17: Explosión

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René

Ni siquiera sé en que estaba pensando cuando intenté ir tras el chico que estaba a punto de ser atropellado. Si no hubiera sido por Edgardo que me sujetó del brazo para que no siguiera, hubiera sido un caos. Y todo por dármelas de héroe e iba a terminar tres metros bajo tierra.

Bueno, tal vez no tanto así.

El auto frenó y solo golpeo la pierna del chico, aunque ese no es el mayor de los problemas ya que el chico se está moviendo raro, como pez fuera del agua.

—¡Oh por Dios! —chilla la chica asustada.

—¡¿En que pensabas al ir detrás?! —regaña Edgardo pero no le presto atención.

—Llama una ambulancia —le digo a Jennie.

—Si —responde un poco atontada por la situación. Los llantos de la chica se escuchan de fondo mientras el chico sigue moviéndose raro.

Me suelto para llegar hasta él y observo que sale espuma por su ropa.

—Edgardo ayúdame —pido.

—¿Que haces? Puedes empeorarlo —gruñe.

—¡Se va a ahogar! —grito— mueve tu culo hasta aquí y ayúdame a voltearlo que pesa.

Aprita los labios en una fina línea pero hace lo que digo y se arrodilla al otro lado del cuerpo rápidamente para ponerlo de costado.

—A pesar de ser una montaña, no esta lejos de la ciudad, ya va a llegar la ambulancia —dice Jennie.

El chico ha dejado de moverse como exorcismo pero esta inconsciente.

—Ve si tiene pulso —le pido a la chica que se ha colocado sosteniendo su cabeza.

—¿Como....hago....eso? —tartamudea. La miro incrédula.

—Deja, yo lo hago —llevo dos dedos al costado de su cuello y siento como pulsa. Esta vivo.

Las sirenas de la ambulancia no se tardan en aparecer y los paramedicos bajan de esta para darle primeros auxilios. Me hago a un lado para que ellos hagan su trabajo. El chillido del freno de las llantas hace que salga de mi burbuja y lo siguiente que siento es que me toman de las mejías aplastando mi cara.

—¿Estas bien? ¿Te pasó algo? ¿Necesitas ir a un hospital? ¿Estas herida? —las preguntas de Jackson me abruman mientras revisa mi cuerpo procurando que todo este bien.

—Estoy bien —murmuro.

—Gracias a mi —dice Edgardo—. Pero eso a nadie le importa.

—¿Quien de ustedes lo puso de costado?—pregunta uno de los paramedicos.

—Ella —dice rápidamente Edgardo librandose y lo miro mal.

—Pues bien hecho porque eso lo salvó de morir ahogado —dice con una sonrisa hacia mi y se devuelve.

—Debí decir que yo —murmura Edgardo.

—Karma —responde su novia.

—¿Comi sabias que hacer? —pregunta Edgardo.

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