40: Debes vivir

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(Espero dejen muchos comentarios y votos. Ya sabes que las quiero. Besitos)

Desastre, parte 2

René Saldivar

—Maldita sea —mascullo sintiendo punzadas de dolor en mi espalda gracias al pedazo de cemento que cayó en ella.

—¿Estás bien? —pregunta el pequeño cuerpo que abrazo con fuerza sin querer que nada malo le pase.

—Lo estoy.

—Gracias por preocuparte por mi —masculla Abe y ese nudo que tenia en mi garganta se desvanece al escucharlo.

—¿Quieres dejar de ponerte en peligro? No quiero tener que explicarle a tus sobrinos que su tío es suicida.

—Habla la mujer que se metió aquí sin pensarlo a pesar de las advertencias —se queja.

—No quiero interrumpirlos pero ahora los tres estamos enterrados —murmura el chico. Tiene sus ojos azules muy parecidos a los de Jackson clavados en los míos.

—Debemos buscar una salida —dice Abe sacudiendo el polvo de su cabello aunque solo lo empeora.

—Si no me dices, no me doy cuenta —contesto.

—Tu residente tiene razón, no estás embarazada y sigues con el mismo mal genio.

—Ay, mejor cállate —escupo y ambos desviamos la mirada al chico de quince que suelta una leve sonrisa.

—Es divertido que estemos enterrados prácticamente y ustedes peleen —limpia su nariz con el dorso de su mano—. Hacen que olvide por un momento lo que ha pasado.

—¿Cómo te llamas? —pregunto.

—Matteo —susurra.

—Ese es un lindo nombre.

—Mi hermanita se llamaba Isabella —no puedo evitar voltear viendo que el cuerpo de la nena ya no está. Fue enterrado por los escombros.

—¿Sabes? —quiero que distraerlo en lo que Abe trabaja en su pierna. Él es el que está tratando el hueso y los nervios de la pierna. Me da la lámpara para que le alumbre—. Yo tengo dos hijos, uno de ocho años y una bebé de nueve meses —no sé si tengo el derecho de llamar a Dan como mi hijo pero tanto tiempo con él ha hecho que le tome mucho cariño y aunque no lo suelo soltar, es como mi hijo.

—¿Cómo se llaman?

—Daniel y Samantha —contesto. Recuesto mi espalda que duele contra el pedazo de pared y paso mi brazo por su delgado cuerpo acariciando su cabello como suelo hacerlo con Dan.

—Esos son lindos nombres.

—Lo son —agradezco que no sienta dolor gracias a la anestesia que Abe inyectó—. ¿Qué hay de tus padres?

—No sé donde está el hombre al que debo llamar papá, y mi madre es profesora. ¿Crees que ella esté bien? —el corazón se me vuelve a comprimir. Voy a llorar junto a este niño si su madre no se salva. Recuerdo perfectamente los muchos cuerpos adultos afuera cuando llegué o los muchos más mal heridos.

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