Capítulo 76: Despedida

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Creí que con el tiempo se volvería más fácil alejarme de mis hijos, aquellos pequeños retoños en la flor de mi vida. No fue como imaginé, cada uno está haciendo su vida y vuelan del nido, algunos ya lo hicieron, pero aún así, no se va la tristeza cada que tienen que decir "adiós".

— Halime, ya duérmete, es muy tarde — de último momento Mehmed me mandó a llamar a sus aposentos y no me dejó enviar alguna concubina, supongo que habrá sido el alcohol en su cuerpo; solo para aclarar, no había bebido lo suficiente para decir que estaba borracho, pero el vino ya le afectaba muy fácil, la edad, supongo.

— Es que, mañana se va Zülfikar y los niños, Aslihan también se marcha y las visitas de Zambak serán más distantes — le respondí mirando al techo.

— Zambak está, a mucho, una hora de camino, podrás verla cuando quieras, además está Hatice — con los ojos cerrados giró a la izquierda, colocando su mano en mi cintura.

— ¿Crees que viviremos lo suficiente para ver muchos nietos?

— Allah mediante; ahora duérmete — me quedé en silencio, el debería despertar más temprano que yo, sumado a todos los problemas con los que debía tratar, merecía un descanso, pero yo no podía cerrar los ojos.

Mi cerebro seguía imaginando falsos escenarios, en los que mis hijos podrían resultar heridos en el camino a sus provincias. De pronto, un movimiento abrupto de Mehmed me hizo dejar todo eso de lado; un fuerte ataque de tos le llegó, yo le acerqué un vaso con agua, lo más rápido que pude, además de un paño limpio por si lo necesitaba.

— ¿Estás bien?

— Si, solo un poco de tos, quizá no pasé bien saliva — me convenció, a todos nos podía pasar de vez en cuando — ¿Te desperté?

— No te preocupes — si le decía que si, se iba a culpar, pero si le decía que no, me iba a regañar por no estar dormida por mi paranoia.

— Ven; — me jaló hasta su pecho, pude escuchar los latidos de su corazón; me llevó junto con él hasta el colchón, sin soltarme en ningún momento — solo estemos así, en paz, y atesoremos este momento.

No me sorprendía su actuar, en ocasiones suele comportarse muy cariñoso, es probable que hoy sea uno de esos días. Cerré los ojos, aspirando su varonil aroma y sintiendo sus latidos. Al fin pude quedarme dormida.

Cuando me desperté el aire de la soledad me golpeó. Mehmed ya se había levantado y había salido, por asuntos pendientes. Nazú ya estaba esperándome junto a la gran cama.

— ¿Hace mucho se fue? — me refería al sultán.

— No mucho, pero si ha pasado algo de tiempo; como sabe no tenemos permitido despertarla cuando se encuentra en sus aposentos — era verdad, aunque mi señor ya no estuviera ahí, yo tenía permitido seguir en el lugar.

— Vamos.

A una velocidad sorprendente me preparé para el día; cuando estuve aseada y vestida pude encontrarme con Mahidevran, Hafsa y María, quién cuidaba de Kasim y Akile. En la mesa de al lado estaban Dilrruba con Atike, curiosamente también estaba Beyhan y en la de enfrente se encontraba Mauzzez y Özlem.

— Antes de que se marchen, — les dije con voz suave en cuanto me acerqué a ellas — me gustaría obsequiarles algo a cada una de ustedes — con un leve movimiento de cabeza, Nazú entendió que debía repartir las joyas.

A cada una de las mujeres valiosas para mis hijos les regalé un accesorio valioso, de la más alta calidad; en especial a Mahidevran, quién no dejaba de admirar su regalo.

A cada una de las mujeres valiosas para mis hijos les regalé un accesorio valioso, de la más alta calidad; en especial a Mahidevran, quién no dejaba de admirar su regalo

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Amable:Una sultana escondida |COMPLETA/CORRECCIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora