41: Debes seguir

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René Saldivar

He llegado a pensar que soy un imán para las desgracias. Todo lo malo que puede pasarle a una persona, me ha pasado a mi y no creo estar exagerando. No salgo de algo para entrar en otro desastre. Por momentos solo se me ocurre que todo lo que me ha pasado son señales para que deje de pelear y me rinda de una sola vez.

La vida me ha quitado tantas cosas que porque me he aferrado es que no me he caído de la cuerda floja donde vivo. ¿Qué tanto más debo soportar para poder ser feliz? No pido mucho, solo quiero tener paz y estar con mi familia sin que esta se me sea arrebatada. ¿Es mucho pedir? Porque yo no lo creo.

—¿Aún no despierta? —ni siquiera presto atención a quién pregunta. Mi vista está en Abe que ya pasaron cuatro días desde el desastre y él aún no despierta.

Me he pasado entre su habitación y la de Matteo desde que desperté ignorando el dolor de espalda que no se va. Elise me pidió que mantuviera reposo pero es que ya no puedo, estoy cansada de estar en una cama de hospital. Jackson ha estado pendiente de mi desde lo lejos porque me está dando el espacio que le pedí.

Puede que me esté convirtiendo en un robot pero ni siquiera he querido acercarme a Sam o Dan porque en estos momentos no soy la personas que ellos conocen o necesitan. Lo reconozco y sé que probablemente esté en un lapsus que puede empeorarme más de la que yo estoy pero no puedo parar. Solo soy una sombra de la mujer que era y ellos no merecen eso.

Si Abe no despierta —gracias a que un pedazo de cemento golpeo su cráneo creándole una hemorragia que, aunque Susan pudo arreglar y todo muestre que esté bien, no despierta— es algo que jamás me voy a perdonar y como lo dije antes, es algo que me va a terminar de destruir.

Por otro lado, mi corazón se rompió un poco más cuando tuve que decirle a Matteo que su madre murió en el derrumbe. Ese niño solo tiene quince años y perdió a su familia en un solo día. Investigué y su familia paterna no está, y la materna solo tiene a su abuela que es lo único cercano pero ella tiene demencia, no cuenta.

Las reglas dicen que debo llamar a servicio social pero es que no quiero. En pocos días me he encariñado con ese niño y ahora no quiero que se lo lleven, mucho menos personas desconocidas. Lo he mantenido en el hospital con la excusa de que su pierna aún no sana aunque perfectamente pudiera estar en su casa ya que no corre peligro.

—Ire a ver a Matteo —digo a quien reconozco como John.

Son muy pocas las palabras que he compartido con otros. Tantas cosas que corren por mi cabeza me tiene hecha un lío que no logro controlar aunque quiera.

Camino hasta el ascensor bajando al piso de habitación y dejando el área de cuidados intensivos que es donde está Abe. El ascensor se abre y la habitación donde está Matteo es la primera que está por lo que estoy a nada de entrar cuando me freno por ver quien está junto a él. Es Jackson.

—Eso no tiene sentido —farfulla el niño.

—Lo tendrá cuando lo entiendas —le responde Jackson mientras hace su movimiento. Están jugando ajedrez.

—¿Por qué no me explica y nos ahorramos todo eso donde mi cabeza debe pensar? —pregunta y sonrío mientras me mantengo en mi lugar solo escuchando.

—Así no tiene chiste. Piénsalo y luego me dices.

—La señorita René me diría, ¿sabe?

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