soltó un quejido.

—¡No puedo creer que en todos estos libros no haya ni una sola pista sobre Hazel!

Evie se acercó a masajearle un poco el hombro, eso siempre la calmaba lo suficiente como para evitar que se convirtiera en dragón y nos quemara vivos.

Mal furiosa era de cuidado, pero cuando la chica no lograba resolver un misterio… eso sí que era un drama.

—Quizás hallemos algo en los registros del rey. Dicen que todo lo que no puede ser visto por cualquiera está ahí ¿Crees que puedas convencer a Ben de que nos deje verlos? —me preguntó Evie directamente.

—¿Yo?

—¡Cierto! Debe de haber algo ahí escondido —dijo Mal con un repentino golpe de esperanza—. Convencelo.

Ambas chicas me miraban fijamente esperando a que fuera a hacer lo que me pedían.

—¿Por qué no lo convences tu Mal? ¿O tú Evie?

Seguramente ellas tendrían más oportunidad de persuadirlo, habían practicado bastante en la isla manipulando personas. Además de que no quería ver a Ben en esos momentos.

—No.

—No —contestaron a la vez.

—Tienes que ser tú.

—¿Yo? ¿Por qué?

Dudaba que el rey fuera tan insensato de abrir los archivos secretos del reino a cualquier persona que se lo pidiera… y mucho menos si esta persona le acababa de gritar en la cara y lo había rechazado hacía menos de una hora.

—Sabes bien por qué —dijo Mal.

Rayos, era obvio que sabían lo que sucedía entre nosotros.

—El no me gusta —declaré.

—Pero tu a él sí y eso es lo que importa —dijo Evie. Odiaba que tuviera un punto lógico—. Mira, sé que Ben ha sido un completo patán contigo y que tú estás enamorado de Sheld pero… si quieres que resolvamos tu pequeño problema debes tragarte ese inmenso orgullo que te cargas y pedirle amablemente que te deje revisar los archivos. Es un simple favor.

—Además, Ben está tan locamente enamorado de ti que jamás te negaría nada —agregó Mal.

¿Locamente enamorado? Eso sí que era una maldición.

¿El amor te hace ser un egoísta imbecil que quiere pisotear tu libertad? No lo creo, yo no lo creo.

Mi gran orgullo, según Evie, era suficiente como para evitar que fuera a rogarle a Ben por favores después de lo que me había hecho y el que fingiera que está locamente enamorado no ayudaría en nada a cambiar mi decisión.

—No lo haré. No, no y no.


—Necesito un favor…

Y ahí estaba yo, tirando mi dignidad por el suelo, siendo la deshonra de todos mis ancestros, faltando al respeto a todos y cada uno de mis principios.

Al final Evie y Mal lograron convencerme de hacerlo, de traicionarme a mí mismo, de tomar mi orgullo y hacerme tragar mis palabras.

—¿Qué necesitas, Carlos? Dímelo y te lo daré —dijo seguro. Ben lucía contento, sabía que ganó en la batalla de egos y eso lo reflejaba en su pose mirándome por encima del hombro y sonriendo con esa estúpida media sonrisa.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora