Leo fue asignado como uno de los carpinteros del palacio, debo reconocer que no me parecía buena idea pero al menos así sabría que no le faltaba nada sin atraer mucho la atención de los demás, ya que no debían saber que era mi hermano.
La valide sultán ha intentado meter más concubinas en la cama de mi señor pero el se ha negado a todas, lo cual ha causado una molestia en su madre y que me trate un poco hostil, así es, tal parecía que la verdadera guerra apenas comenzaba. Por otro lado ha comenzado a prepararse la boda de la sultana Safiye con Iskender Pashá, lo que ha ocasionado el enfado y tristeza de su hermana, la sultana Kerem, además de que se han preparado habitaciones para la llegada de Gülbahar y Nûr-Banû con sus esposos.
Mientras vengo pensando en estás cosas que han sido los últimos acontecimientos de mi vida en menos de dos semanas, me dirijo al monasterio al que había ido meses atrás; al principio la sultana Firuze se negaba a darme la autorización pero lo hablé con el sultán que también se negó al principio por mi avanzado embarazo pero logré convencerlo al proponerle que viniera conmigo para que viera que todo estaría bien.
Una vez más había niños y mujeres por todos lados, los pequeños corrían y jugaban haciéndome recordar mi infancia cuando era libre de ser yo misma, cuando subía por los árboles con Arturo vigilando que no me cayera y Leo lanzandome algunas piedras pequeñas y de pronto entendí la enorme responsabilidad que tenía, no como esposa del sultán, sino como mujer: iba a convertirme en madre, debía cuidar una pequeña vida que dependía de mí, una pequeña alma que era mitad yo y mitad el hombre al que amaba.
¿Cómo iba a hacerlo en aquel lugar donde la sombra de la muerte es también tu sombra?
- Sultana - un niño pequeño me sacó de mis pensamientos.
- Dime cariño.
- El bebé cuando nazca ¿Vendrá a jugar conmigo?- preguntó curioso a lo que sonreí.
- Claro, el bebé vendrá a jugar con todos ustedes.
- ¿Es un niño? - pregunto una pequeña señalando mi barriga - o ¿Una niña?
- No lo sé, Allah med... - sentí un fuerte dolor en el estómago y no era el primero que sentía pero no quería dar importancia.
- ¿Se encuentra bien? - dijo un joven de cerca de 14 años.
- Estoy bien, - aseguré - no es nada.
- Venga a comer - me invitó una mujer mayor.
Fuí a comer con el resto de las personas, era lokma, no era igual que en el palacio, no digo estuviera mal, de hecho me encantó por el sabor casero que tenía, un sabor hogareño y con cariño.
Todo era risa y diversión hasta que entró el sultán con los encargados, él al ver el silencio que se formó sonrió y animó a qué continuara la alegría y así fue, todo era diversión para todos.
Mehmed sonreía y se dejaba llevar junto a mi, mientras yo sentía otra punzada aún más fuerte de dolor.
- ¿Y eso que no te has dejado la música te alegré el cuerpo?
- Sabes que mis pies se cansan rápido ya - contesté para evitar que preguntará más.
- Pero aún así quisiste venir - bueno no había funcionado, salió peor de hecho.
- Estoy bien - si algo tenía yo era orgullo y no iba a admitir por el momento que algo no andaba bien.
La alegría en el monasterio continuaba, Mehmed había traído presentes para los que vivían en el así que todos lo disfrutaban... Menos yo, el dolor se había intensificado y ya me parecía intolerable; apretaba el cojín donde estaba sentada y evitaba hacer caras para que no lo notarán, solo esperaba poder llegar al palacio y descansar.
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Amable:Una sultana escondida |COMPLETA/CORRECCIÓN|
Fiction HistoriqueDolor, traición, venganza, rencor, deshonra y muy poco amor son el pan de cada día en el palacio de Topkapi ¿Qué darías tu por amor? ¿Eres capaz de renunciar a lo valioso? ¿O simplemente te resignas a perder lo que amas? ¿Realmente el amor soporta t...