08: La fiesta

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René

Todos esperan pacientes a ver quien bebe y Jackson es el primero en hacerlo.

Vamos, René. Que de los cobardes no se ha escrito nada.

La mirada burlona de Edgardo es la que más me penetra. Trago grueso y tomo el vaso bebiendo el contenido dentro. Puedo jurar que hasta el mismo Jackson tiene una expresión con la boca media abierta por mi valor.

Malo, malo, malo.

—Bien —Bea rompe el silencio que ya se había formado—. Sigamos.

Le da vuelta a la botella y esta termina apuntando a Edgardo que sonrie con malicia.

—Yo nunca he....tenido sexo duro o me gusta este aunque no lo haya tenido
—dice jugando con los dedos de su novia.

Jennie, Bea y July beben....y yo también lo hago.

Otra vez soy el punto de atención y Jackson baja un poco la cabeza sonriendo mientras niega con la cabeza. El simple acto hace que se me acelere el corazón.

Malditas hormonas adolescentes.

—¡Sigamos! —sigue Bea.

La botella vuelve a girar y me apunta.

—Yo nunca he usado juguetes sexuales
—digo jugando con mi vaso.

Bea y July toman. Edgardo me mira esperando a que beba pero frunzo el ceño.

—Que haga la exclamación, no significa que sea algo que yo haga —aclaro.

—Bueno....

—Mi madre me mataría si encuentra algún juguete en mi habitación —doy a saber.

—Uhhh, ya sé que regalarte para tu cumpleaños —habla John—. ¿Cuando es?

—En menos de un mes —doy a conocer.

—¿Vas a hacer algo? —pregunta Edgardo.

—Puede que si. Les diré y los invitaré si llego a hacer algo.

—Bien, sigamos....

Pasamos un rato más jugando hasta que estamos bastante ebrios como para seguridad y otros chicos toman nuestro en el juego.

Empiezo a bailar de nuevo con Bea mientras me siento vigilada y es porque lo estoy siendo por parte de Jackson que solo tomo como dos tragos y esta bastante sobrio porque este chico no se emborracha ni con seis botellas. Admiro su resistencia.

Volteo abruptamente cuando me toman de la cintura. Un chico alto y delgado tiene las manos sobre esa parte de mi cuerpo y frunzo el ceño.

—¿Tú eres? —pregunto soltandome.

—¿Quieres ir a mi habitación?
—pregunta y estoy a punto de decirle alguna maldición cuando alguien se me adelanta.

—Ella no quiere ir a ningún lado contigo —Jackson es quien interviene tomándome de la muñeca y colocandome detrás de él.

—¿Que eres? ¿Su novio? —reprocha el chico.

—¡Largo! —gruñe Jackson y el chico palidece dando media vuelta y perdiéndose entre la gente.

—Yo también quiero a alguien que me proteja así —murmura una muy ebria Bea.

—Vamonos —me jala Jackson hasta llevarme fuera de la casa.

El aire helado de la noche hace que me maree y no caigo al piso porque Jackson me sostiene. Tomo en puño el borde de la camisa empezando a temblar por el frío que cala por mis piernas. Ahora me arrepiento del maldito short.

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